Secciones del blog

20 noviembre 2011

Derecho al voto visto desde fuera

Fuera de España, como estoy, no he seguido la campaña electoral que hoy termina en una jornada electoral que intuyo va a ser deprimente y catastrófica. Tampoco he tenido que vivir directamente la crisis económica del país en el que nací, aunque no pueda evitar escuchar la creciente xenofobia en el norte de Europa dirigida contra los europeos del sur como consecuencia de las decisiones económicas tomadas por todos en los últimos años. Y aunque no deje de ver las consecuencias de esa crisis aquí, tanto en mi blog y la cantidad de gente que accede a él buscando información sobre cómo trabajar en Dinamarca, como en la calle, donde el número de españoles con los que me cruzo se ha multiplicado exponencialmente. 

Sin embargo, me importa que hay elecciones. Me importa muchísimo. 

Como inmigrante y emigrante, no puedo dejar de pensar en lo importante que es tener derecho al voto. Yo, que soy una persona muy política, no tengo derecho al voto. Ni en Dinamarca ni en España. 

En España porque el cambio de la ley electoral para los residentes en el extranjero ha supuesto por segunda vez que mi posibilidad de votar se haya esfumado en el aire. Como los estudios demuestran, el número de votantes emigrantes ha disminuido desde la entrada en vigencia de esta reforma, y hoy menos del 10% de las personas con derecho a voto que residen en el extranjero podrán votar, porque no lo han solicitado. Además, como se mostró en las últimas elecciones, hay muchos problemas con la documentación que se exige para esos votos, lo que hizo que de los que se efectuaron más del 20% fueran declarados nulos. Pero lo que es peor, y lo que me ha afectado a mí, es que la documentación para solicitar el voto o para votar no llega a tiempo. Con lo que tu derecho al voto sencillamente desaparece.

En Dinamarca porque sin la nacionalidad de este país, aunque lleve aquí viviendo media vida, no tengo derecho a votar. Exactamente igual que le sucede a los más de cinco millones de personas que residen de forma permanente en España sin haber nacido allí y sin haber obtenido la nacionalidad española. Es decir, algo que según el INE ronda el 12% de los habitantes en España. De ellos más de cuatro millones son personas que deberían tener derecho a voto por su edad y demás circunstancias. Sin embargo, su derecho a participar en la política del país en el que pagan impuestos y a cuyas leyes se encuentran sometidos es inexistente.

También como persona nacida en España en la dictadura y con conciencia histórica, tampoco puedo dejar de ver la importancia del derecho al voto que ahora no tengo. Los primeros años de mi vida tuvieron lugar en un lugar en el que un día como hoy no podría haber tenido lugar. En el que estar en desacuerdo con la política de derechas suponía un peligro real. En un sistema como el presente, que llamamos democracia, la falta de derecho al voto de un porcentaje significativo de la población es sencillamente un insulto al sistema político que decimos defender.

Esto sin olvidar que como persona a la que los papeles oficiales identifican como mujer, sé que mi derecho al voto no es algo que ha sucedido de forma fácil, y tampoco es algo que existe en todas partes.

Además, como persona perteneciente a varias minorías, como feroz defensora de políticas de izquierda extrema y no creyente en las virtudes sin fin de la democracia, como indignada y revolucionaria, sé que este sistema democrático que favorece la dictadura de las mayorías hace que mientras siga en pie sea completamente necesario mostrar mi oposición justamente mediante el voto. Abstenerse según nuestra ley electoral solo tiene un resultado: amplifica todavía más la tendencia mayoritaria. Y en este momento, la tendencia mayoritaria es la de un pueblo lleno de borregos que creen que un giro a la derecha va a ayudar a la gente oprimida. Como si la derecha hubiera tenido en algún momento histórico o en algún lugar del mundo alguna vez la intención de apoyar y beneficiar a los oprimidos y a los no pertenecientes a la élite.

Lo primero que he hecho esta mañana es levantarme a leer todos los periódicos españoles en Internet con preocupación. Intuyo que cuando lea esta noche los resultados, la preocupación se transformará en llanto.

5 comentarios:

  1. Cuantísima razón tienes, Lille.

    Mucho me temo que esta noche te acompañaré en el sentimiento. :'(

    ResponderEliminar
  2. Hola Lille :)

    Dices que "abstenerse según nuestra ley electoral solo tiene un resultado: amplifica todavía más la tendencia mayoritaria". Pero en mi opinión, esto no es del todo cierto: la abstención favorece a los partidos minoritarios, lo que verdaderamente amplifica la tendencia mayoritaria es el voto en blanco.

    La explicación reside en la famosa Ley D’Hondt: según nuestro sistema electoral, un partido debe recibir al menos el 3% de los votos totales para obtener representatividad. Los votos en blanco contribuyen a aumentar el número de votos totales, y así elevan el número de votos que cada partido tiene que recibir para llegar al 3% del total. Por lo tanto, dificultan que los partidos minoritarios saquen escaños y esto se traduce en un beneficio para los partidos grandes. De manera opuesta, al no votar se reduce el número de votos totales y resultan favorecidos los partidos pequeños.

    Hay un importante colectivo de españoles que no quieren votar ni a PP ni a PSOE y que prefieren apoyar a los partidos minoritarios. Pero muchos no se identifican con ninguno de ellos en particular, o dudan a cuál votar, y es frecuente que acaben votando en blanco. Y creo que la mayoría de ellos ignoran que, si su intención es beneficiar a los partidos minoritarios en general, es mucho mejor que se decanten por la abstención.

    Con esto no quiero decir que lo mejor sea abstenerse. No cabe duda de que lo ideal es buscar un partido con el que te identifiques y darle tu voto. Pero desde luego, aquéllos que no vayan a votar a ningún partido concreto, para ir a votar en blanco es mejor que se queden en casa.

    Saludos :)

    _Elvira

    ResponderEliminar
  3. Lille, en España ahora hace falta preocuparse de cosas importantes como poder poner un plato de comida caliente todos los días. Quieras o no, España es un país capitalista y por tanto necesita ajustarse para que el ingreso sea igual o mayor que el gasto. Si tienes una fórmula de izquierda revolucionaria que solucione los problemas de nuestro país, creo que tardas en proponerla.

    También cabe la posibilidad de convertir España en otro modelo de estado, e incluso proponer la desaparición del estado y reconvertirlo en una sociedad tribal, comunitaria, etc. No sé si los vecinos estarán muy de acuerdo en ello, pero mientras que discutimos si son galgos o podencos, sigue sin haber comida caliente sobre la mesa.

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Elvira, por tu sabia explicación.

    ResponderEliminar
  5. Mariano, esto es contestar sobre lentejas cuando hablamos de sistemas políticos y discriminación. Falte o no falte comida en los platos, el sistema actual no favorece a la mayoría de los que tienen alguna relación con España ni tampoco a las minorías oprimidas. Falte o no falte comida la derecha siempre va buscar "soluciones" para sí misma, no para todos. De hecho, a la derecha precisamente no le faltará la comida. A todos esos que han votado sin saber de política ni de economía es a los que les va a faltar la comida, y más todavía desde la victoria del PP.

    ResponderEliminar

Si tienes problemas para dejar tu comentario, vuelve a pulsar en "Publicar". Casi siempre con insistir un par de veces funciona. Si no también puedes enviármelo a mi email en lilleskvat(a)gmail.com