Secciones del blog

29 agosto 2011

Sin derecho al voto no hay democracia

Parece que algo que escribí en esta entrada ha creado confusión. ¿Por qué no puedo votar en las elecciones danesas? Sencillo y en realidad nada diferente a lo que sucede en los otros país, de hecho no tengo constancia de que sea de otro modo en ningún sitio. Para poder votar en las elecciones generales hay que tener la nacionalidad de ese país.

Sencillo digo, pero con ello no digo ni que esté de acuerdo ni que me parezca que deba seguir siendo así. Todo lo contrario. Cuando vivo en este país de forma permanente, ¿por qué no puedo votar en él independientemente de lo que diga mi pasaporte? ¿Por qué no puedo participar en la democracia y las decisiones que se toman como los habitantes que han nacido aquí o los que tienen la suerte de haber nacido en un lugar con el que Dinamarca acepta la doble nacionalidad? ¿Por qué no puedo tener acceso a la forma más básica de poder que hay en una democracia? Motivos justificables desde luego yo no encuentro ninguno.

En la Unión Europea hemos obligado a los países integrantes a permitir que los nacionales de otros países comunitarios participen en las elecciones municipales. Eso algunos lo han extendido a otros inmigrantes, no solo a los comunitarios. Y sin embargo, ¿por qué motivo es más importante votar en las elecciones municipales que en las nacionales? Las decisiones que más afectan mi vida no se toman a nivel municipal, sino a nivel estatal. El tono de la política del país no se establece en esas elecciones secundarias, se establece en las campañas electorales que dan verdadero poder a los partidos políticos. 


El hecho de que los inmigrantes no podamos votar en las elecciones estatales, regionales y muchos tampoco en las municipales es una muestra clara de la falta de democracia en todos los países. Si un determinado porcentaje de la población (que a veces es elevado) no tiene acceso al voto, ¿se puede hablar de verdadera democracia? ¿O estamos más bien en un sistema que imita a los antiguos griegos y romanos, en el que los que se consideran ciudadanos tienen derecho al voto y los que no se consideran así, solo tienen la obligación de seguir las leyes? Por aquel entonces eran solo algunos individuos nacidos en las familias adecuadas y en el sexo masculino. Ahora nos reímos de esos ejemplos y hablamos de ellos como democracias incipientes, democracias no reales en las que ni las mujeres, ni los esclavos, ni los extranjeros, ni los jóvenes (ni los no-pudientes y nobles en Roma) tenían voz y por tanto, tampoco acceso al poder. ¿Qué diferencia hay con nuestro sistema de ahora? El llamado sufragio universal no es universal en ningún lugar. Antes era sufragio masculino o sufragio censitario,  ahora es sufragio por nacionalidad. Mientras haya gente como yo que no pueda votar y que sin embargo se vea afectada por las decisiones tomadas, ¿cómo se le puede llamar sufragio universal y al sistema en el que sucede democracia?

Por otra parte, el que no podamos votar tiene consecuencias enormes en la política de los partidos (y por tanto en nuestras vidas). En su populista búsqueda de votos, se utiliza a los excluidos como cabezas de turco, como chivos expiatorios, como imágenes para crear miedo en la población con derecho a voto. Así, la política gira en una dirección xenófoba, racista, islamófoba y nacionalista que seguramente no sería tal, o al menos en tal grado, si nuestros votos fueran posibles. Bien se preocuparían la mayoría de los partidos de no perder un determinado porcentaje de los votantes. Y eso afectaría al clima general que se vive políticamente.

Lo más curioso es que se habla constantemente de integrar a los extranjeros en la sociedad en la que residen. El primer paso sería permitirnos participar en el proceso democrático, tener voz y voto. Sin ningún acceso al poder, ¿quién se puede sentir parte real de esta sociedad? Desde luego yo no.

1 comentario:

  1. Desde tu enfoque, da la impresión de que Dinamarca tiene un conflicto con la migración que debería superar. Eso se traduce en actitudes poco democráticas. Es como si aceptar la migración fuera antidanés. Y, lo peor de todo, es que está tan enraizado en la sociedad danesa que será difícil un cambio de mentalidad.

    ResponderEliminar

Si tienes problemas para dejar tu comentario, vuelve a pulsar en "Publicar". Casi siempre con insistir un par de veces funciona. Si no también puedes enviármelo a mi email en lilleskvat(a)gmail.com