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25 noviembre 2008

Qué difícil es despedirse cada vez


Otra vez al irnos de Madrid la misma sensación: las despedidas son horribles. Te invade la nostalgia y te vuelves a tu casa un poco aturdido y sin saber muy bien cómo seguir adelante. Cuando llegas allí no sabes cómo presentarte, cómo llamar a la gente y decirle que estás allí de visita y que estás deseando verles. Pasado ese momento inicial de incertidumbre, cuando te acostumbras a estar allí, cuando tienes planes y cosas que hacer, sueños y deseos, mil sugerencias y un millón de cosas por hablar y escuchar, entonces otra vez hay que pararlo todo y volverse. Otra vez adaptarse a estar lejos de tus amigos, de gente a la que quieres, de las pequeñas y las grandes alegrías que te llenan los días y te invaden los sueños nocturnos, de las aventuras compartidas... otra vez alejarlo todo y sentirse un poco vacío y muy solo sin esa gente que dejas allí. Cada vez odio volverme, por mucho que aquí tenga mi vida, mi casa, otras personas y otras cosas. Cada vez me duele en el alma esa soledad que se siente dejando a los que añoras cuando no están a tu lado.

2 comentarios:

  1. Snif, snif... A vuestros amigos les ocurre lo mismo. Vamos, que me pasa y les pasa. ¡Con lo bonito que sería vivir en un remolque en la Casa de Campo!
    En realidad hace frío en Madrid y una tiene esa sensación pastosa que probablemente tenga mucho que ver con esa nostalgia de la que hablas.
    ¡Ánimo compañeros!

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  2. Es bueno saber que al menos tú tienes una línea directa con mis amigos, porque yo desde aquí me siento un poco lejos... ¡Snifi!

    ¡Y ya sé de dónde has sacado la línea directa! ¡Los has metido a todos en el remolque!

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