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30 junio 2011

Bifobia según el género

Viviendo como vivo tan metida dentro del ambiente LGBT+ con una identidad que se puede englobar dentro de la etiqueta "bisexual" (aunque no sea la que yo suelo utilizar) y al mismo tan fuera del armario en el resto de mi vida, tengo mucho contacto tanto fuera como dentro del ambiente con gente que reacciona de forma bífoba o que ha vivido reacciones bífobas. Y creo que en lo que vivo y escucho hay una tendencia a que la bifobia dependa del género.

Parece que las mujeres bisexuales tienen más fácil vivir su bisexualidad de forma abierta fuera del ambiente LGBT+ que dentro del mismo. En la sociedad en general parece que a los hombres heterosexuales les suele parecer algo excitante y a muchas mujeres heterosexuales algo "como un juego", una especie de moda siguiendo a Madonna, Lady Gaga, Katy Perry y compañía, algo que se puede probar. Por supuesto, es aceptación falsa. Un hombre heterosexual por lo general ve la bisexualidad como una forma de llevarse a la cama a dos mujeres, o al menos de estar con una que es "ligera de cascos" y con la que se pueden hacer otras cosas. Es decir, todo muy sexual y nada que deseen asociar a sus hermanas, madres o futuras madres de sus hijos.

Y al contrario, parece que los hombres bisexuales fuera del ambiente LGBT+ tienen una enorme dificultad para ser aceptados en nuestras sociedades occidentales. Su bisexualidad se entiende como homosexualidad encubierta, falta de hombría, perversión y debilidad. No forma parte de una moda, no es algo que se deba probar. No se va diciendo. 

Sin embargo, en el ambiente en teoría LGBT+, que en la práctica por supuesto es un mundo lleno de normas homosexuales y cisgénero, parece que la reacción bífoba se torna. 

Los hombres bisexuales dentro del ambiente no parecen vivir tanto rechazo como fuera del ambiente. Si bien sigue siendo cierto que muchos consideran que la bisexualidad es homosexualidad en el armario, no parece que suponga un problema tan grave que el hombre bisexual haya estado con mujeres anteriormente o pueda tener interés en mujeres en el presente. Supongo que en parte esto se debe a la cultura gay machista dominante que mantiene el discurso de los heterosexuales sobre el mayor interés por el sexo si eres un hombre y la independencia del sexo y los sentimientos. En ese discurso, un hombre bisexual es solo un hombre que quiere mucho sexo y que no necesita sentimientos para ello, y los hombres homosexuales con los que tiene sexo (o una relación) son también hombres que no tienen que dejarse preocupar por lo que ese hombre haga o haya hecho en otras camas.

En el extremo opuesto pero dentro del mismo discurso machista tenemos la reacción que las mujeres bisexuales encuentran dentro del ambiente cuando interactúan con lesbianas. Las reacciones bífobas dentro de la comunidad lésbica son enormes y constantes. El rechazo se expresa de forma violenta y desagradable, lo que hace que las mujeres bisexuales no se sientan en absoluto bienvenidas (porque tampoco lo son) dentro del ambiente. Una mujer bisexual es vista por estas lesbianas como una traidora, es decir, o bien una heterosexual haciéndose pasar por homosexual o bien una homosexual que ha aceptado el sistema, que no tiene "orgullo de mujer" ni "orgullo lésbico" y que, por tanto, en la práctica es un peligro porque no se puede confiar en ella. Las menos agresivas todavía ven la bisexualidad como confusión y temen (como la de la foto) sufrir ellas mismas las consecuencias de esa supuesta confusión, o sea, ser abandonadas por un hombre, o no ser capaces de satisfacer a la mujer bisexual que "ya ha probado un pene" por no tener ellas uno. Todos por supuesto argumentos bífobos en los que se escudan para expulsar a las mujeres bisexuales de sus círculos y maltratar a las pocas que se quedan y de forma abierta declaran su bisexualidad.

Resumiendo, por lo que veo la bifobia es un problema grave en todos los ambientes, pero lo es de forma mucho más explícita y agravada entre las mujeres cisgénero lesbianas y entre los hombres cisgénero heterosexuales

29 junio 2011

A tu casa

En un par de horas me has invitado a tu casa. Estoy emocionada y al mismo tiempo aterrada. Tu sms de invitación parece tranquilo. Y eres tú quién ha sugerido que vaya allí en mitad de un día de verano. Pero por otra parte el pasado y tu comportamiento del último par de semanas me dicen que me tengo que preocupar por tus ataques de pánico. Y eso me agobia enormemente. Me estoy imaginando entrar por la puerta y que me hagas un poco más o menos lo mismo de hace un año: te he pedido que vinieras para decirte que no quiero hablar más contigo. O para decir que no quiero nada que no sea amistad contigo. O para informarte de que no te voy a volver a tocar ni un pelo. El pasado, aunque no lo quiera así, me hace sentir precaución.

28 junio 2011

Feliz día del orgullo bisexual

28 de junio. Por fin de nuevo en tu sofá. Llevo un par de semanas que no dejo de soñar con este momento. Soñar dormida. Soñar despierta. Tu sofá tan pequeño y esos ojos marrones que me miran con esa intensidad que me hace arder por dentro y desearte entre mis brazos y entre mis piernas.

La luz de las ventanas del edificio de enfrente y la claridad de esta noche calurosa de verano nos permiten poder estar así sin tener que encender la lámpara sobre nuestras cabezas, igual que la noche que hablamos por primera vez de todo esto, igual que la noche en la que te dije lo indecible.

Tienes la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo y hacia la izquierda, y yo en ello veo una timidez y al mismo tiempo una invitación descarada que me parecen encantadoras. Estás tan cerca en tu sofá minúsculo y aún así todavía no nos tocamos. Solo me miras y yo me deshago y no puedo dejar de mirarte. Sin pensarlo muevo mi brazo y mi mano toca tu piel. Con ello, me sorprendo a mí misma y busco tu reacción. Tus ojos sonríen aunque tu boca sigue seria, en silencio. A lo largo de todos estos años mientras hablábamos te he mirado a los labios en lugar de a los ojos. Sin embargo ahora es diferente, ahora siento esas terribles ganas de besarlos y eso me desconcentra. Muevo mi mano por tu piel y me encuentro con tu cuello, tan delgado, tan femenino. Aparto tu pelo y al hacerlo te acerco un poco hacia mí. Por fin tu boca también sonríe y me resulta tan invitante que sin darle más vueltas me acerco y te beso. Suavemente. Apasionadamente. Te estoy abrazando y tú a mí. Eres tan pequeña y tan suave. Pareces muy delicada y eso me encanta. Tu lengua toca mis labios, acaricia mi lengua. Tienes los ojos cerrados y me fascina verte tan cerca, sentir tu cuerpo cada vez más cerca del mío, tu pecho entre los míos. Das calor y es una sensación muy agradable. Me siento cómoda contigo.

El tiempo se detiene mientras seguimos besándonos y no puedo dejar de notar ese pecho que continúa pegado a mi cuerpo. Con esa camiseta ajustada que llevas me resulta muy fácil encontrar un hueco para deslizar mi brazo por dentro y acariciar tu espalda presionándote contra mí. Mi mano tiene que probar a tocar esa curva que tanto me está llamando. Cuando paso la mano sobre tu sujetador tu pezón se eriza. Cuando levanto tu sujetador y libero bajo la camiseta a tu cuerpo de semejante artificio, me derrito en agua al tener tus pechos en mis manos. Te tengo que arrancar la camiseta, necesito verte.

Me fascino observándote. Tus pezones son más oscuros y más grandes que los míos y eso me parece muy atractivo. Mis labios se pasean desde los tuyos hasta tu vientre por el centro de tu torso. Después mi lengua sube siguiendo el mismo recorrido hasta tu cuello. Quiero tocar tu piel con mi piel, así que me quito mi camiseta mientras tú sonríes e inmediatamente hago lo mismo con el sujetador. Te cojo la mano y la pongo sobre mi pecho mientras me acerco a ti y te vuelvo a besar. En la boca, en el cuello, en las axilas, en el esternón, en el costado, en el ombligo. Me dan ganas de jugar con tus pezones, lamerlos, humedecerlos, ponerlos junto a los míos.

Me fijo en tus pantaloncitos. Son esos que llevabas la otra vez que estuve en tu sofá jugando. Hoy, como ese día, te pongo la mano en el muslo y sin pensarlo la deslizo por debajo del pantalón hacia arriba y veo, igual que entonces, en tu cara de excitación y de sorpresa que la idea te gusta. Eso me excita a mí también, por lo que continúo por debajo del pantalón hasta tu ingle. No quiero tocarte entre las piernas todavía, quiero jugar contigo, desesperarte. Así que saco la mano y veo en tu cara un pequeño atisbo de decepción y eso me divierte. ¿Así que era eso lo que querías? Tendrás que pedírmelo. Bastante te he pedido y te he dicho yo a ti ya.

Continúo besándote por el cuerpo, te cojo de la cadera, aprieto tu culo hacia mí, pero sigo sin quitarte los pantalones. Me divierte ver tu expectación. Me hace desearte tantísimo. Bajo mi cara y te beso los muslos y vuelvo a subir pasándola muy cerca de tu entrepierna pero sin llegar a tocarte. Noto la humedad y tu olor. Eso me embriaga de pasión. Te miro y tienes una expresión casi suplicante, pero sigues sin decir una palabra. ¿No vas a decírmelo? Bueno, entonces tendré que quitarme yo mis pantalones. Me pongo de pie y me miras un poco atónita. Me bajo los pantalones y me quedo allí, en bragas de pie mirándote en tus pantaloncitos cortos. No me acerco, te miro sonriendo, ardiendo de deseo, pero no me muevo. Dudas unos instantes pero al final te pones en pie y te acercas a mí. Me vuelves a besar y tú me quitas las bragas a mí, supongo que sugiriendo que yo haga lo mismo contigo. Pero no lo hago. Espero con impaciencia a que te atrevas a poner la mano entre mis piernas. Te miro con tal deseo que acabas entendiéndolo y cuando me tocas descubres que hasta mis muslos están húmedos. Eso te hace sonreír y por fin me pides que te quite los pantalones. Y yo, obediente, te hago caso y ya aprovechando que te tengo de pie, deslizo tus bragas también hasta tus tobillos. Estamos de pie en la mitad del salón de tu casa, la luz es muy tenue y la atmósfera muy íntima porque las luces de las ventanas de enfrente ya se han apagado. Con esta luz de esta noche de casi luna llena estás preciosa.

Me pides que espere un segundo y te vas. Vuelves con un edredón que colocas en el suelo. Casi en un susurro me invitas a tumbarme a tu lado acostándote tú. Pero yo no quiero acostarme a tu lado, quiero acostarme sobre ti para poder seguir besándote por todo el cuerpo. Me encanta pasar mi lengua por tus muslos y subirla despacio hasta tus ingles, que están saladas por la humedad. Me encanta acercarme a tu coño pero alejarme justo en el último instante. Me encanta porque quiero que me obligues a quedarme. Quiero que tengas el valor de buscar eso que deseas. Tú en lugar de ello me tocas a mí con tus manos. Eres mucho más directa y, como al quitarme la ropa, vuelves otra vez a colocar tu mano entre mis piernas. Eso me gusta y te dejo hacer. Me resulta tierno y a la vez muy excitante sentir tu curiosidad. ¿Será aquí dónde se toca? ¿Es así cómo se hace? Por supuesto, no me lo dices, pero veo que eso es lo que estás pensando y me divierte. Te guío con mis movimientos y con mis manos. Y cuando estoy a punto de explotar me separo de tus manos y acerco mi cara a tu ombligo. Empiezo a bajar y me detengo. Desde lo alto escucho en un susurro: "no pares...". Eso me encanta y como por fin has sido valiente te doy la recompensa. Acerco mis labios a tu clítoris y respiro profundamente para que sientas el calor y la humedad de mi aliento. Y tú, ardiendo en desesperación, arqueas ligeramente tu espalda desplazando tu cuerpo hacia mí, con lo que mi lengua saborea tu deseo.

Me sumergo en tu sabor, me envuelvo de tu olor. Me maravilla oír como se va agitando tu respiración. Me dejo mecer en tus movimientos y noto mariposas en el estómago al sentir como tu cuerpo se contrae y se expande en mi boca mientras tu respiración se llena de gemidos y mi boca se llena de ti en tus espasmos de placer. Después me dejas que te observe desnuda y eso aparentemente te excita otra vez porque tu mano vuelve en busca de lo que no terminó antes. Tú también quieres verme al quebrarme de placer. Y yo, extasiada, te dejo hacer, curiosear, investigar, probar, sentir... jugar haciéndome vibrar de placer.

Me tumbo a tu lado y te abrazo cogiéndote por la espalda. Nos quedamos así en silencio un buen rato, desnudas en la oscuridad que cada vez es más clara en estas noches de junio. Cuando creo que estás casi dormida te susurro algo al oído y tú, que aparentemente no estás tan perdida en tus sueños como creía, me sorprendes acercando tu cabeza más a la mía como acariciándola y regodeándote en mis palabras y en la noche conmigo.

Feliz día del orgullo bisexual. Con deseo y con amor. Ya sabes dónde encontrarme.

27 junio 2011

No soy mujer pero algunas escenas entre mujeres me llegan más

Hay algo que me confunde, me sorprende y me parece de esperar, todo al mismo tiempo. Como ya sabéis, aunque el género que me asignaron de pequeña fue mujer, nunca me he sentido del todo una mujer. En los últimos años he empezado a liberarme de esa etiqueta, primero identificándome como queer y finalmente como persona transgénero. Y sin embargo, me doy cuenta de que cuando veo escenas de amor y sexo entre dos mujeres en una película me llegan de una forma que no me llegan ni las escenas heterosexuales ni las que hay entre dos hombres. Solo el sexo y amor entre mujeres o el sexo y amor con transgéneros o intergéneros produce en mí esa identificación, esa sensación de que algo me afecte más. Y es curioso porque en mi vida hasta ahora creo que he tenido aproximadamente la misma cantidad de sexo con mujeres que con hombres, y en ese sexo siempre ha habido una persona trans: yo. Por eso, no entiendo por qué tendría que sentir una conexión más directa con un determinado tipo de sexo, y sin embargo compruebo casi cada vez que es así. Y al mismo tiempo, siendo socializada como he sido como mujer y teniendo una identidad andrógina supongo que es más comprensible que me identifique con mujeres y personas andróginas que con hombres. ¿Pero por qué no tengo esa misma conexión viendo escenas de sexo heterosexual cuando es algo que no está tan lejos de mi propia vida?

26 junio 2011

Horrible almuerzo danés

Ayer tuve una reunión todo el día. Eso supuso tener que hacer una pausa para almorzar. Y el almuerzo corría a cargo de los organizadores de la reunión. ¡Horror! Si se trata de un sitio con un poco moderno puedes tener la suerte de comer algo que no consista básicamente en lácteos, carne, huevos y pescado. Pero si te toca la comida habitual danesa sinceramente la has cagado si eres vegetariano, vegano o tienes intolerancia a la lactosa o los huevos, y te tendrás que quedar sin comer, o tal vez puedas apropiarte de un pepino o una manzana como único alimento mientras los demás se atiborran a ensaladas de patata y carne con toneladas de mayonesa, paté de hígado de cerdo, arenques en salsa con nata y huevo, pan con mantequilla, huevos cocidos y varios tipos de fiambre de cerdo. Y así cada día. Lo gracioso es que luego se sorprenden de que su esperanza de vida sea menor considerando la porquería que se meten cada día de su vida y no en dosis pequeñas.

25 junio 2011

Borrarte de mi vida

Ya no sé ni contar la de veces que me he planteado esta semana si borrarte de mi vida de una vez por todas. Quitarte de Facebook, bloquearte de mi blog, bloquearte de mis emails, borrar tu número de teléfono y no volver nunca a contestar. Estoy harta de ver lo mismo. Creía que ese tiempo sin hablar conmigo te habría enseñado que no estoy por la labor de someterme a ti y a tus juegos. Creía que habrías aprendido que no estoy aquí para ti si me tratas con desdén. Y sin embargo, así es otra vez. Aquí estoy viendo como tus constantes toques cuando no los quería se han transformado en un silencio abismal ahora que es cuando tendrías que hacerlos. Todo mientras me dejas ver como intentas llamar la atención de los machos que no te hacen caso, igual que hacías conmigo hasta hace un par de semanas. ¿Para qué quiero yo esto en mi vida? ¿Para qué tanto insistir y luego reaccionar así? Estoy cansada de ti. Creo que al final lo más sensato será borrarte antes de dejarme liar más la cabeza con tus juegos.

24 junio 2011

Homofobia internalizada

Mi amiga es bisexual. Aunque siempre ha tenido relaciones con hombres, en los últimos años ha buscado mucho más el contacto con mujeres y se ha movido en el ambiente LGBT+. Tanto que desde que la conozco siempre me ha parecido que tenía clara su identidad bisexual, y su comportamiento era sin duda también bisexual, aunque siguiera repitiendo que su interés principal son los hombres. En realidad eso no es sorprendente, ya que la mayoría de la gente que se declara bisexual parece tener preferencia por uno de los géneros. Lo que es poco habitual sin embargo es que la gente que tiene preferencia por el supuesto género opuesto se mueva más en el ambiente LGBT+ que fuera de él. Pero así es en su caso. 

Ayer me cuenta que ha conocido a una chica con la que por primera vez ha empezado a tener una relación más seria. Las mujeres con las que había estado antes eran rollos de una o varias noches, nada profundo, nada que afectara a sus sentimientos de forma clara. Y además eran un determinado tipo de chicas: lesbianas femeninas que, en su forma de ver el mundo, dice que sacaban en ella la parte masculina. Sin embargo esta chica con la que está ahora, además de querer una relación seria, es muy masculina, lo cual dice que saca de ella la misma parte femenina que cuando está con los hombres. ¡Y esos dos aspectos hacen que se sienta confusa!

Mi amiga de repente ve que no es capaz de imaginarse a sí misma con una mujer como pareja estable. Que no es capaz de interpretar lo que siente por la mujer del mismo modo que interpretaría lo que siente por un hombre. Que aunque desea su cuerpo y siente algo que es capaz de llamar enamoramiento, al mismo tiempo no puede ver que es el mismo deseo y el mismo enamoramiento que viviría con un hombre. Que aunque siente que su cuerpo se abre a esa mujer, al mismo tiempo siempre reacciona con un poco de pánico al iniciar cada contacto físico. Que siente deseo y fascinación por las formas femeninas de esa mujer, pero a la vez siente rechazo y una cierta repugnancia física. Que su mente y su cuerpo interpretan a esa mujer masculina como lo harían con un hombre y al ver y notar que no lo es, siente desagrado y al mismo tiempo excitación. Que aunque siente algo más intenso con ella que cuando está con los hombres, no es capaz de llamar a eso que siente con las mismas palabras que utilizaría para los hombres. Que aunque cuando está con ella se siente muy cerca, cuando se aleja y no la ve siente frialdad y se ve reaccionando en busca de alguno de esos hombres. Que en la lejanía la echa de menos y al mismo tiempo siente alivio de no tener que verla y se encuentra pensando en los hombres y no en ella.

Preocupada, mi amiga, me pregunta a mí, la única otra bisexual que conoce que se mueve por el ambiente LGBT+ aunque tenga una vida en apariencia heterosexual, si es normal lo que le sucede. Cree que nadie puede entenderlo. No se atreve a hablar con lesbianas sobre ello, tampoco con heterosexuales y cree que los bisexuales que hay en el ambiente LGBT+ en la práctica son como homosexuales y tampoco van a entender sus dudas. Se siente culpable por hacerle eso a su novia, asustada por reaccionar así y confusa sobre su sexualidad preguntándose si en realidad no será heterosexual por mucho que haya buscado y tenido contacto con mujeres, y si no será que está haciendo algo que va en contra de su propia naturaleza. Siente miedo por sus reacciones físicas y cree que todo lo que le sucede es una contradicción. Vive su deseo y su repugnancia como cosas separadas que no es capaz de entender. Su amor y su temor como elementos no relacionados que no se pueden dar en la misma persona. Para ella parece que tiene que ser blanco o negro, por mucho que quiera ver los grises, por mucho que los sienta.

Lo que le pasa no sé si es normal y tampoco me parece relevante, pero habitual sí que es. De hecho, como le dije, creo que sencillamente es homofobia internalizada (y bifobia internalizada). Ha crecido en una sociedad heterosexista en la que lo único que se podía esperar es que acabara con un hombre. Ha tenido una vida en apariencia heterosexual durante muchos años. Se mueve en dos ambientes (el heterosexual y el LGBT+) igual de llenos de normas que dicen que o bien eres lo uno o bien eres lo otro, que o bien sientes una cosa o bien la otra, que o bien funciona o no funciona. Entre los homosexuales por lo general solo se vende la historia de éxito final, esa que dice que "todo encaja" cuando por fin estás con alguien de tu género. No se reconocen públicamente los miedos y la lucha interna que ha tenido lugar en la cabeza hasta llegar a la conclusión de que lo que hacías o sentías era lo natural para ti. Entre los heterosexuales por lo general no se acepta que se pueda sentir deseo o atracción por alguien de tu género. Nadie se quiere reconocer homófobo, especialmente nadie que viva como homosexual. Y ella por ello ha internalizado su discurso. 

La homofobia, bifobia, transfobia e intersexfobia internas son en realidad las mayores barreras contra las que luchar como persona LGBT+, al menos en los países en los que las leyes no nos persiguen. Vivir como persona LGBT+, tener sentimientos o identidades LGBT+, estar fuera del armario, moverse en el ambiente, no tener consciencia de sentir rechazo por otras personas o actos LGBT+, tener orgullo LGBT+, ser activista y demás, no es lo mismo que no sentir ese rechazo de forma inconsciente, no es lo mismo que no haber internalizado una parte o todo el discurso fobo de la sociedad en la que nos movemos.

Así, mi amiga está segura de no sentir nada negativo por otras personas homosexuales o bisexuales. Y sin embargo a la hora de iniciar una relación sus dudas afloran, su educación la oprime, su pasado la condiciona. Y todo eso le produce una gran ansiedad y falta de comprensión hacia su propio proceso. Como ella cree sobre sí misma que por supuesto "no SOY homófoba", porque vive de forma abierta como bisexual, tiene una infinidad de amigos LGBT+ y ha tenido relaciones esporádicas con mujeres, al confrontar lo que siente y lo que vive ahora, al ver sus miedos, de forma racional llega como posibilidad a la conclusión de que "tal vez YO no soy así aunque no tenga problemas con que otros lo sean".

Pero, por supuesto, lo que sucede es que una cosa es aceptar de forma racional a los demás y otra cosa muy diferente aceptarse a sí mismo y no tener ningún sentimiento negativo hacia lo que uno vive como fuera de la norma. Aprender a aceptarse como persona fuera de la norma es un proceso. No sucede de la noche a la mañana. A la mayoría nos lleva muchos años. Hay que acostumbrarse a verse como una persona diferente a la que se creía ser y a aceptar los propios deseos y sentimientos. Sería mucho mejor que en el ambiente LGBT+ se tuviera mayor conciencia de este proceso. Ayudaría a los que están pasando por él.

23 junio 2011

Noche de San Juan

Otra noche de San Juan contigo en la cabeza. El año pasado me recuerdo sentada en el suelo en mitad de Blågårdsplads llorando desconsoladamente. Lo mismo poco después junto a los lagos. La oscuridad iluminada por las hogueras mezclada con un dolor y una desesperación que me oprimían el corazón, martilleaban mi cabeza y no paraban de hacer manar el agua salada de mis ojos. Seis días después dejaste de hablarme. Moribunda como estaba, terminaste de rematarme. Un año entero me ha llevado ser capaz de aceptar volver a verte. Y no lo hubiera hecho nunca si no me hubieras estado contactando de forma insistente durante meses. Hoy es San Juan y veo que hablar contigo otra vez solo termina en amargura. ¿Dónde estás ahora? ¿Por qué ya no escucho tu voz ni siento tus constantes golpecitos en mi espalda? ¿Por qué tengo que revivir esto cuando yo había decidido que todo había terminado? ¿Por qué me tienes que volver a hacer sufrir cuando en realidad nada en ti ha cambiado en este año? ¿Para qué despertar en mí algo que después de todo aquel dolor había olvidado cuando tú no quieres nada así conmigo? Déjame vivir en paz. Yo a ti no te haría esto.

Lo contrario de trans no es normal

Que la gente en general no sepa que lo contrario de "transgénero" no es "normal" sino "cisgénero" no me sorprende, aunque ya hago lo que puedo por intentar cambiarlo. Pero que los que trabajan con política LGBT+, y todavía más los que trabajan con cultura LGBT+ sean capaces de oponer la palabra "trans" a la palabra "normal""mujer trans" a "mujer", y que de hecho no entiendan cuando yo la digo "cis", me parece lamentable, peligroso y otra prueba más de la falta de integración, aceptación y comprensión de la T dentro del ambiente LGBT+. 

22 junio 2011

Por qué ya no visitas mi blog

No lo entiendo. Te pasas meses y meses leyendo mi blog sin que hablemos y ahora que sí que hablamos, ahora que nos hemos visto un par de veces y sabes que es más probable que hable de ti, dices que dejas de leerlo. ¿Ataque de pánico? ¿Falta de interés? O me lo explique...

21 junio 2011

Weekend con algo que desearía copiar

Este fin de semana he visto la película británica Weekend (2011) de Andrew Haigh. Se trata de una historia de sexo y amor entre dos hombres homosexuales que se desarrolla en un único fin de semana. Se conocen en un bar, tienen sexo y después hablan y hablan y hablan y tienen sexo y siguen hablando. Desde luego, si no te gustan los monólogos ni los grandes diálogos, esta no es tu película, pero a mí, que sí que me gustan ambas cosas, esta peli me ha gustado. Los personajes son complejos. La base del guión de hecho es mostrarnos las múltiples capas de estos dos hombres. El resto, la historia, es sencilla. Chico conoce chico en una situación en la que solo pueden pasar un fin de semana juntos. Ya está.

En realidad lo que más me ha gustado de la peli es un detalle que yo desearía copiar para mi propia vida. Que tendría que copiar de hecho con mi tendencia al autoanálisis y el análisis de las personas a las que quiero, deseo y con las que estoy. Se trata de una cosa que hace Glen como parte de un proyecto artístico. Después de tener sexo la primera vez, coge una grabadora y le pide a su amante que cuente todo lo sucedido desde que se encontraron, incluida la experiencia sexual. Así tienen una conversación muy sincera y muy directa sobre lo que ambos acaban de vivir. Descubren qué funcionaba y qué sentía el otro. Me encantaría poder hacer eso con alguien la primera vez después de tener sexo. Tener la certeza de tener una conversación 100% sincera sobre deseo, acciones, sentimientos, expectativas, decepciones, sorpresas, etc. Yo creo que es justamente esa conversación lo que hace que los personajes se acerquen tanto en la película y creo que también sería algo que podría acercarme enormemente a la persona con la que acabo de tener sexo. Y lo que es también importante, creo que sería una forma de tener mejor sexo con esa persona después. Tanto por la confianza y la cercanía, como por el conocimiento adquirido sobre lo que funciona para ambas partes y lo que se espera y desea.

Yo creo que para mí sería relativamente fácil llegar a tener esa conversación. Viviendo como hago ahora con ese principio de decir las cosas siempre por delante y de forma sincera, creo que esto solo sería su consecuencia más directa desde el comienzo. Y creo que de hecho me haría sentir bien. Pero ¿será posible encontrar a alguien capaz de eso? ¿Querrá alguien ponerse en esa posición tan vulnerable? ¿O esto solo pasa en el cine?

20 junio 2011

Moralina en los cortos bien producidos

Últimamente estoy viendo muchísimos cortos de temática LGBT+ y me estoy dando cuenta de que los cortos escandinavos en general tienen un determinado estilo. Están bien producidos, parecen profesionales, con calidad, con buenas cámaras, buen sonido, buenos diálogos, buena fotografía, buena música, buen montaje, etc. comparados con los cortos que veo de muchos otros lugares que tienen un aspecto más amateur o underground. Por ello, en general son muy vendibles a los cines, festivales, televisiones y demás. Y sin embargo, si te fijas en lo que todas esas historias cuentan, en mi opinión prácticamente todas fallan en lo mismo: tienen una moralina encubierta que es la de la sociedad que representan. Lo cual se opone a muchos de los cortos menos fílmicos que provienen de otros países. Uno de los motivos puede ser justamente que los cortos escandinavos por lo general reciben apoyo económico para su realización y por eso tienen una mayor calidad, pero al mismo tiempo pierden su independencia al tener que vender la moral que los que conceden ese dinero son capaces de aceptar. Y que a menudo es una moral en contra de las minorías más oprimidas.

18 junio 2011

Algunos cambios de etiquetas


Para los que estáis suscritos a alguna de las etiquetas de mi blog pero no a todas las entradas, es importante que sepáis que acabo de cambiar algunos de los nombres. En concreto se trata de las etiquetas personal, cine y LGBT, que ahora tienen un nombre más corto o adecuado. Por eso, si estabais suscritos a esas, tenéis que renovar la suscripción ya que si no lo hacéis dejarán de llegaros las actualizaciones.

16 junio 2011

Algunos puntos comunes entre la lucha transgénero y la de trabajo sexual

Hace unos días escribía en esta entrada un ejemplo y en él hacía referencia a que la lucha por los derechos de las personas transgénero y la lucha por los derechos de las personas que hacen algún tipo de trabajo sexual tiene varios puntos en común o que se complementan. Alguien me contactó para preguntarme por esos puntos y prometí escribir esta entrada.

El aspecto más claro que ambas luchas comparten es el derecho al propio cuerpo, a hacer o dejar de hacer con tu cuerpo lo que te plazca independientemente de lo que la sociedad piense. Es decir, poder decidir con libertad sobre el propio cuerpo. Las personas transgénero queremos ser libres para decidir si cambiar o no cambiar nuestro cuerpo, ser libres para poder usar la ropa que nos haga sentir mejor, ser libres para mover nuestro cuerpo según nuestra propia percepción y no según las normas que se nos imponen. Las y los trabajadores sexuales quieren ser libres para utilizar su cuerpo del modo que les dé la gana sin tener que acomodarse a unas reglas sociales que dicen que el cuerpo no se puede utilizar de tal o cual modo.

Este aspecto está muy unido con el siguiente. El origen de nuestra falta de derechos es en ambos colectivos la normatividad, el cisheterosexismo, el machismo y el puritanismo de las sociedades en las que vivimos. Las personas transgénero son víctimas de una moral que dice que todo lo que tiene que ver con el cuerpo, con el género y con el sexo tiene que estar regulado. Solo aceptar las normas es posible si se quiere ser "normal". Si como transgénero decides cambiar tus genitales o implantarte silicona en el pecho estás llevando a cabo un acto que la sociedad cree relacionado con el sexo y por tanto lo juzga como juzga todo lo relacionado con el sexo que no se adapta a la norma, es decir, como algo negativo. Las personas que venden algún tipo de servicio sexual están llevando a cabo un acto sexual que no se adapta a la norma que tenemos en nuestras sociedades de sexo regulado dentro de una relación de algún tipo o sexo por amor o por deseo, y por tanto se considera que ese acto es algo negativo. Ambos colectivos sufren las consecuencias de la visión social sobre el sexo y cuerpo como algo "sucio", "amoral", "privado". Y las ideas sociales sobre género relacionadas con los genitales y las relaciones de poder.

Ambos grupos son criminalizados, penalizados y patologizados por una sociedad incapaz de aceptar gente que no se somete a las normas. Las personas transgénero son consideradas enfermas psiquiátricas. En muchos lugares también se las considera como criminales. Las personas trabajadoras sexuales son consideradas del mismo modo como criminales y como enfermas, ya que aparentemente según la moral imperante nadie en su sano juicio vendería sexo. Y si lo hace, desde luego esa persona no puede ser una mujer.

Esto nos lleva de vuelta al machismo. Una trabajadora sexual y una mujer transgénero están transgrediendo la norma que dice que el sexo es solo dominio de los hombres, y que no hay nada mejor en este planeta que tener un pene. Querer quitarse el pene o comportarse como si se tuviera uno es un sacrilegio. Dejar que alguien te introduzca un pene a cambio de dinero es parte del mismo sacrilegio. Por eso mismo, un trabajador sexual y un hombre transgénero también están transgrediendo esas normas machistas. El trabajador sexual está vendiendo sexo, no teniendo sexo porque lo desee. Es por tanto "poco masculino". Por otra parte se cree que es el pasivo en la penetración, y ya se sabe que un hombre que se deja ser penetrado "no es un hombre de verdad". En cuanto al hombre transgénero, se trata de lo que la sociedad entiende como "una mujer intentado hacerse con los privilegios de un hombre", es decir, una mujer que no acepta su rol y que además debe ser "una pervertida" porque se cree un hombre y por tanto tiene en teoría tanto deseo sexual como lo que no es. Por descontado, si el hombre transgénero no se opera o no desarrolla un gran pene, se transforma en un "hombre falso" en esta visión machista en la que la hombría se mide por la posesión  de un pene y su tamaño.

No hay que olvidar también el aspecto más visible que ambas luchas tienen en común. Debido a la dificultad que muchas personas transgénero tienen para poder obtener otros trabajos, existe una gran cantidad de trabajadores y trabajadoras sexuales que son personas transgénero. Por tanto, luchar por los derechos de un grupo equivale a menudo a luchar también por los derechos del otro.

Y por último recordemos que ambos colectivos se consideran en nuestras sociedades como el fondo, aparentemente no se puede caer más bajo. Por tanto, es una lucha común contra el clasismo de nuestras sociedades injustas.

Resumiendo, de forma general luchar por los derechos humanos y por los derechos de los trabajadores es algo que ambas políticas comparten en estas sociedades enfermas e injustas. Pero sobre todo y específicamente la lucha contra la moralina barata imperante en cuanto al uso del propio cuerpo y contra rígidas normas que intentan eliminar la libertad personal de autodefinición y acción por medio del control de nuestros géneros y sexualidades.

¿Y ahora también?

Hasta hace una semana no quería verte, no quería saber nada de ti, y entonces decías que me echabas de menos casi todos los días en algún momento. Ahora que ya te he vuelto hablar, ¿sigue siendo así? Estas son las cosas que me dan inseguridad y que me hacían no querer contestarte. De algún modo temo que ahora que ya has conseguido eso que tanto buscabas (que mostrara que sé que existes y que me importas) entonces deje de interesarte y ya nuevamente dejes de valorar la posibilidad de hablar conmigo. 

15 junio 2011

Popular en Internet, pero fuera...

Esto de tener un blog a veces es una cosa muy extraña. Alguna de las entradas que escribo tienen una gran difusión y miles de visitantes a lo largo del año. Me encuentro con artículos que me citan, gente que escribe sobre mí en sus blogs y muchos sitios en los que se me enlaza. Incluso fuera del ordenador a veces en el ambiente hispanohablante en Dinamarca o en el ambiente LGBT+ de España he escuchado a gente que menciona mi blog sin saber que es mío y me he quedado de piedra. En las estadísticas de Blogger veo que un gran porcentaje de la gente que me visita lo hace buscándome directamente a mí, o mejor dicho, a mi blog (porque escriben en Google "lille skvat"). Y sin embargo, toda esta popularidad de mis ideas y peripecias en Internet en la vida real casi siempre lo que veo es que me da problemas. Mis ideas, mis luchas, mi forma aparentemente completamente diferente de ser, mis inseguridades, mis certezas, mi seriedad, mi humor... parece que a una gran mayoría de la gente que encuentro le resulta difícil de entender e incluso aceptar. Me muevo en muchos ambientes diferentes y no parece que encaje bien en ninguno. Y aunque si bien es cierto que parece que en todos encuentro gente aliada que apoya mi forma de hacer las cosas, también encuentro muchísima oposición. Muchísima más que apoyo. A veces de la forma más agresiva y cruel.

Siento que la gente que llega a mi blog y acaba quedándose no me es fácil de encontrar en el mundo real. ¿Dónde estáis todos vosotros que parecéis compartir o al menos entender todas estas ideas que vierto aquí? 

14 junio 2011

F

Soy tu mejor amiga,
eso repites, muchos años ya.
Ironías de la vida,
toda esa luz hundida 
se puede sacar del mar.

Arrugas en mi alma,
hiel en mi paladar,
sombras de tu postigo.
Incansable verdugo
deja de marear.

F, F, luces del corazón
incendian tu cabeza, 
arde mi pelo con tu temor.
F, F, siempre en tu torreón.
Córtate ya tus trenzas
y te salvo de tu prisión.

De na' sirve el orgullo,
no son las palabras
lo que fluye entre las dos.
Yo sé que es una pena,
siempre nos queda otra,
hay que aceptar lo que comenzó.

F, F, luces del corazón
incendian tu cabeza, 
arde mi pelo con tu temor.
F, F, siempre en tu torreón.
Córtate ya esas trenzas
y te salvo de tu prisión.

11 junio 2011

Pasividad sexual

Hoy otro de esos ejemplos sobre roles de género aprendidos que me encuentro en mi vida sexual cuando hago cosas que no pertenecen a lo que muchos entienden como "sexualidad normal".

No sorprendentemente es otra vez en una situación parecida a la de la última vez. Yo con un hombre en la cama. Yo con ganas de ser la parte que penetra. Este hombre en otras ocasiones que hemos tenido sexo suele moverse, ser activo. Pero ahora, curiosamente, cuando saco un dildo, decide que es hora de tumbarse en la cama y dejarse hacer. Le entra la vena pasiva. Y yo me pregunto por qué. Ser penetrado no tiene nada de pasivo. Te puedes mover y participar en el sexo exactamente igual que cuando penetras. Puedes besar, acariciar, moverte, hablar, etc. Pero no. Aparentemente en la cabeza de este macho, si te dejas penetrar te conviertes en el receptor de todo beso, caricia, palabra, movimiento. O lo que todavía es más incomprensible, te conviertes en algo que aparentemente entiende como femenino, y por tanto adopta actitudes que asocia con la parte femenina en el sexo, esto es, la que se deja amar, la que se deja seducir, la que se deja convencer, la que se deja hacer.

¿Por qué amar con sentimientos es algo que tiene que hacer activamente una mujer y amar físicamente algo que pertenece al hombre? ¿Por qué se considera activo al que penetra y no al penetrado? ¿Por qué la actividad es una cosa asociada al género o el tipo de actividad sexual y no a las ganas que uno siente de moverse o hacer cosas? La gente necesita liberarse un poco de sus roles de género.

10 junio 2011

No hace falta que me vendas mis ideas, pero gracias

Últimamente me sucede algo a menudo que me deja un poco descolocada. Cuando estoy hablando con alguien, a veces esa persona me empieza a contar algo con la intención de mostrarme un pensamiento que sé que proviene de mí y que veo que la persona no recuerda que lo ha sacado de mí. Con tanto activismo aparentemente algunas de las ideas que expongo calan en la gente, tanto que finalmente esas personas acaban creyendo que son sus ideas, o al menos acaban olvidando que tuvieron una conversación sobre el tema conmigo días o meses antes, y en un intento de mostrar su ingenio intentan venderme mis propias ideas.

Al principio solo me pasaba con alguna gente que leía mi blog y no sabía que la persona a la que estaban citando era a la persona que tenían delante. Últimamente sin embargo me pasa también con gente con la que hago política.

Os pongo un ejemplo para que quede más claro de lo que hablo.

Hace unas semanas estuve haciendo activismo en favor de los derechos de las y los trabajadores sexuales. En las actividades también participaban muchas personas transgénero, pero una gran cantidad de estas personas estaban en contra de los derechos de los trabajadores sexuales y tampoco comprendían por qué en la actividad nos habíamos unido los dos grupos. Así que tuve que usar una gran parte del día en explicar los motivos por los que es importante defender esos derechos y los puntos en los que la política trans y la política de trabajo sexual se parecen, se complementan o son iguales.

Pues bien, hace unos días me encuentro con algunas de estas personas en otra actividad relacionada y escucho como una de ellas está defendiendo apasionadamente las ideas que tanto me costó hacer que entendiera. Lo más curioso es que se acerca a mí también para convencerme de ello. ¡¡¡Pero mujer, si fui yo quien tuvo que hablar contigo más de 2 horas de reloj para que lo entendieras!!! Sin embargo, no digo nada. Sonrío, afirmo que estoy completamente de acuerdo y se va satisfecha a continuar con su campaña, y al final incluso acaba en los periódicos explicando lo que originariamente eran mis argumentos.

En realidad no sé muy bien si sentirme halagada o un poco frustrada. Supongo que lo que sucede es que siento las dos cosas. Por una parte me frustra un poco tener que escuchar que alguien me quiera vender algo que sé que yo he escrito y la persona ha leído, o que yo le he dicho directamente. Es cansino no tener nunca ningún reconocimiento por lo que pienso y ver como esas personas (especialmente la gente con claras ambiciones políticas y deseo de poder) usan sus codos y algunos pensamientos no propios para empujar y subir en la escala, como me sucede más y más a menudo. Por otra, es maravilloso ver que mis ideas causan tanta impresión en alguien. Y además en realidad lo importante es que esas ideas, la defensa de unos derechos, se extiendan, independientemente del origen de las mismas.

Supongo que cuando veo que la persona que lo hace no busca poder sino derechos para todos me halaga y me agrada. Sin embargo a menudo lo que veo es que las personas que hacen estas cosas además de buscar derechos (que tampoco no suele ser para todos, sino solo para los que son "de su grupo") lo que buscan con mayor claridad es poder y eso me pone enferma y me hace sentir utilizada y pisada.

A veces como dicen por ahí la política da asco. Si en cosas tan pequeñas como estas en las que yo participo se ven estas cosas, qué no hará la gente que de verdad tiene ambiciones serias de llegar a la cima...

09 junio 2011

Somos TODOS tan poco normales

Reunión con un grupo de poliamorosos en su mayoría daneses (menos dos), heterosexuales (menos dos, casualmente las mismas personas y yo soy una de ellas) y cisgénero (menos uno, yo). Vemos una película, "Diario de una ninfómana", y a continuación charlamos sobre lo que hemos visto. La conversación, por supuesto, en seguida se transforma una vez más en lo que veo que se transforman todas estas conversaciones en grupos de este estilo (es decir, grupos de gente muy igual y con una determinada identidad): todos los que participan lo hacen para darse la razón entre ellos, para reafirmar su identidad, para sentirse parte de la norma que ese grupo en concreto ha establecido. En este caso, todos son hipersexuales, algunos de ellos considerándolo una adicción. Todos están no obstante de acuerdo en lo maravilloso de vivir la sexualidad plenamente, en la intensidad de la vida cuando incluye mucho sexo, en la ignorancia de la sociedad por rechazar el sexo o tener que esconderlo en amor y monogamia y, sobre todo, en lo excelentes que son por ser poco normales comparados con la mayoría y en lo mucho que sienten que se les discrimina o se les considera algo negativo por ser tan libres con su vida sexual. 

Leído así, en principio casi podría estar de acuerdo con muchas de estas afirmaciones. Y sin embargo veo algo patético y trágico en un grupo tan monocultural, monoracial, monosocial (pertenecían todos a lo que se considera clase media), monogénero, monosexual, mononormativo declarando su falta de normalidad. Lo único que hacía diferente a esas personas en ese momento para mí es que decían abiertamente que les gusta el sexo, mucho y con muchos, y ni siquiera en ello eran diferentes, porque estoy segura de que no todos los poliamorosos son hipersexuales, ni tampoco todos los presentes. Tener varias relaciones al mismo tiempo ni siquiera tiene que incluir sexo para todo el mundo... Lo que sucedió es que la primera persona que abrió la boca tras la película habló sobre su "adicción al sexo" y todos los demás siguieron el hilo. Aparentemente una vez más nadie se quería sentir excluido, nadie quería no ser normal dentro de ese grupo.

Por supuesto, escuchando con una mínima atención también se oían las contradicciones en semejante apego grupal a la falta de normalidad. Todos estaban de acuerdo con la enorme mayoría de las normas sociales, cosas como la necesidad de un padre o figura paterna en la educación de un menor o la dificultad de las mujeres en vivir su sexualidad (de lo que se deduce que aparentemente los hombres viven su sexualidad plenamente).

Así que me fui con una sensación de haber visto otra vez lo mismo: gente muy igual que se cree muy cool por ser diferente.

05 junio 2011

Sexo que te deja igual

Si escuchas a la gente y sus historias sexuales, o si ves películas, acabas suponiendo que después de un polvo hay que sentirse o bien en estado de sopor y a punto de dormir, o bien en plan charlatán, con tendencia a confesar cosas privadas, o bien con ganas de estar mimoso, de estar cerca. Pues yo a veces me siento como si nada. Sí, he tenido un orgasmo. O varios. Sí, he estado en trance durante un rato. Y ya. No tengo agotamiento físico, sopor mental, sensibilidad extra o ganas ni de dormir ni de irme corriendo ni de quedarme 10 horas siendo amada. Más bien me siento como si leo un rato o veo una peli o me tomo un té. OK, ha estado bien, pero es hora de levantarse y seguir con otras cosas. Y estoy por cierto hablando de cualquier tipo de sexo y también de casos en los que se trata de sexo con una persona por la que siento amor, no solo deseo.

03 junio 2011

Interés por la falta de interés

A veces me pregunto si de verdad tienes algo que decirme o si es que en realidad no hay nada y lo único que te pasa es que ahora no puedes conseguirme y por eso tienes interés en mí. Fuiste tú quién me dijiste que funcionabas así. Fuiste tú quién me dejó claro que si yo tenía interés el tuyo desaparecía por completo. Y ahora, qué curioso, cuando ya no quiero contacto tú sigues dándome toques, insistiendo, buscándome... pero sin terminar de hacerlo del todo. Seguramente en eso está la clave. Si me buscas del todo tienes que explicarte, tienes que tener un motivo... y apuesto a que el único que tienes es tu descerebrado interés por todo lo que no te hace caso. Por eso es más fácil seguir con las gilipolleces que buscarme de verdad y reconocer que en el fondo todo está vacío y que no eres capaz de sentir nada real por nadie, y desde luego menos por mí.

02 junio 2011

No es mi tipo

Te dije ayer que no es mi tipo y tú me preguntaste que entonces qué me pasaba en algunas épocas con ella. No lo sé del todo. No lo entiendo todavía después de todos estos años.

Al principio solo la veía como mi amiga. Jamás me permití pensar en ella como en una mujer que me pudiera atraer. Y como te digo, tampoco era mi tipo. Mi amiga del alma. Ya está... Pero es que eso es mucho al menos dicho por mí. A mis amigos de verdad los quiero mucho, ya lo sabes tú también.

Luego esa noche charlando en vuestra casa y jugando empecé a sentir cosas. Cosas que eran demasiado evidentes. Su interés, mi interés. El flirteo. De repente mi amiga, ¿ya no era solo una amiga? No podía entenderlo pero tampoco podía negar a las tantas de la madrugada dándonos las buenas noches en la oscuridad esas terribles ganas de besarla. ¡A mi amiga!

Ahora todos estos años después me río de mi escándalo. Ahora que pienso que está claro que algunos amigos te hacen sentir deseo no dejo de parecerme ingenua por no haberlo visto venir antes. Pero entonces me llevé un buen susto. ¡Con ella eso no podía ser así!

Las ganas de besarla se pasaron, pero de tanto que hablábamos sobre nosotras y lo que sentíamos la una por la otra, de repente lo que sucedió es que mis sentimientos cambiaron, se volvieron enamoramiento. Y se lo dije a ella y ella te lo dijo a ti.

Como te dije ayer, ese enamoramiento también se pasó. Yo me fui lejos. Ella se quedó contigo. Y seguimos hablando más o menos como si no hubiera pasado nada y con el paso del tiempo ya no sentía lo mismo. Sin embargo, eso que sentí entonces ha cambiado mi visión sobre ella y también sobre mí. Entonces me hizo ver que por algunos de mis amigos siento algo que no sé distinguir de lo que siento por mis amantes. Y me ha hecho ver que ella es muy especial para mí en mi vida, y por tanto tratarla de esa forma especial.

Pero no, sigue sin ser lo que yo entendía entonces por mi tipo. No lo ha sido nunca. Aunque lo cierto es que cada vez tengo menos claro qué es ser el tipo de alguien... o al menos cuáles son mis tipos... Todavía no he encontrado a alguien que sea imposible que sea mi tipo.

01 junio 2011

Máscaras

Por la vida de cada individuo pasan muchas personas. Algunas más importantes que otras. Con la enorme mayoría, el individuo representa un teatro en el que intenta interpretar el papel que cree adecuado para la función en curso. Con unos es profesional, con otros, colega; con aquellos, compañero; con estos, conocido; con los de más allá, familiar; con unos pocos amigo y en general con nadie es uno mismo, sin máscaras, sin roles, sin tonterías. 

En mi vida he llevado muchas máscaras y me he cruzado con mucha gente que también interpretaba roles. Así sigue siendo, y es natural, de hecho, con todos se empieza así, yo también. Aunque no mienta, sigo interpretando un papel, sigo mostrando solo la parte que quiero mostrar (o la que no puedo controlar), pero no todo y no a todos. Es imposible ser uno mismo desde el principio en todo momento. Además, es más fácil seguir las reglas, no mostrar lo que hay debajo de la careta porque hacerlo asusta, te vuelve vulnerable, indefensa y te quita el poder cuando todos los demás juegan a interpretar ese teatro para obtener poder y no ser pisados. Ir sin máscara, cuando te equivocas, duele. 

Y sin embargo, alguna rara vez puedes encontrar a la persona que hay debajo de la máscara. Eso normalmente solo sucede cuando tú también te quitas la tuya, cuando ambas personas dejan de interpretar ese teatro de roles y, durante unos instantes, son ellas mismas. Sin mentiras, sin escondites, sin tapujos. 

En mi vida solo en esos momentos me he de verdad acercado a alguien. Por supuesto que puedo tener crushes, sentir amor, atontamiento, fascinación, atracción, amistad, deseo, cariño, cercanía, interés, empatía y demás por personas con máscara mientras yo misma me escondo tras la mía. Puedo tener relaciones sinceras de amistad y de amor en mitad del escenario del teatro. Pero esas relaciones no me llegan a tocar del mismo modo. Son solo esos escasos momentos de autenticidad los que lo cambian todo, los que hacen que sienta algo que está en otro nivel completamente diferente. Y es esa escasa gente la que de verdad se queda grabada en mi corazón de forma imborrable.

Llegar a esto lleva años. Muchos. Hace falta sentir una confianza que solo la da el tiempo. Y lo cierto es que casi nunca he encontrado a nadie con quien me apetezca llegar tan lejos. Unas cuantas personas. Con ellas en algún momento dejé de interpretar un papel y empecé a ser yo. Yo cuando río, cuando lloro, cuando hablo, cuando me enfado, cuando bromeo, cuando estoy en éxtasis, cuando estoy en la mierda, cuando deliro, cuando desespero, cuando me esfuerzo y cuando apesto. Yo. Pero en realidad, curiosamente no es eso lo que me llega más adentro, sino ver que esas personas en algún momento también bajan sus barreras protectoras, se relajan y se muestran desnudas de todo artificio. Es esa desnudez simbólica (y muchas veces también real), la que hace la gran diferencia. Ver a alguien a quien quiero intensamente así, me desarma completamente y crea en mí una huella perenne que no se borra, ni siquiera con la distancia, el paso del tiempo o la eventual crueldad que esa persona pueda llegar a mostrar más tarde. Sin la máscara, aunque lo que haya debajo sea un monstruo, para mí siempre es más amado que el mejor embalaje de oro.

Llegar a cruzar esa frontera por ambas partes es casi imposible. Pero si sucede, aunque solo sea por unas horas, todo cambia para siempre. Una vez vista la figura, ¿quién quiere su sombra? ¿Quién quiere volver a esconderse tras el maquillaje blanco e interpretar nuevamente la vieja pantomima? ¿Quién puede seguir disfrutando el aroma artificial sin añorar la complejidad del sabor de la verdadera fruta? ¿Quién es capaz de fingir que el teatro es sincero cuando sabe lo que hay entre bastidores? Desafortunadamente algunos parecen querer conformarse con eso. Pero yo no puedo. Sufro. Y no quiero.

Quitarse todo el disfraz es un poco como salir del armario pero a lo grande. Antes de hacerlo parece imposible. Todo son dudas, miedos, angustias, suspicacias, inseguridades. Pero una vez fuera, cuando ves cómo puede ser tu vida en un mundo mucho más amplio y hermoso que esas cuatro paredes de madera tras las que creías protegerte pero que ahora sabes que solo te asfixiaban, ¿para qué volver a encerrarte voluntariamente? ¿Y cómo hacerlo sin llorar cada noche por no poder ver el ocaso?

Desde luego que yo ni puedo ni quiero vivir en el armario. Y tampoco detrás del antifaz. Una vez cruzada la frontera, ya no sé volver atrás. Ya no quiero volver atrás. Algo tan bello ya no me vale cubierto de lodo. Tanto es así, que he llegado a un punto en el que no quiero ni siquiera iniciar amistades reales o relaciones cercanas con gente con la que no creo que en algún momento podré llegar a tener ese nivel de realidad que es el único que acaba de verdad llenándome.

Eso no significa que no pueda tener amigos, encontrar a gente nueva, tener múltiples conocidos y acercarme mucho a algunas personas. De hecho, estoy en lo que debe de ser el período más social de mi vida. Me gusta tener gente a mi alrededor, aprender cosas, socializar. Pero, aunque todas mis relaciones son dentro de esa sinceridad que me esfuerzo en mantener a toda costa y con todo el mundo, no dejan de ser tras una máscara que cambia según el papel que me toque interpretar.

No obstante, siendo como soy, necesito una válvula de escape a toda esa farsa de cada día. Y es lo que encuentro y tengo con la persona con la que vivo. Y lo que deseo tener también con otras personas a las que amo con intensidad. Pero desgraciadamente esas personas que en algún momento tuvieron el valor de mostrarse desnudas, en el día a día no saben vivir sin máscara, sin teatros, sin mentiras, sin hacer de todas sus relaciones un juego de poder en el que intentar quedar por encima para esconder su miedo y su amor. Y yo, si tiene que ser así, prefiero no estar cerca. Aunque duela, lo hace menos que ver lo que veo cuando me acerco y solo me encuentro con la máscara.