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17 julio 2008

Al salir del tailandés


Copenhague parece un sitio muy seguro en el que nunca ves cosas desagradables... O eso es lo que los que vivimos aquí pensamos, porque no siempre es así. Lo que pasa es que habitualmente los sitios malos son pequeñísimos y por ellos no se pasa o al pasar casi ni te das cuenta de lo pequeños que son: por ejemplo la puerta de un par de iglesias (curiosamente, sí), una en Nørrebrogade, otra en Istegade.

Pues el otro día al salir de comer tailandés en un sitio muy barato descubrimos otro de esos "rincones malos" de la ciudad. Además fue un poco como imbéciles. Primero vemos que el suelo está lleno de envoltorios de plástico de esos de agujas. Avanzamos y dos coches más allá vemos que el suelo está lleno de jeringuillas usadas y sangre por el suelo. Seguimos sin darnos cuenta y un coche más allá está un tío sentado en el suelo pinchándose en el brazo. En fin, muy bonito espectáculo. Si existiera un lugar donde pincharse en paz ni nosotros tendríamos que ver ese bello show ni él tendría que estar agobiado mirando que pasamos a su lado, ni la gente tendría que preocuparse de dónde pisa al pasar por la calle.

Por cierto, y ya como curiosidad extraña. Parece ser que las jeringuillas que usan aquí los drogadictos son diferentes a las de España. Allí las que yo he visto por el suelo son muy finas y largas. Aquí son cortísimas y más gordas.

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