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23 septiembre 2010

El reencuentro

Después de no sé ni cuántos años sin vernos ni hablarnos, antes de ayer por la tarde al girar la cabeza me encuentro una mano tendida hacia mí para saludarme y es ella, mi ex. Tampoco ella me había visto antes de tenderme la mano, lo hizo de forma automática como el saludo natural a una persona en un grupo a la que te tienes que presentar. Sin embargo, aunque no justo en ese momento, yo ya esperaba encontrármela en la reunión, ya que la chica que acababa de conocer y con la que estaba sentada, al oír que soy española, me preguntó si conocía a una tal R que también era de España. "Sí, claro que la conozco" fue la única respuesta. Lo siguiente fue una larga lista de comentarios por su parte sobre que esa R iba a venir esa tarde a la reunión y que a ella le gustaba. Curioso, ¿no? En una reunión de más de 100 personas y la chica que se sienta a mi lado me tiene que preguntar sobre mi ex y contarme que le gusta.

Pues bien, allí cogida a mi mano, R de repente vio mi cara y escuchó mi voz. Y claro, la sonrisa de Profident se le borró completamente y se quedó petrificada, sin saber reaccionar. Por supuesto, lo siguiente que hizo fue despedirse de la pobre que estaba a mi lado e ir a sentarse a otro lugar... curiosamente al lado de la chica en toda la reunión con la que mejor me llevo y con la que había estado hablando hasta unos minutos antes. ¡Qué mundo!

La noche avanzó y la chica a mi lado volvió a sus preguntas sobre mi ex. Quería sacar información que le fuera útil para poder saber si tenía alguna posibilidad. Información de la que yo carezco. Así que mi consejo fue que se levantara y fuera a hablar con ella, porque no creía que ella fuera a volver. Cuando me preguntó de qué la conocía le dije que era mi ex y su cara de sorpresa también fue un poema. ¡Dos caras completamente desconcertadas en una misma tarde! Se disculpó por haber mostrado su interés y yo solté una carcajada por la idea. Le dije que no nos hablábamos desde hacía años y que no tenía ningún interés en ella, así que no había motivo para disculparse. Y para rematarlo le hablé del poliamor y que incluso si hubiera sido mi novia en ese momento tampoco me hubiera parecido nada malo ni nada problemático. La muchacha, si antes ya estaba desconcertada, después de esa mini conversación estaba con la boca abierta y sin saber bien cómo reaccionar.

En algún momento de la charla, la chica me dijo que el ambiente LGBT en Dinamarca es muy pequeño y eso me llevó a pensar nuevamente en algo que me molesta mucho. Hasta ahora he dejado de ir a las reuniones y grupos LGBT en los que sé que participa mi ex porque no me apetece el mal rollo ni las discusiones y había oído de un amigo común que ella no solo no quiere cruzarse conmigo, sino que no me iba ni siquiera a saludar. Pero como esa tarde se había visto obligada a saludarme, porque se había encontrado con mi mano en la suya, ya habíamos pasado ese punto de estupidez. Así que decidí levantarme y acercarme a intercambiar unas frases con ella. No porque tenga interés en ser su amiguita, no porque quiera volver a tenerla cerca, no porque me apetezca cruzar más de dos palabras con ella, sino porque sé que al moverme en el ambiente LGBT como hago ahora nos vamos a tener que cruzar en diversas ocasiones y me parece que lo único civilizado es tener una relación en la que seamos capaces de estar en la misma habitación sin tener que pretender que no nos conocemos o hacer el teatro del odio, la invisibilidad o la transparencia. Cruzar unas palabras vacías de contenido no debería ser tan difícil cuando hemos cruzado tantas palabras llenas de contenido en otra época.

Por supuesto, R no esperaba que me acercara. La última vez que nos vimos hace años ni nos saludamos. La vez anterior fue cuando me llamó para que "volviéramos a ser amigas" y yo, muy al contrario de lo que ella esperaba, dejé claro que no tenía interés, además de estar cabreadísima por todo el asunto de mi dinero que ella se quedó tan tranquilamente. Desde entonces han pasado años, y mi cabreo se ha transformado en indiferencia. Sigo pensando que en la ruptura ella hizo las cosas mal, sigo sabiendo que me debe algo más que una disculpa y considerando que no podemos tener una relación ni siquiera amigable hasta que me devuelva lo que es mío, sigo sin dudar que dejar de estar juntas fue lo mejor que pudo pasar tanto para ella como para mí, sigo creyendo que después de dejarme durante el tiempo que seguimos en contacto se comportó como una arrogante y una cerda y que fue eso lo que hizo que yo después no quisiera volver a tener contacto cuando ella por fin había superado su estado de enajenación mental o lo que fuera que le pasaba entonces, sigo afirmando que nuestra relación tendría que haber acabado mucho antes y que ambas cometimos errores, sigo sintiendo cansancio al pensar en todo esto y la mayor parte del tiempo prefiero no hacerlo y por eso, de todo el pasado, casi es el período que menos espacio ocupa en mi mente. Y sin embargo creo que he llegado a un punto en mi vida en el que ya no siento ni rabia ni odio ni dolor por todo esto. Sencillamente me parece triste e infantil. No poder cruzar dos palabras sin discutir es patético. No poder saludarnos cuando antes vivíamos en la misma casa y dormíamos en la misma cama es un teatro. Y yo no quiero teatros de ningún tipo en mi vida.

Así que me acerqué con la intención de mostrarle que ya no estoy enfadada, que sencillamente prefiero ser capaz de moverme en ambientes en los que ella se mueve, porque también son mis ambientes. Que no quiero jugar a ser amigas pero tampoco a ser enemigas. Que el pasado es pasado y que ya me da igual. De verdad. Pero claro, para eso tendría que haberme encontrado a una persona más madura y que también hubiera sido capaz de evolucionar en su forma de ver las cosas. Pero no. Me encontré a la misma cría herida y orgullosa. Primero no quería ni hablarme. Lo siguiente fue repetir 20 veces que no quiere hablar conmigo porque "no le intereso como persona" y los motivos "no tiene porqué dármelos". Cuando le contesté que estaba bien, que a mí tampoco me interesaba ella como persona especialmente y que no estaba allí para hacerme su amiguita sino para explicarle que creo que deberíamos ser capaces de movernos por los mismos sitios sin montar escándalo, no supo entenderlo. Siguió repitiendo su frase con pretensión de herirme que a mí sencillamente me hacía seguir pensando que no había entendido el motivo de mi acercamiento. Y para terminar, como se giró intentando evitar que la hablara y me tuve que acercar a ella demasiado para poder hablar con el ruído del local, se puso a gritar como una loca. Así que me separé, expliqué una vez más lo que quería decir, que no me hace falta que huya a otro sitio y que yo desde luego no pienso hacerlo, y me fui a mi sitio a seguir charlando con mis conocidos. A los pocos minutos la reunión se acabó y empezó la supuesta fiesta, pero como tenía que levantarme hoy pronto, regresé a mi casa con sensación de hastío.

Casi 9 años después de la ruptura, y todavía hoy aparentemente significa tanto para ella que no es capaz de relajarse y escuchar dos frases sin gritar. Increíble. Con lo fácil que sería hacer las cosas de forma más tranquila... 

Veo que sigue sintiendo ese orgullo y ese afán de competición, de quedar por encima. Creo que su insistencia en repetir esa estupidez, que no le intereso como persona (¿y como qué sí? ¿como animal? ¿como objeto sexual? ¿como farola?), es la muestra más clara de ello. Supongo que en el pasado cuando mostró interés en mí, en volver a ser mi amiga, y yo no acepté, se sintió humillada o por debajo o como que había cometido un error al mostrar su interés en mí o yo qué sé, y ahora tiene que dejar claro que ella desde luego no tiene interés. Por eso mismo, porque sé que así ve el mundo, pensé que sería mejor que me acercara yo, para hacer que no se vea forzada a esa misma competición de quién está por encima de quién. A mí no me importa acercarme si tengo algo que decir. Tampoco me importaría mostrar interés si lo tuviera. Como lo hacía cuando lo tenía. Y desde luego no tengo ninguna necesidad de sentirme por encima o por debajo.

Pero... y en realidad, ¿qué más da quién tiene menos interés? Yo no tengo interés y ella tampoco lo tiene. Pero tenemos ambas suficiente interés como para que la noche de antes de ayer signifique algo, como para que ella lea mi blog como dice nuestro amigo común que hace, como para que yo me levante y me acerque a ella para intentar mostrarle que ya no estoy enfadada y que simplemente quiero paz, no amistad ni guerra. ¿Para qué seguir con el teatro? Digo yo que sería mucho más lógico sencillamente hablar como personas civilizadas y adultas. En lugar de gritar. En lugar de montar dramas. En lugar de luego preocuparse por su reputación. En lugar de esto o aquello.

Mira R, sé que sabes que este blog existe. Sé que es probable que leas esto. Sé que no tienes interés en ser mi amiga y sé que ser mi enemiga también debe cansarte y dolerte. Mejor relájate. En serio. Sufrirás menos.

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