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21 septiembre 2012

Control del cuerpo, rechazo y pedos

No entiendo por qué incluso viendo que a ti te resulta tan fácil ser cuerpo ante mí, a mí me resulta en algunas facetas tan difícil. No a la hora de desnudarme, de tener sexo, de mostrarte mi cuerpo o de hablar de él. Pero sí, y de forma muy clara, a la hora de hacer de mi cuerpo un actor que produce olores, líquidos, materia, sonidos y demás. Llevo meses dándole vueltas, analizando a qué se debe tal nivel de autocontrol, de disciplina corporal, y aunque sigo sin tenerlo claro del todo, empiezo a tener una hipótesis.

Inicialmente mis presupuestos se centraron en el análisis de mi comportamiento como persona perteneciente a una determinada clase social. Habiendo crecido en un ambiente de clase obrera pobre pero con pretensiones claras de acceder a la clase media, uno de los aspectos más importantes que copiar para las familias que me rodeaban era la patética moral corporal de esa clase tan ansiada. Así he sido indoctrinade en el más estricto control de mis funciones corporales. Desde no comer de forma voraz o ensuciándome o entre comidas, pasando por la aparentemente sagrada ducha cada mañana y el cambio diario de ropa más el uso de desodorantes y perfumes para tratar de esconder los (escasos) olores que puedan quedar después de tanto aseo, hasta semejante control de mis esfinteres y vejiga que durante años sufrí, como muches otres, de consecuencias asociadas como el estreñimiento. Y esto por no hablar ahora de todos esos aspectos que tienen que ver con el género, la sexualidad y demás...

Sin embargo, hoy día creo que ya me he liberado, por medio del análisis y mediante un largo proceso, de una gran parte de esa moral de clase media que se me ha querido inculcar, y con ello también de esa disciplina corporal que nos quiere obligar a ser cuerpos inodoros, insípidos, insonoros y casi inexistentes.

Pero aún así, aunque quiero, veo que no puedo con todo. No puedo sencillamente tirarme un pedo mientras estamos en la cama charlando. Por mucho que vea, oiga y huela que tú lo haces. No puedo cagar con la puerta abierta mientras continuamos esa charla con la que estábamos antes de que mi intestino me exigiera atención. No puedo no sentir vergüenza y apresurarme a lavarme si noto que mi sobaco, mi aliento, mi entrepierna o la parte que sea, desprende ese olor que mi cuerpo produce.

Y por eso sigo dándole vueltas, y al final, tanto marearme he llegado a una nueva conclusión en mi análisis. Por supuesto que mi educación ha influido, qué duda cabe. Por supuesto también que mis traumas infantiles y juveniles y las vivencias desagradables en cuanto a mi cuerpo han jugado un papel a la hora de dejarme disciplinar. Pero sobre todo hoy en día creo que se debe a dos aspectos que van unidos. El primero es mi autoestima y el segundo mis vivencias como persona no cisgénero y queer.

Pienso que con el nivel de rechazo que sufro a diario en una infinidad de campos (desde la aversión a mis ideas políticas hasta la incomprensión de mi corporalidad en cuanto estilo, etnicidad, género/sexo, capacidad/incapacidad y demás) es de esperar que mi mente reaccione tratando de hacer mi cuerpo más deseable. No atractivo, pero sí falto de olor, de sonido, de sabor, de todas esas cosas que culturalmente se pueden valorar como desagradables y que en consecuencia me harían menos deseable. Incluso cuando sé que la persona que tengo delante es alguien que no me rechaza y que hasta desea mi cuerpo, mi miedo sigue ahí, porque sé que yo misme siento ese autorechazo por momentos. Tengo miedo a producir náusea, porque veo, escucho y siento que ya la produzco a tanta gente y de tantas formas por tantos motivos diversos. Y porque sinceramente, con tanto odio dirigido a mi persona, hasta llego a dudar que no tenga un motivo real y visible. Por eso disciplinar mi cuerpo siguiendo esas normas sociales parece una consecuencia lógica y un precio por momentos aparentemente no tan alto a pagar para no vivir todavía más rechazo.

No obstante, igual que he sido capaz de librarme de la mayor parte de las cadenas de la moral burguesa por medio del análisis, deseo librarme de la mordaza que supone el miedo a no presentar un cuerpo deseable y comprensible para vivir menos rechazo como persona trans, queer y radical. A ver si el ser capaz de llegar a esta conclusión y el hacerlo aquí en público me ayuda a romper algunos de esos grilletes del cissexismo y la heteronormatividad y con ello en breve empiezo a comportarme del mismo modo que tú haces y que yo tanto admiro.

14 septiembre 2012

Si me preguntaras directamente "¿Follamos?"

Te fuiste otra vez sin echar ese polvo conmigo. Acabo de ver en tu Facebook que ya estás en otra ciudad y con ello se difuminó nuevamente cualquier posibilidad de disfrutar de un rato de sexo contigo. Y siempre en realidad parece ser por mi culpa. Por mi inseguridad ante lo que parecen tus avances. Todas esas muestras de interés que creo que veo, contigo no sé si las interpreto bien, y eso me paraliza. Tal vez te estás tocando la entrepierna bajo tu ropa mientras hablas a 20 centimetros de mí para mostrarme que luchas contra las normas sociales, no que me estás invitando a meter mi mano allí. Tal vez me besas en el cuello por juguetear, un simple flirteo, no porque me estés invitando a follar. Sinceramente, si me preguntaras directamente ¿Follamos? creo que funcionaría mejor. Te diría ¡Sí!. De este otro modo podríamos seguir así durante décadas.

12 septiembre 2012

Tu rollo lésbico

Meses y meses sin cruzarnos, sin tener el más mínimo contacto y, cuando ya apenas recuerdo que existes, me topo contigo en la puerta de la casa. Por supuesto, solo para reafirmarme que nunca escuchaste ni una palabra de lo que dije y que en realidad me has archivado en tu memoria justo como lo contrario de lo que yo intenté durante meses y meses explicarte que era. ¿Cuáles son las primeras palabras que escucho? Mi antiguo nombre y una serie de adjetivos sobre mí todos terminados en femenino. Eres una necia. Tanto intentar mostrar que respetas, que eres cool, que no tienes ningún prejuicio, y ni siquiera has aprendido después de relacionarte durante años con una persona queer las más mínimas reglas de etiqueta para no ofender, para no exhibir tu carencia de entendimiento. ¿Y total cómo ibas a hacerlo de otro modo? En tu cabeza has decidido que yo fui tu único rollo lésbico y que eso te reafirma como esa bisexual que tanto habías ido anunciando y deseando ser. Te equivocas. No fui ni podría ser nunca eso que crees que necesitas para dar validez a esa identidad que tanto deseas adquirir. Por mucho que me agredas usando los nombres, los pronombres y las terminaciones equivocadas no puedes someterme a tu cerrada percepción  cisheteronormativa sexista binaria de la sexualidad, del género-sexo y de la identidad.

10 septiembre 2012

Pasa algo con mi percepción del tiempo

Pasa algo extraño con mi percepción del tiempo últimamente. No me doy cuenta y se me pasa el tiempo, o no pasa en absoluto y yo creo que vuela. Todavía más que habitualmente en mi vida. No sé ni en qué mes estamos, ni en qué día de la semana tengo que poner mi conciencia. Pero lo que es más extraño, algunas noches siento que lo que he hecho esa misma mañana fue hace un par de días... o hace un par de meses. Sé viendo mi agenda que no es así, y sin embargo no consigo entenderlo. 

¿Cómo que es el mismo día? Imposible. Parece que hace varios días que no duermo contigo y según mi móvil me he despertado a tu lado esta mañana. ¿Estaré soñando todavía?