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30 noviembre 2011

Romanticismo

Viendo y escuchando a la gente y su idea de lo que es ser romántico la verdad es que no lo entiendo. Aparentemente se considera romántico hacer cosas como estos ejemplos:
  • leer, recitar o crear poesía
  • cenar a la luz de las velas, mejor todavía si es algo "sofisticado" estilo "francés" o similar,
  • escuchar música lenta, clásica, baladas o semejante,
  • tener sexo calmado (aparentemente se dice "hacer el amor") durante toda la noche, mejor aún si es sobre una cama llena de pétalos de rosas, olor a incienso perfumado y más luz de velas,
  • viajar a París o Venecia,  
  • proponer matrimonio de la forma más exagerada posible, 
  • casarse con una fiesta que cuesta el salario de un año,
  • mirar cómo anochece o la luna en compañía de tu pareja, 
  • llamar a quien está contigo palabras cursis y usadas por todo el mundo en lugar de su nombre, 
  • mentir mientras miras a alguien a los ojos diciéndole que es la persona más bella del mundo o el único amor de tu vida,
  • llevar un anillo que te marca como "no disponible",
  • celebrar cualquier fecha, desde el aniversario hasta el más comercial San Valentín,
  • que sientan celos por ti,
  • regalar flores, chocolate o perfume,
  • dibujar corazoncitos con o sin el nombre de tu amado o amada,
  • prestar tu chaqueta cuando tienes frío, abrir la puerta y cualquier otro gesto de esos que se consideran "caballerosos" y que son resto de una mentalidad machista,
  • darse un baño de espuma con más velas, aromas y demás...
Y resumiendo, cualquier cosa que incluya penumbra o luz de velas, aromas artificiales, palabras supuestamente refinadas y pretenciosas, grandes declaraciones y demostraciones de sentimientos de forma normalizada y habitualmente también sexista (y por lo general insincera), mejor si es pública. Para mí hay pues una palabra que parece que refleja perfectamente esta idea de lo romántico: artificialidad.

29 noviembre 2011

Comentar o no comentar

Una actualización en tu perfil de Facebook a la que me apetece mucho, mucho, mucho contestar. Pero no sé si puedo. Lo cual es frustrante. No porque sea especialmente importante comentar (por lo general en Facebook nunca lo es), sino por esta sensación que se repite tanto de no saber muy bien qué es aceptable y qué no contigo y al mismo tiempo qué es mostrable a los demás y qué no. Si con un comentario se puede entrever o directamente dejo claro que me gustas o que estoy contigo o que tú lo estás conmigo, ¿qué pasa entonces? Porque todo eso es verdad, y al mismo tiempo por mucho que me digas que tal o que cual, yo sigo sin saber hasta qué punto vives como dices vivir, hasta qué punto te atreves a mostrar a todo el mundo lo que dices mostrar y hasta qué punto algunos de los machitos de los que te rodeas están realmente al tanto de lo que tú haces, sientes y dices. Y claro, no es cuestión de sacarte de todos tus armarios por medio de insignificantes comentarios o etiquetas en Facebook, si tú no lo deseas. Ni tampoco de hacer que a nadie le dé uno (más) de esos (incomprensibles) ataques de celos solo por abrir su Facebook. Pero, al mismo tiempo, para mí en la práctica se transforma en cierto modo en algo que se asemeja a vivir en una mentira dentro de diez armarios diferentes en los que no sé muy bien por qué estoy. Esto de tener cuidado por no mostrar nada en lo que digo es frustrante y bastante agobiante. Es como volver a la adolescencia cuando no entiendo la necesidad. Y sobre todo, cuando me hace sentir mal porque es vivir de la forma contraria a lo que predico y a lo que hago en el resto de mi vida.

Así que casi mejor hablémoslo claramente. ¿Puedo contestar a tu mucho, mucho, mucho algo tan directo como encuentra un hueco en el que prestarme tus labios y jeg skal nok besarlos mucho, mucho, mucho? ¿Me puedo permitir decir y hacer esas cosas en Facebook donde está él/ellos, tus amigos y tu familia?

28 noviembre 2011

¿Los trans te consideran trans?

Más de medio año después y charlando con alguna de la misma gente con la que tuve esta conversación, volvemos a tener otro de esos diálogos que me irritan:
Él: No tenemos ningún trans en el grupo.
Yo: ¡Pero otra vez!
Él: ¿Qué quieres decir?
Yo: ¡¡¡Que yo soy trans y ya te lo he dicho antes!!!
Él: Uhmmm...
Silencio. Caras que se miran.
Él: Pero, ¿los trans te consideran trans? Porque vale, tú tienes interés en cosas de trans, pero no es lo mismo que ser trans.
Yo: ¡Claro que lo hacen! ¡Solo vosotros insistís en esto! Y sinceramente me molesta.
Silencio. Más caras que se cruzan miradas.
Él: Bueno, lo siento. Es que no lo sabía, porque no pareces trans. 

Esta puñetera conversación es tan insultante a todos los niveles que ya no sé ni para qué decir nada. Aparentemente yo no tengo derecho a decidir mi propia identidad. Si los demás trans, es decir, los de verdad,  me reconocen como trans, entonces todavía esta gente puede con esfuerzo identificarme como trans, pero si no, por supuesto que no. 

Me pregunto yo qué le parecería a uno de estos homosexuales si me niego a reconocer su identidad y le digo cuando insiste en que es homo, que a no ser que los demás homosexuales, esos con pluma y pose femenina, esos de verdad, lo reconozcan como tal, no me parece que lo sea. Seguramente se ofendería enormemente y le parecería una falta de respeto tal que me tacharía de homófoba y llena de prejuicios. Y con razón. Pero si yo me atrevo a sacar el cartel de la transfobia y los prejuicios aquí se me acusará de histérica.

27 noviembre 2011

Mandarinas

Me estaba comiendo una mandarina cuando de repente me he parado a pensar que ese acto, tan cotidiano y tan insignificante, para mí es tan privado que normalmente no lo hago delante de nadie que no sea la persona con la que comparto domicilio. Comiendo las mandarinas de esa forma tan particular que, sin ningún motivo real, me parece tan poco mostrable, aunque cientos de veces me ha surgido la oportunidad de hacerlo estando de visita o en un sitio público, o bien me he quedado sin comer o bien me he decidido por otra fruta. 

Y así es como he visto que tampoco como mandarinas delante de ti ni teniendo la oportunidad y que, aunque tenga la confianza para compartir contigo algunas cosas muy íntimas, claramente no tengo ninguna confianza para compartir otras cosas supuestamente nimias. Y eso dice algo que no sé qué me hace sentir.

26 noviembre 2011

Mi familia y estar fuera del armario

Me preguntaba alguien si he contado a mi familia estas cosas que voy diciendo aquí. Bueno, en realidad se refería en concreto a mi identidad de género, a ser transgénero y a desear que me hablen con un pronombre por lo general masculino. Pero ya que estamos creo que esa pregunta se puede extrapolar a todos los demás aspectos no normativos de mi comportamiento.

La respuesta (como siempre) es un poco larga. Entre otras cosas porque no entiendo el concepto de familia del modo que supongo que lo entiende la mayoría. Y como ya he explicado aquí, para mí mi familia son las personas que yo elijo no las personas que comparten lazos sanguíneos o jurídicos conmigo.

Entonces, sí, claro, mi familia sabe de todo esto. ¿Cómo no van a saberlo si ellos son con los que quiero compartir todo esto?

Pero si además tengo que contestar a lo que saben o no todas esas personas que la sociedad ve como mi familia, entonces la explicación es más larga.

Todos, desde el primero hasta el último, saben que soy bisexual, porque todos han conocido parejas de varios géneros. Y me han oído decirlo y hablar de forma clarísima sobre ello. Hasta mi familia jurídica por la parte del hombre con el que estoy casada lo sabe y ha conocido a otras de mis parejas.

La gran mayoría sabe que soy anarquista relacional, porque han visto y oído de mis diferentes relaciones simultáneas. Y los que no lo saben, es porque la oportunidad no ha surgido, entre otras cosas porque vivo en Dinamarca, muy lejos de ellos.

En cuanto a ser transgénero, es un poco más complicado, porque no he tenido esa identidad de forma abierta y clara más que el último año y medio. Y no he estado en España en todo este tiempo, por lo que la gente con la que no tengo contacto habitual o contacto esporádico pero personal mientras estoy en Dinamarca, no ha tenido oportunidad de escucharlo. Pero vamos, los que me tienen en Facebook, tanto de mi familia biológica como de mi familia política lo saben seguro. Como los que hablan conmigo por Skype. Y mis hermanos conocen este blog, con lo que tampoco quedaría lugar a duda. Pero además con ellos en concreto también lo he hablado directamente.

Sobre el modo en el que quiero que se refieran a mí (todo esto de los pronombres y las terminaciones del lenguaje) estoy ahora empezando a salir del armario y pedirle a la gente que me hable en general en masculino. Así que solo unos pocos lo saben. Pero como ya habían oído lo de mi identidad de género, supongo que no les sorprenderá especialmente.

Sobre ser kinky, no es algo que oculte, pero tampoco es algo de lo que voy hablando a mi familia. Es decir, que si lo leen aquí o lo ven en Facebook, o si la conversación surge, pues vale, pero no hemos tenido esa charla que hemos tenido sobre otras cosas.

Y sobre todo lo demás, mi política, mis ideas y demás, pues depende de la persona. Si me gusta como persona o si considero que es relevante, pues claro. Si no, ¿para qué?

No sé si esto satisface la curiosidad o queréis saber más sobre las reacciones y demás...

25 noviembre 2011

¿Por qué tengo que poner el permiso de residencia?


Estoy harta de los pequeños detalles que me recuerdan que en este país no soy igual de bienvenida que si fuera danesa. Uno de ellos es la insistencia en pedirme poner información sobre mi permiso de residencia cada vez que necesito hacer un pequeño trámite con algún organismo público. Siempre en el formulario tengo que marcar la casilla de no ser danesa y después escribir sobre mi permiso. Así es en cosas completamente irrelevantes como la universidad, el trabajo, mis papeles médicos, etc. Me dan ganas de poner esta foto en su lugar.

24 noviembre 2011

Soy tu pesadilla bisexual

La bifobia, igual que la homofobia, la transfobia, la intersexfobia, la xenofobia y todas las demás fobias, tienen consecuencias muy diversas y todas terribles. Una de ellas es que las personas que se ven objeto de tales fobias adquieren una tendencia a describirse e identificarse de forma normativa y a, de forma directa o indirecta, ser parte ellas mismas en la creación de prejuicios negativos hacia determinados comportamientos no normativos. Por defenderse de los ataques, acaban convirtiéndose ellas mismas en opresoras y atacantes de otra gente que vive de forma aparentemente (todavía) menos aceptable.

Casi cada vez que me junto con bisexuales o leo cosas escritas por gente bisexual acerca de la bisexualidad, siento el mismo espanto y el mismo cansancio. Siempre de algún modo u otro tiene que salir lo mismo: no estamos confusos, no somos indecisos, no somos heteros con ganas de jugar, no somos homos en el armario, no somos promiscuos, no somos adictos al sexo, no nos interesa sexualmente todo el mundo, no necesitamos tener varias relaciones al mismo tiempo, no somos portadores de enfermedades, no somos incapaces de tener relaciones estables, de amar solo a una persona, de tener sentimientos profundos, de crear una familia... En definitiva, somos normales. Lo único que nos diferencia es que somos bisexuales. Y la bisexualidad, por ello, es una identidad válida.

Para todos esos bisexuales que tanto se esfuerzan en crear información y en recordar que los bisexuales somos normales, la gente como yo somos su pesadilla. Y por eso mismo, gente como yo vivimos no solo el rechazo de la sociedad heterosexista y del ambiente cishomonormativo, también vivimos el rechazo de una gran parte de los propios bisexuales que nos ven como malos exponentes y terribles ejemplos de lo que es ser bisexual, como esas personas que se sabe que existen pero que no se quieren mostrar porque ensuciamos su bella fachada de normalidad y representamos aquello contra lo que aparentemente hay que estar. Porque claro, ser infiel, ser promiscuo, sentir confusión, estar enfermo, ser inestable, ser hipersexual... todo eso que es algo contra lo que se puede y se debe tener fobia

Mi sexualidad es fluida. Mi identidad también es fluida. Mi etiqueta no es casi nunca bisexual, por mucho que no sea heterosexual ni homosexual. Me gusta el sexo y no veo nada malo en practicarlo cuantas veces quiera, como me dé la gana y con tanta gente como me apetezca, simultanea o sucesivamente. Mezclando géneros y orientaciones como a mí me plazca. No todas mis relaciones son estables ni pretendo que lo sean. No tengo relaciones monógamas. No veo que si fuera portadora del VIH tuviera que disculparme o sentir ninguna culpa por ello o asociarlo o desasociarlo a mi comportamiento o identidad. No tengo que justificarme ante nadie si hoy me gustan más las mujeres, mañana los genderqueer y pasado los hombres hipermasculinos o si ayer no me gustaba nadie pero quería tener sexo con todos y antes de ayer me había enamorado de tres pero no quería sexo con ninguno. No tengo que identificarme como nada solo para complacer a este mundo lleno de etiquetas estáticas. Y menos todavía que mantener una etiqueta que he usado en algún momento solo para que la gente pueda comprender que no estoy en el armario como homo, como hetero, como bi, como trans, como intersex o como lo que sea. Y sobre todo no tengo que comportarme como la mayoría bajo una determinada etiqueta, que en algún momento decido usar, cree que es la forma correcta. No quiero una familia de ese modo en el que la sociedad lo entiende. No voy a dividir mis relaciones entre amigos y amantes y negar la posibilidad de sentir el mismo tipo de amor por todo el mundo, o negar poder tener sexo con los supuestos amigos o no tener sexo con los supuestos amantes. No quiero ver el sexo como un acto que solo tiene que ver con contacto genital y orgasmos, y menos todavía solo con meter cosas en orificios. Me gusta el sexo kinky y mi sexualidad incluye muchos aspectos no normativos. No soy un modelo a seguir en nada, y tampoco deseo serlo. Represento sin vergüenza alguna muchos aspectos de los que la gente se avergüenza. Pero ese no es mi problema, es el suyo.

No soy normal y menos que lo voy a ser. Y si eso ensucia la fachada de normalidad que muchos bisexuales quieren mostrar, mejor que mejor. Porque deberíamos luchar para que TODOS tuviéramos derecho a ser como somos, a ser diversos, a ser lo que queremos ser y a ser justamente todo aquello que la sociedad rechaza.

23 noviembre 2011

Mi familia la elijo yo

Mi familia nada tiene que ver con mi sangre y mis genes, ni siquiera con la casa en la que he crecido. Desde que era pequeña siempre lo he visto así. No recuerdo haber entendido nunca ni a mis amigos, ni las películas, ni a los profesores, ni a nadie, cuando daban por hecho que el centro del amor y la vida de alguien tiene que tener un origen tan vulgar como la genética o la convivencia. No recuerdo jamás haber estado de acuerdo al oír decir a alguien que todos los padres aman a sus hijos y todos los hijos a sus padres. De hecho, siempre me ha puesto de mal humor escucharlo.

Para mí, mi familia es esa gente que yo siento parte de mi vida y con la que quiero compartir mi intimidad. Es gente que yo elijo, no gente que se me ha impuesto por uno u otro motivo casual e indiferente. Mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos, mis primos, mis suegros, mis cuñados... ¿por qué tienen que tener un estatus especial o ser algo más importante y relevante para mí que la gente a la que yo he encontrado y decidido hacer parte de mi vida?

No, mi familia no son mis padres. Ni mis hermanos. Mi familia es el hombre con el que comparto mi vida y mi domicilio. Es la mujer a la que deseo tener siempre en mi vida y con la que compartiría muchas cosas. Son esos escasos maravillosos amigos que han formado parte de mi experiencia vital durante tantos años y me han dado y les he dado tanto amor. Mi familia serían esos niños y/o niñas a los que adoptaría. Lo demás, es accidental y no implica ni amor, ni comprensión, ni respeto, ni contacto, ni nada que yo no quiera tener.

Y nada me importa que aquellos a los que se supone que debo considerar familia tengan o bien una relación biológica o una jurídica conmigo. Nada me importa que me hayan parido o yo haya crecido en su casa. Ellos solo han sido medios para darme la vida o mantenerla en mi infancia. Nada de ello implica amor ni respeto por ninguna de las partes.

22 noviembre 2011

Lo que no me gusta de esas 10 reglas poliamorosas

Ayer publiqué una lista con unas reglas sobre como vivir de forma poliamorosa y tener relaciones que funcionen. Lo cierto es que me dio un poco de vergüenza sacarla a la luz, porque ya no veo el mundo así. Pero pensando que mucha gente sí se identifica con ese término, y que si tengo que elegir lo prefiero a la monogamia forzada por la sociedad hipócrita, al final me decidí a publicarlo. Pero no puedo dejar de escribir ahora cuáles son los problemas que veo en semejante lista.

Como explico aquí, hay muchos motivos por los que no me considero poli, y es curioso pero algunos de ellos están presentes en mi propia lista. En realidad no tengo nada en contra de los títulos de la mayoría de los 10 puntos. En mis relaciones busco comunicación, sinceridad, seguridad física y mental, pretendo cuidarme a mí y a los demás, establezco pequeños (y grandes) acuerdos, me intereso por los demás y por mí, creo en lo que hago y soy capaz de estar sola. Del último punto sin embargo ni siquiera me vale el título, porque no quiero una relación poliamorosa y no tengo claro tampoco lo que espero de cada relación por adelantado. El mayor problema con mi lista está en los presupuestos que hay tras todos esos puntos, las explicaciones que siguen, lo que hay de base ideológica en ellos.

Me explico. Tal como está escrito, parece que la única forma posible de tener una relación es con comunicación, sinceridad, seguridad, interés, planes y acuerdos. Y desde luego que no es así. Con cada persona la relación es diferente. No en todas las relaciones hace falta comunicarse o ser sincero. No en todas las relaciones hace falta sentir seguridad o interés por conocer a la otra persona. No todas las personas en una relación tienen que saber estar solas para poder tener algo con alguien. No todas las relaciones cumplen los acuerdos establecidos. No todo el mundo es capaz de vivir abiertamente y sin esconder todas sus relaciones.

En el modo en el que está expuesto, hay mil y un requisitos para poder establecer una relación con alguien. Y eso me desagrada. Yo creo que los requisitos por adelantado deberían ser solo uno: ser capaz de negociar el tipo de relación que se desea tener en ese momento concreto. Todo lo demás se acuerda entonces. Si no se quiere sinceridad, seguridad, comunicación o lo que sea, no se tiene y ya está. No todo el mundo tiene las mismas necesidades en general ni con todo el mundo se tienen los mismos deseos.

Por otra parte también hay otro presupuesto en esa lista que ahora aborrezco. Se trata de esa idea de distinguir con claridad la gente con la que se tiene relaciones amorosas y/o sexuales de los demás. Lo cierto es que no sé ni por qué escribía así entonces, porque yo nunca lo he visto así, tampoco en ese momento. Pero a veces es tan difícil liberarse de las normas de la sociedad y decir claramente algo diferente...

No obstante, lo que más me desagrada es todo eso sobre las obligaciones establecidas para las todas personas con las que estás en relación. ¿Por qué tendría una persona no implicada en la relación que tener derechos u opiniones sobre las demás relaciones? Esto justamente es la mayor clave de mi desencanto con el poliamor.

21 noviembre 2011

10 reglas para vivir poliamorosamente con éxito

Hace ya bastante tiempo, charlando con un amigo monógamo pero "policurioso", me preguntó qué cosas pensaba yo que eran esenciales para tener una relación poliamorosa que funcionase. En la larga conversación vimos por supuesto que mis ideas eran muy diferentes a las suyas, así que me propuso hacerle una de esas listas estilo revista o libro de autoayuda y enviársela. Lo que copio aquí es el resultado de su petición, es decir, las 10 reglas para vivir poliamorosamente y no hundirse en el intento según mi óptica en ese momento.

Aunque creo que no estoy en desacuerdo con nada de lo que escribí refiriéndome al poliamor, me parece que la lista está desactualizada y refleja mi visión del mundo de entonces. Ahora, como decía aquí, no me identifico con ser poli, y por tanto muchas de estas reglas tampoco entiendo que se apliquen a mi forma de vivir como anarquista relacional. Pero bueno, para los que sí que sois polis (muchos más), aquí va mi lista de entonces.
  1. Comunicación. No se puede tener una relación poliamorosa sin ser capaz de hablar de forma abierta y sincera sobre las cosas que uno siente, desea, espera, teme, vive, etc. No hablar los problemas no los soluciona. Dejarlos para más tarde tampoco. No expresar las inseguridades no hace la relación más segura. No decir que se siente celos no los elimina. Hablar las cosas a medias no permite llegar a la solución más adecuada para todas las partes.
  2. Sinceridad. Todas las partes deben saber qué sucede, qué esperar, qué dar. Mentir y jugar es el camino más seguro para estropear una relación abierta. Nunca se debe utilizar a las otras personas para atacar o para obtener seguridad buscando ver que la persona confrontada reacciona antes las provocaciones. 
  3. Seguridad física. Deben acordarse y respetarse unas reglas sobre la seguridad en cuanto al sexo. Todas las partes deben estar informadas de los riesgos. Lo más eficaz es practicar sexo seguro. Si por algún motivo se decide no hacerlo, los demás deben saberlo y poder decidir por sí mismos si exponerse a una actividad arriesgada. Si se acuerda tener sexo seguro y se rompe el acuerdo, se debe informar a los demás antes de tener sexo con ellos.
  4. Seguridad mental. Deben acordarse y respetarse unas reglas, independientemente de las que sean. La mayor causa de inseguridad es la falta de confianza. Si se sabe y se espera que las otras personas respetan las reglas y que si no lo hacen, lo van a comunicar, se obtiene estabilidad mental.
  5. Cuidar a los demás y a ti mismo. Para que una relación poliamorosa funcione tienes que preocuparte no solo por tu bienestar sino por el de los demás. Si solo buscas tu beneficio, esta sin duda no es la mejor forma de vida. Tendrás problemas porque crearás problemas a los demás y eso repercutirá en ti.
  6. Hacer pequeños acuerdos. A todos nos da inseguridad en algún momento. Por ello es importante establecer y respetar algunos pequeños acuerdos que evitan que las personas en la relación se sientan mal. Por ejemplo apagar el móvil o no contestar a los mensajes de otra de las parejas cuando se está con alguien. Establecer algunas líneas generales sobre cómo se pasa el tiempo, con quién, cuándo. 
  7. Conocerse a sí mismo y tener interés en conocer a los demás. Si no sabes ni remotamente lo que quieres, ser poliamoroso te será muy difícil. Para poder tener una buena comunicación, establecer acuerdos, respetarlos, no dar inseguridad a las demás personas, no sentir inseguridad tú, etc. es muy importante ser capaz de escucharse a uno mismo, analizar lo que se vive, se siente y se desea, y al mismo tiempo ser capaz de escuchar a los demás, escuchar sus deseos, sueños, problemas, sentimientos, razonamientos, reglas, etc.
  8. Creer en lo que estás haciendo. Vivir poliamorosamente no es la forma más común. Encontrarás muchos prejuicios. Si no eres capaz de estar fuera de la norma, te será difícil vivir con la conciencia constante de estar haciendo algo "no aceptado". Si en el fondo crees que esto está mal o es injusto o crea problemas o hace sufrir o algo semejante, este no es el camino.
  9. Ser capaz de estar solo. Tener más parejas no significa estar menos solo. Tener más sexo no significa tener más amor. Tener más huecos de la agenda ocupados no significa llegar a tener relaciones más íntimas o más sinceras que te hagan sentir menos solo a la hora de la verdad. Si no eres capaz de entender esto, el poliamor no creo que sea para ti.
  10. Tener claro lo que esperas de la relación poliamorosa. Averigua cuáles son tus deseos e ideas sobre poliamor. Mejor no empieces nada hasta entonces. Y cuando lo sepás, comunícaselo a las personas con las que deseas estar y escucha sus deseos.

20 noviembre 2011

Derecho al voto visto desde fuera

Fuera de España, como estoy, no he seguido la campaña electoral que hoy termina en una jornada electoral que intuyo va a ser deprimente y catastrófica. Tampoco he tenido que vivir directamente la crisis económica del país en el que nací, aunque no pueda evitar escuchar la creciente xenofobia en el norte de Europa dirigida contra los europeos del sur como consecuencia de las decisiones económicas tomadas por todos en los últimos años. Y aunque no deje de ver las consecuencias de esa crisis aquí, tanto en mi blog y la cantidad de gente que accede a él buscando información sobre cómo trabajar en Dinamarca, como en la calle, donde el número de españoles con los que me cruzo se ha multiplicado exponencialmente. 

Sin embargo, me importa que hay elecciones. Me importa muchísimo. 

Como inmigrante y emigrante, no puedo dejar de pensar en lo importante que es tener derecho al voto. Yo, que soy una persona muy política, no tengo derecho al voto. Ni en Dinamarca ni en España. 

En España porque el cambio de la ley electoral para los residentes en el extranjero ha supuesto por segunda vez que mi posibilidad de votar se haya esfumado en el aire. Como los estudios demuestran, el número de votantes emigrantes ha disminuido desde la entrada en vigencia de esta reforma, y hoy menos del 10% de las personas con derecho a voto que residen en el extranjero podrán votar, porque no lo han solicitado. Además, como se mostró en las últimas elecciones, hay muchos problemas con la documentación que se exige para esos votos, lo que hizo que de los que se efectuaron más del 20% fueran declarados nulos. Pero lo que es peor, y lo que me ha afectado a mí, es que la documentación para solicitar el voto o para votar no llega a tiempo. Con lo que tu derecho al voto sencillamente desaparece.

En Dinamarca porque sin la nacionalidad de este país, aunque lleve aquí viviendo media vida, no tengo derecho a votar. Exactamente igual que le sucede a los más de cinco millones de personas que residen de forma permanente en España sin haber nacido allí y sin haber obtenido la nacionalidad española. Es decir, algo que según el INE ronda el 12% de los habitantes en España. De ellos más de cuatro millones son personas que deberían tener derecho a voto por su edad y demás circunstancias. Sin embargo, su derecho a participar en la política del país en el que pagan impuestos y a cuyas leyes se encuentran sometidos es inexistente.

También como persona nacida en España en la dictadura y con conciencia histórica, tampoco puedo dejar de ver la importancia del derecho al voto que ahora no tengo. Los primeros años de mi vida tuvieron lugar en un lugar en el que un día como hoy no podría haber tenido lugar. En el que estar en desacuerdo con la política de derechas suponía un peligro real. En un sistema como el presente, que llamamos democracia, la falta de derecho al voto de un porcentaje significativo de la población es sencillamente un insulto al sistema político que decimos defender.

Esto sin olvidar que como persona a la que los papeles oficiales identifican como mujer, sé que mi derecho al voto no es algo que ha sucedido de forma fácil, y tampoco es algo que existe en todas partes.

Además, como persona perteneciente a varias minorías, como feroz defensora de políticas de izquierda extrema y no creyente en las virtudes sin fin de la democracia, como indignada y revolucionaria, sé que este sistema democrático que favorece la dictadura de las mayorías hace que mientras siga en pie sea completamente necesario mostrar mi oposición justamente mediante el voto. Abstenerse según nuestra ley electoral solo tiene un resultado: amplifica todavía más la tendencia mayoritaria. Y en este momento, la tendencia mayoritaria es la de un pueblo lleno de borregos que creen que un giro a la derecha va a ayudar a la gente oprimida. Como si la derecha hubiera tenido en algún momento histórico o en algún lugar del mundo alguna vez la intención de apoyar y beneficiar a los oprimidos y a los no pertenecientes a la élite.

Lo primero que he hecho esta mañana es levantarme a leer todos los periódicos españoles en Internet con preocupación. Intuyo que cuando lea esta noche los resultados, la preocupación se transformará en llanto.

19 noviembre 2011

Por qué escribo en femenino

Como decía aquí, me gustaría poder utilizar un pronombre neutro para hablar de mí, y si no es posible, por lo general me siento mejor con las referencias en masculino que las referencias en femenino. Y sin embargo, cuando escribo en mi blog, lo hago en femenino. ¿Por qué?

Hay dos motivos:

1. Cuando empecé a escribir mi blog todavía no había salido del armario como persona transgénero, ni siquiera ante mí misma. Educada y socializada como he sido como persona de la que se habla en femenino, he internalizado ese lenguaje, aunque siempre me haya chocado oír frases sobre mí con palabras como "mujer", "chica", "madre", etc. y nunca haya conseguido identificarme con esos conceptos.

2. Ahora que ya estoy fuera del armario si lo mantengo en mi blog es por feminismo. Internet, como todos los demás campos, está lleno de contribuciones de personas de otros géneros que el masculino, pero por lo general se da por hecho que las personas que hay detrás de todo son hombres (cisgénero heterosexuales y masculinos). Por eso, al utilizar el lenguaje en femenino, hago visible que no soy un hombre.

De cualquier modo en los demás escritos que tengo, cuando hablo con otra gente y no publico en mi blog, mezclo géneros. Y eso es lo que me parece más natural para mí.

18 noviembre 2011

Salir del armario

Se habla de salir del armario como si fuera un momento puntual que solo sucede una vez y que solo tiene que ver con ser homosexual.

En realidad se trata de un proceso que sucede 1 y 1000 veces, incluso para los homosexuales que siguen las normas en todos los demás aspectos y solo tienen que explicar su orientación sexual. Una lesbiana sale del armario para sí misma cuando descubre que siente algo por Pepita, pero también cuando después se lo va contando a Pepita y al mundo entero. Son 1000 salidas. Nunca se deja de hacer, porque cada vez que conoces a alguien nuevo potencialmente estás saliendo como alguien que no sigue las normas de orientación sexual.


Lo que es peor todavía es que este concepto da por sentado que se es algo y que se va a ser toda la vida y que con salir 1 vez ya has mostrado al mundo quién eres realmente. Pero lo cierto es que tanto la sexualidad como la identidad son algo fluido. Ayer salí como homosexual, tal vez hoy tengo que salir como bisexual y mañana como trisexual.


Pero además, como digo, no se sale del armario solo con la homosexualidad u otra orientación sexual diferente a la normativa heterosexual. Sino que se sale del armario en todo lo que se difiere de la norma del grupo en el que te mueves. Por ejemplo, no dejo de ver lo difícil que es para algunos de mis compañeros trans salir del armario como heterosexuales en el ambiente homosexual. O para los switch en el ambiente BDSM. Salir del armario es algo que sucede cada vez que alguien hace algo que rompe las normas de un grupo o de la persona que tiene delante. ¡Da igual que reglas sean! Porque hasta que te sacas tú del armario, el grupo te hace parte de las normas y te mantiene en el armario.

17 noviembre 2011

Creo en extraterrestres, por supuesto

Alguien me pregunta si creo en los extraterrestres y yo me alucino. Pues claro, ¿cómo no voy a creer? Sabiendo lo que sabemos sobre la ciencia y el universo hoy en día, hay posiciones que me parece que ya no son posibles más que como juego teórico. ¿Es mínimamente lógico que solo haya vida en este planeta? ¿Tiene algún sentido dudar de la existencia de vida fuera de la Tierra hasta que la encontremos? Para mí desde luego no. De hecho, las últimas teorías creen que probablemente la Tierra recibió la vida de los impactos de los cometas cargados con material orgánico y agua. ¿Así que para qué seguir dudando y gastando billones en su búsqueda en planetas cercanos? Está claro que aunque no encontremos nunca vida en nuestro sistema solar, la vida puede estar (y seguramente lo estará) en cualquier otro punto, en cualquier otra galaxia, en cualquier otro momento temporal. Así que claro que creo en los extraterrestres. No sé si son como alien, como marcianitos verdes o como bacterias, pero en cálculo de probabilidad, haberlos haylos seguro.

16 noviembre 2011

Mi pronombre

Algunas personas me preguntan si prefiero que se hable de mí en masculino o en femenino, y yo suelo contestar que me da igual, que ambas cosas están bien porque ambas cosas en el fondo están mal ya que no soy ni hombre ni mujer. Pero en realidad me doy cuenta de que cuanto más tiempo pasa más me desagrada oír que alguien hable de mi en femenino. Especialmente en determinados contextos noto que no me gusta nada que la gente utilice el femenino, y cuando lo escucho me suele resultar extraño e incómodo. A veces incluso insultante y agresivo. Al contrario, cuando algunas personas utilizan el masculino me siento mejor, no porque crea ser un hombre o me sienta como tal, sino porque veo que aceptan y reconocen mi identidad transgénero. Y porque de algún modo siempre me he sentido más masculina que femenina en casi todos los aspectos. De hecho cada vez me identifico más con lo masculino y menos con lo femenino. Especialmente me agrada que la gente intercambie y que utilice el pronombre que siento más adecuado en el momento. Claro que eso es difícil para ellos.

Si pudiera elegir haría que todo el mundo me tratara utilizando zie (me gusta más que ze) en inglés o høn en danés, que son pronombres neutros con los que me identifico. En español no tenemos tal suerte. Lo más cercano es ello, pero es para cosas y no para personas, y yo me siento muy persona. Además tenemos la desgracia de acabar casi todas las palabras eligiendo un género. Y yo en muchísimas ocasiones (la mayoría, diría) odio cuando las palabras acaban en -a para referirse a mí. Preferiría que acabaran en -o o sino mejor todavía, en algo neutro como -e.

Sin embargo, y ya lo sé, mi blog está escrito en femenino. Pero hay un motivo, que explicaré en una de las siguientes entradas.

15 noviembre 2011

Delirio febril en la madrugada

Llevo más de una semana enferma con fiebre y sin poder descansar bien. En estado febril deliro en la madrugada dándole vueltas inconexas sin fin a todo lo que tiene que ver contigo. A cómo han sido todos estos años contigo en mi vida, a cómo fue ese último año sin hablarnos y lo que lo produjo, a cómo ha pasado el verano, a cómo te comportas ahora. Lo que vislumbro en la penumbra de mi delirio me hace retorcerme y me incomoda enormemente. No entiendo nada y al mismo tiempo lo veo todo con nitidez. La oscuridad de la habitación se llena de nuestras luces y sombras que me transportan de un recuerdo a otro. Del eco de tu risa al silencio espasmódico de tu ausencia. De la horripilante dureza de tus palabras a la bella debilidad detrás de tu máscara. Del escalofrío sonoro en tu boca a la gelidez sorda de tu rechazo. De la aspereza de tu incomprensión y su desagradable aroma a falsa tolerancia a la suavidad cálida de tu piel y su hipnotizador hedor a sudor rancio. De la intimidad más privada a ese torrente inagotable de nombres y espectadores cualquieras. De esa angustia vital aterradoramente desesperada a la narcótica cercanía corporal. De tu humedad en mi mano a la sequedad de mi boca y la humedad de mis ojos... Fantasmas todos de mi cerebro que me desvelan, pero que no recuerdan nunca hacerte una visita de madrugada a ti. 

Esta fiebre ensordecedora enmudece mis sollozos, los mezcla con gritos silenciosos y confunde mis deseos. Sin ver nada pero entendiéndolo todo, el camino por el que avanzo contigo se transforma en un laberinto. Cuanto más me adentro más comprendo pero menos sé regresar a la salida. Cuanto más comprendo más bello me parece y al mismo tiempo más reconozco su peligro y más terror me causa. Si el corazón de tu laberinto fuera ese órgano latente en el que diluir mi sangre caliente con la tuya para manar en todas direcciones arrojada con ese impulso que por su naturaleza siempre me retornará a ti, el tortuoso sendero sinuoso merecería sin duda la pena. Pero mucho me temo que en el corazón de tu laberinto para mí solo hay reservada una piedra fría con la que golpear hasta ensangrentar mi frente y que tu sangre caliente no siente ese urgente anhelo de mezclarse con alguien de mi género, mi ideología y mi personalidad. Pero sobre todo con alguien que tan abiertamente muestra tal pasión racionalmente irracional por ti.

14 noviembre 2011

Viendo porno con compañía VIP

En los últimos meses, cuatro veces me ha pasado ya con personas diferentes estar viendo una película, corto o grabación pornográfica sentada al lado de la persona que esta follando en la pantalla después de pasar varias horas con él o ella. Y lo cierto es que es una sensación muy extraña y muy guay al mismo tiempo. Extraña porque normalmente al ver porno no suelo conocer a los implicados en carne y hueso, aunque vea sus carnes y a veces hasta sus huesos. Muy guay porque tener la suerte de conocer de forma personal y directa a gente que trabaja en la industria del sexo de uno u otro modo y/o que hace arte relacionado con el sexo me está abriendo puertas a vivencias que no había tenido hasta recientemente, que desde siempre me habían atraído, y que están ampliando lo que hay en mi mente y mejorando mi calidad de vida. 

Es un verdadero lujo poder compartir después de la proyección mis opiniones sobre lo que hemos visto, escuchar sus motivos, conocer más sobre sus vidas, aprender técnicas y oír opiniones basadas en algo real y no solo en rumores infundados. Además, es maravilloso por fin encontrar a gente que puede hablar de forma abierta sobre sexo sin escandalizarse, sin ruborizarse, sin tener espasmos, sin fanfarronear, sin mentir, sin exagerar... Especialmente cuando esta gente parece que se interesa por tipos de sexualidad, cuerpos, actividades, géneros, orientaciones y deseos, similares a los míos. También me gusta que sea tan real la sexualidad, que esté allí presente, que la persona sentada a mi lado pueda entender y apreciar que me estoy poniendo cachonda con ver cómo tiene sexo y cómo observo su cuerpo y sus reacciones. Y al mismo tiempo que ello no implique necesariamente que quiero o no quiero algo con esa personas o esa persona conmigo. Que todo esté abierto y claro.

Las cuatro personas con las que he compartido momentos así son muy diferentes y muy interesantes cada una a su modo. Dos son grandes artistas porno internacionales enormemente conocidos dentro del ambiente LGBT+ y queer. Sus películas son exitazos y por tanto sus experiencias así lo reflejan. Llevábamos relacionándonos meses antes de compartir su porno en dos butacas contiguas, pero la relación había sido sobre todo de forma electrónica, por teléfono, email y Facebook. Con uno de ellos la magia al conocernos fue inmediata y estoy todavía flotando de lo maravilloso que es. Con la otra, fue más tenso que lo que hubiera esperando y me llevé una impresión muy diferente a la que tenía antes de pasar unas horas con ella.

Las otras dos personas son menos conocidas de forma pública. Una de ellas también empieza a hacer sus pinitos en comunidades queers y a crearse un nombre dentro del postporno. Y es encantadora y muy sexy. La última, con quien tengo una relación más personal, continua y cercana desde hace ya tiempo, es una profesional con una larga experiencia como trabajadora del sexo y una mujer maravillosa de la que estoy completamente prendada porque sencillamente irradia una energía que me reaviva. 

El que estas personas tengan experiencias tan diferentes, y el sexo en la pantalla que han compartido conmigo sea tan diferente, es en sí mismo enriquecedor, porque me muestra mundos paralelos que aunque se entrecruzan en algunos aspectos, están completamente separados en otros. Cómo me maravilla seguir siempre descubriendo nuevas facetas sobre la/mi sexualidad.

13 noviembre 2011

¿Pueden algunos mudos susurrar?

Llevo unos días completamente afónica y eso me ha hecho darme cuenta de lo mucho que necesitamos hablar. Y también me ha mostrado mi ignorancia respeto a las personas mudas, ya que me ha entrado una duda. ¿Algunos mudos pueden susurrar? Porque yo aunque mis cuerdas vocales no funcionen en absoluto ahora mismo, puedo susurrar. Molesta pero es posible. Por eso me pregunto si la gente que es muda por problemas en las cuerdas vocales, no en el aparato respiratorio, la lengua, la boca o el cerebro, no puede también aprender a hablar así. ¿Alguien lo sabe?

12 noviembre 2011

Si tanto te interesa, mírame

Te cruzas conmigo en un evento público que he organizado con otras personas y sobre el que de hecho debes haber tenido noticia directamente por mí a través de Facebook y las listas de email públicas que compartimos, y haces como si no me vieras, como si fuera transparente. Y sin embargo luego sé que sientes curiosidad por lo que hago, por lo que digo, por lo que escribo. ¿No te sería más fácil dejar de comportarte como una imbécil arrogante y posar tus ojos sobre mí? A veces la gente y vuestros juegos de poder dais mucha pena.

11 noviembre 2011

Esas fotos para cuándo

Estoy deseando que lleguen las fotos que nos hizo Jackie. No dejo de preguntarme si enviará solo una o si me llegará una pequeña colección. ¡A mí me encantaría tenerlas todas! Además casi no tengo fotos tuyas, y menos contigo, ¡y menos así! Pero por otra parte entiendo que su trabajo consiste justamente en ser capaz de seleccionar y crear esa imagen que trasciende. Con lo insegura que soy y lo poco que me divierto viéndome yo misma en la fotos, algo me dice que no me voy a gustar tampoco en esas imágenes por mucho que me vayas a gustar tú, y aunque hayan sido hechas por una diosa. Me estresa un poco. Espero no tener razón... y que mis miedos no se cumplan. A ver cuándo llegan de una vez

10 noviembre 2011

Anarquista relacional

Como decía aquí, he dejado de usar el término poliamor para referirme a mí. Y en mi propio blog he cambiado la descripción que hay bajo el título a anarquista relacional. La palabra, al igual que su símbolo (este que veis aquí), los he sacado del ambiente queer sueco, con el que ahora me identifico más. Con ella no quiero decir que soy algo, sino que vivo de un determinado modo, pero también que mi ideología es esa. 

Lo que explico a continuación es mi propia forma de entender las relaciones. No sé si se corresponde con exactitud con el término sueco anarquía relacional, pero creo que si no es así, se parece bastante. Necesitaré conocer a más gente que viva así para ver si ellos ven las cosas como yo.

Cada relación establece sus propios principios y no hay NADA que esté predispuesto o que sea un requisito esencial para tener una relación con alguien. Cada 2 personas (o más si la relación se inicia con más de 2 personas) establecen un acuerdo que también se va cambiando según tanto las personas como la relación que han establecido entre ellas evolucionan. Ese acuerdo puede incluir cualquier cosa y es independiente del acuerdo que se tiene con las otras personas con las que se tiene una relación. Con todas las personas se tiene potencialmente una relación. Amistad y amor no se separan. El sexo no es algo excluyente para definir el tipo de relación que se tiene. Y tampoco es algo que solo se tiene con una de las relaciones necesariamente. Tener sexo con alguien en algunas ocasiones no significa necesariamente que se desee tener siempre ni que se pueda contar con ello, dependerá de lo acordado. Compartir con alguien la cama o la casa no significa que esa persona tenga prioridad, derecho a saber, derecho a vetar, derecho a decidir sobre aspectos que no le conciernen, etc. No hay jerarquías. Solo acuerdos diferentes. Y tampoco celos, porque nadie tiene propiedad sobre nadie, nadie miente a nadie y nadie tiene más derechos, mayores prioridades o una posición más elevada.

Básicamente se trata de tener una vida en la que puedas explorar diversas posibilidades de modo también diverso con cualquier persona por la que sientas algún tipo de interés. Una vida en la que las relaciones se ven como lo que surge como resultado de un acuerdo, negociación, contrato, alineación de expectativas o como se desee llamarlo. Y lo que puede surgir es completamente diferente con cada persona e independiente de lo que se tiene con las demás personas. Una vida en la que se acepta que las relaciones son algo fluido, igual que lo son los sentimientos, los deseos, las identidades, etc. Una vida en la que las obligaciones, la forma de organizarse, la estructura de tus relaciones y demás se adapta a tus necesidades y las de las personas con las que estás y no a lo que la sociedad impone como normas fijas. Una vida en la que cada relación se establece con libertad y respeto. Y en la que nadie se siente oprimido, engañado, inseguro, abandonado... 

09 noviembre 2011

La última página de nuestra larga historia trágica de amor

Fue mi cumpleaños y no me enviaste uno de tus sms. Desde que me trataste como a una mierda la última vez que estuve en España, ya hace más de un año y medio, nunca he vuelto a contestar a tus mensajes. Aunque lo cierto es que tampoco han sido tantos. Dos para ser exactos. Uno para despedirme de forma casual, como si no hubieras hecho nada, cuando me habías destrozado el corazón y lo sabías. Otro por mi cumpleaños hace un año, de forma igual de casual y completamente impersonal, como si no hubieras notado mi dolor, mi silencio, como si todo para ti fuera todavía el mismo juego en el que tú decides cuándo me hablas bien, cuándo tienes contacto conmigo y cuándo me tratas desde lo alto. ¡¡¡Y encima hablando en plural en el sms!!!

Después de más de 20 años acabas nuestro contacto con un gélido sms en el que me dices que quieres sentir la libertad de poder ser fría conmigo cuando te plazca. Esto justo después de haberme dejado muy claro que tú también querías algo conmigo porque también me amas, y luego tener la mala suerte de vivir nuevamente cómo el destino una vez más se interponía en nuestro camino. Primero me amas, luego me pisas, y luego haces como si no hubiera pasado nada y yo tengo que, otra vez más, recoger los pedazos de mi corazón esparcidos por el suelo tras otra de tus patadas, y hacer como si no hubiera sucedido nada. Pero NO, esta vez no fue así. La respuesta que recibiste a tu gélido sms fue silencio. Si crees que me puedes tratar de ese modo, es mejor no tenerte cerca. Tu ausencia me duele mucho menos que tu juego macabro. Así que dejé de contestar

Un año entero ha pasado y por una parte no me puedo creer que nuestro amor haya significado tan poco para ti. Pero por otra parte no me sorprende nada y es justo por eso por lo que decidí no volver a contestarte, no volver a colocarme en esa situación en la que me he estado poniendo desde que te conocí. Las jerarquías me enferman. Y no lo hacen menos por tratarse de ti. 

Ahora intuyo que crees que es el destino cósmico el que nos ha vuelto a separar y, siendo como eres, lo único que harás es construirte una explicación lógica que te diga que en realidad todo es mejor así, para no tener que analizar ni afrontar tus propios errores.

Ha sido mi cumpleaños pues. Y esta era tu oportunidad de mandar un sms insignificante en el que de forma casual me mostrases una vez más que desde lo alto puedes y quieres seguir ahí para mí. Pero has decidido no hacerlo. Y con ello para mí has escrito la última página de nuestra larga historia trágica de amor. Yo no te voy a buscar porque por fin, después de todos estos años, he aprendido a entender que nunca me vas a amar como yo te amo a ti y nunca vas a tratarme como a una igual. Y para tener que ver nuestra relación como una lucha de poder, prefiero estar sin ti. Aunque me parta en dos y aunque de un modo completamente irracional sepa que siempre voy a sentir que mi vida tendría que haber sido de otro modo contigo y que el orden armónico de mi universo se truncó para siempre en esa larga cadena de errores provocados por un destino casual e indiferente a nuestras pasiones.

08 noviembre 2011

No soy poliamorosa

Había dicho que tenía que actualizar mi blog y todavía no lo he hecho. No sé por qué me cuesta tanto escribir estas entradas que son las que considero más importantes en el blog. Después de un tiempo utilizando la palabra "poliamorosa" sin sentir que me pertenece del todo, porque no me identificaba ni con los polis que he ido conociendo ni con las explicaciones que he ido leyendo y escuchando, finalmente he decidido dejar de utilizar ese término para hablar sobre mí. No porque en sí mismo tenga nada malo. Sencillamente no es lo que yo soy ni lo que yo vivo. Y lo cierto es que no es nada nuevo en mí dejar de utilizar una etiqueta que antes me aplicaba y por la que todavía sigo haciendo política y activismo. Por ejemplo, bisexual.

¿Por qué no quiero decir que soy poli entonces? Porque aunque tenemos algunos aspectos comunes, hay muchos otros que he descubierto que no compartimos. Bueno, descubierto... lo sabía desde el principio en algunas cosas, en otras lo he ido averiguando y reafirmando.

¿Pero entonces por qué utilicé ese término? En realidad porque lo veía, igual que la bisexualidad o ser transgénero, como un término abarcativo o paraguas que incluía muchos tipos de relación. Pero aunque sigo viéndolo así, ahora he llegado a la conclusión de que no incluye mi tipo de forma de relacionarme aunque incluya muchas otras formas cercanas.

Y además, me había costado tanto encontrar una palabra con la que explicar mi modo de vivir que cuando por fin creí encontrar una que era muy próxima, me abrió la puerta a un montón de información y gente que no había encontrado anteriormente. Es un poco como ser transgénero, no tener una palabra para ello y encontrarse con el término "travesti". A mucha gente le abre una puerta a su identidad, aunque no sea la misma.

Es cierto que igual que los polis creo que se puede amar a muchas personas al mismo tiempo. También creo que tener sexo con varias personas no supone ser infiel. No utilizo la palabra infidelidad porque para mí no tiene sentido. Y tener varias relaciones sentimentales y/o sexuales al mismo tiempo no es algo imposible sino todo lo contrario. El amor, la pasión, el deseo, la comunicación, la amistad y demás no se ven disminuidos porque haya otras personas, ya que los sentimientos no existen en un nivel determinado y si entregas a alguien el 70% de tu amor solo te queda el 30% para los demás. Además pienso que es beneficioso hablar las cosas claramente y que la sinceridad es la base de una relación. Y creo en la negociación de los términos de cada relación. 

Y sin embargo, como digo, con el paso del tiempo he ido viendo que los polis tienen unas reglas para relacionarse que yo no comparto. De hecho, no entiendo las relaciones como los polis: 
  1. Porque nunca he sabido y nunca creo que sabré cuál es la diferencia entre sentir amor por un amigo y por una pareja. Amor de amigo como algo diferente es algo que nunca me ha cabido en la cabeza. ¿Diferente de qué? Lo mismo que esa imposibilidad de sentir deseo por los amigos o tener sexo con ellos. ¿Por qué? O incluso llegar a formar una estructura familiar estable con ellos y compartir cosas que la sociedad dice que solo se deben compartir entre personas en una relación monógama. A mis amigos los quiero mucho, ¿por qué no incluirlos en mi vida del modo que me apetece si ellos también lo desean?
  2. Porque tampoco he entendido nunca la diferencia entre amor y estar enamorado. Parece que estar enamorado es algo que tiene unas reglas que yo tampoco cumplo ni entiendo. Me dicen que es algo que solo sucede al inicio de una relación, algo que se reconoce cuando se siente, algo que hace que no pienses en otra gente, algo que te obsesiona y te vuelve celoso y posesivo, algo que tiene que ir unido al deseo sexual, algo que no se siente jamás por los amigos, algo que no puede ser intermitente, algo que hace que no veas los fallos en la otra persona, algo que sucede muy pocas veces en la vida, algo que depende de géneros, algo que... Pues me parece muy bien, pero yo no lo veo así, nunca lo he visto así y no creo a este paso que lo vaya a cambiar. 
  3. Porque no entiendo todo ese rollo de relaciones primarias versus relaciones secundarias o cualquier otra palabra que utilicen. Según lo veo, los polis acaban siempre teniendo 1 relación que ven como la que impone las reglas y otras que son las que se tienen que adaptar y aceptar las reglas de la primera e importante. Para mí eso es completamente incomprensible. 
  4. Porque no creo que con todas las personas con las que establezco una relación me tenga que relacionar del mismo modo ni tenga que sentir lo mismo o hacer lo mismo. No todas mis relaciones necesitan tener sexo aunque tengan amor. Y no necesito tener amor para poder permitirme tener sexo con alguien. No con todos mis amantes quiero vivir. Ni con todos me plantearía tener una familia. No con todos quiero tener o siento el mismo nivel de confianza ni deseo compartir las mismas cosas. Pero los polis parece que solo aceptan relaciones de un determinado tipo fuera de su relación principal. Por lo general no pueden tener sexo sin amor. O en algunos casos es al contrario, solo pueden tener sexo estable pero sin enamoramiento. Y por supuesto es con esa supuesta relación primaria con la que se crean familias, se vive, se comparten las cosas, etc. 
  5. Porque las jerarquías de poder en las relaciones me enferman y creo que los polis por mucho que digan que hacen lo contrario, no dejan de establecer relaciones como todos los demás, en las que uno está por encima y otro por debajo, unos amantes están por encima y otros por debajo.
  6. Porque parece que todos los polis que conozco inician su relación de forma monógama y luego la abren debido a su necesidad de amor y sexo con otras personas, con lo que hacen de esa relación monógama inicial el centro. Y yo no quiero centros que definan mis relaciones con nadie. Ni sentir que tengo que pedir permiso a nadie para poder tener amor, sexo, amistad o lo que quiera. Ni que alguien fuera de una relación concreta defina que está bien o mal tener tal pero no tener cual.
Según yo entiendo las relaciones me resulta imposible tener jerarquías y establecer reglas con una persona que se tengan que aplicar a otra. Entre los polis se habla mucho de celos, de derecho al veto, de obligaciones al organizarse, de establecer prioridades, etc. También se tiene una idea muy estática de las relaciones. No parece ser posible tener relaciones que no estén claramente definidas por adelantado. Y lo que es todavía más extraño, también tienen una idea completamente estática del hecho de ser poli. Precisamente muchos van diciendo que son polis igual que son heteros, homos, blancos o lo que sea. Creen que han nacido con una predisposición natural a amar a varias personas. O que no les vale con tener relaciones sexuales estables solo con una persona. Creen de hecho que son diferentes a la mayoría porque ellos SON polis, aman más, desean más y por eso son más sinceros, porque sus relaciones monógamas no funcionaron y han aprendido a vivir del modo que se adapta a sus necesidades y su forma especial de ser.

Pues bien, yo no soy nada. Yo elijo vivir de una determinada forma. Y esa forma evoluciona y va cambiando según la gente con la que me encuentro y la vida que voy teniendo.

07 noviembre 2011

El público de MIX Copenhagen no se mezcla mucho

Llevo ya unos días viendo películas, documentales, cortos y eventos en MIX Copenhagen y algo que ya he vivido en otros festivales de cine LGBT+ me vuelve a llamar la atención. Por lo general el público es muy diferente según el tipo de actividad o película. Casi se puede ver en la gente que está entrando a la sala si lo que sucede dentro trata sobre lesbianas jóvenes, gays interesados en sexo kinky, gente del underground queer o qué. La mayoría de los visitantes en cada película pertenecen precisamente a una determinada identidad de género, a una determinada orientación sexual, a una determinada subcultura dentro del movimiento LGBT+ o queer...

Por ejemplo fui a ver una película que supuestamente tiene atractivo para el público lésbico: Jamie And Jessie Are Not Together. Dentro de la sala, de casi 200 asientos, solo había 3 hombres, uno de ellos iba conmigo, otro trabaja como voluntario para el festival y el tercero iba con una chica. Es decir, que los hombres sencillamente no compran entradas para ver ese tipo de películas. Y de los muchos amigos y amigas que tengo trans no vi ninguno. Tampoco había gente con aspecto queer, o con aspecto más alternativo. Aunque no lo pueda saber con seguridad, la enorme mayoría allí presente parecían mujeres cisgénero que se identifican con ser lesbianas. Pero no solo eso, sino que además un determinado tipo de lesbianas. Las jóvenes de clase media, con aspecto mainstream lésbico y casi exclusivamente de etnia danesa.

Estuve sin embargo viendo Fake Orgasm, que claramente es un documental con un discurso queer y que por tanto atrae a otro tipo de gente. La misma sala, mucho más vacía, y con gente de aspecto mucho menos mainstream. 

También estuve viendo un debate sobre la despatologización de las identidades trans. La misma sala, esta vez casi llena de gente transgénero y queer. Los gays, lesbianas y bisexuales que conozco de los grupos cisgénero casi no estaban representados.

Así, aunque el festival se llame MIX y tenga la intención de mostrar la variedad que hay dentro de la sexualidad e identidad de género, el resultado acaba siendo que atrae a gente diversa para las diversas películas. Gente que no se mezcla y que por tanto casi no aprende nada de los demás modos de ser parte del movimiento LGBT+ o queer.

Y sin embargo,  dos cosas tienen éxito en este intento de mezclar a la gente.

Primero: la mayoría de los periódicos y televisiones cuando escriben sobre MIX recuerdan por primera vez que el ambiente LGBT+ está compuesto de muchas identidades diferentes. Así que para el resto de la sociedad hace su trabajo mostrando que somos diversos y no todos gays fiesteros.

Segundo: algunos eventos importantes reúnen a gente de todo tipo. Especialmente porque por primera vez estos grandes eventos no muestran necesariamente películas mainstream que representan a los gays o en menor medida a las lesbianas. Así, por ejemplo la proyección que hicieron gratuita para todo el mundo tres semanas antes del festival era con una película sorpresa, así que mucha gente diferente apareció para verla. El mayor éxito en la mezcla no obstante creo que va a ser la película de apertura del festival, Becoming Chaz, un documental trans, con atractivo entre los demás públicos mainstream por contar con Cher, e ir seguido de una gran fiesta para todo el mundo. El público por una vez de verdad era diverso. Además de los habituales gays y lesbianas que acuden a esta fiesta cada año, esta vez había bisexuales, queers, muchas personas bajo el abanico de la T, algunos heterosexuales cisgénero, algún que otro intersex y asexual... Por supuesto, siempre habrá gente que no estaba representada, pero para ser como es el resto del tiempo, lo considero un gran éxito. Especialmente porque estuvieron todos mezclados charlando, y porque disfrutaron todos de un documental que habla clarísimamente de identidad de género y lo enlaza con la orientación sexual. Esa sí fue una verdadera noche MIX, es decir, de mezcla.

06 noviembre 2011

Vomitando la borrachera

Durante más de 15 años fui completamente abstemia. No bebí ni un trago de alcohol. Lo cual es de veras difícil en un país tan enfocado a beber alcohol como forma de socializar y divertirse como lo es Dinamarca. Y de repente el año pasado, en un período muy difícil para mí en el que todo me iba mal, un día me pedí una cerveza y probé el alcohol al charlar con unos amigos. Desde entonces ya no he parado. Es decir, ahora bebo en las fiestas como los demás. Bebo cuando salgo y me divierto. Pero todavía no había llegado a emborracharme a lo bestia porque tampoco le veo la gracia y no lo busco. No obstante, cuando estás ocupado y de buen humor, si alguien te sirve las bebidas, es más difícil controlar lo que bebes, y este fin de semana por primera vez desde 1993 me he emborrachado tanto que he acabado vomitando. Después de probar esto de volver a la adolescencia con el alcohol, sinceramente sigo sin verle la gracia. Está muy bien relajarse y sobre todo poder comportarse de una forma que no te excluya del grupo, ya que sin beber la gente te trata como aburrida. Pero emborracharse hasta enfermar desde luego para mí ni mola ni se siente bien.

Sin embargo, algo que noto con todo esto es lo fácil que me sería volverme alcohólica. Una vez iniciado algo, es muy sencillo continuarlo e ir aumentándolo. Si no es así para todo el mundo, sin duda que lo es para mí. 

05 noviembre 2011

Voz grave temporal

Hace unos días me pillé tal catarrazo que mi voz fue la primera que lo noto. En unas horas bajó varias octavas y al final, antes de terminar perdiéndola del todo, tenía una voz masculina super grave comparada con la mía. Y hasta comparada con la de la mayoría de los hombres con los que hablé.

Para mi identidad trans está muy bien poder ir con una voz que no desvela un género con el que no me siento identificada. Así que, incluso con el dolorazo de garganta, estaba disfrutando de mi nueva voz. Sin embargo, no puedo dejar de notar los comentarios a mi alrededor. 

Esos dos días tenía que trabajar con un grupo LGBT+ en el que soy la única persona con identidad trans. Cuando al llegar por la mañana escucharon mi vozarrón, por supuesto los comentarios bromistas que empezaron con "wooooow, ahora puedes cantar como Barry White" rápidamente se orientaron hacia ese aspecto de mi persona con cosas como "ahora por fin sí que pareces trans" o "hoy ya se nota que tomas las hormonas" o "por fin podemos enviar a un verdadero trans como representante". Es decir, que mi identidad de género se vio rápidamente reafirmada para los otros al escuchar mi voz masculina. Cosa que está muy bien, y al mismo tiempo es terrible, porque muestra que sin los cambios físicos les resulta extraño que me considere transgénero, por mucho que mi política, mi aspecto y mi discurso sean trans. ¡La de cosas que me resultarían más fáciles si pudiera conservar esa voz grave que tuve durante algunas horas!

04 noviembre 2011

FtX

Durante una época ya larga he tenido puesto en mi blog que soy una persona FtX, pero no lo he explicado más allá de lo que pone en la entrada sobre mi identidad de género. Así que voy a desarrollarlo un poco más.

Para empezar el término es inglés, Female to X. es decir, Mujer a X. Está basado en los muy comunes FtM y MtF, es decir, Female to Male (Mujer a Hombre) y Male to Female (Hombre a Mujer) que utiliza la comunidad trans. Sin embargo, para gente como yo, esos dos términos no son útiles, porque yo no soy una persona transgénero con una identidad de género opuesta a mi género biológico. Es decir, no soy un hombre en un cuerpo de mujer, y por tanto no puedo identificarme con esa idea de ser FtM, aunque en muchos aspectos sea lo que más se parece a lo que vivo.

Por eso mismo la gente como yo hemos buscado otro término. En algún sitio leí que había gente que utilizaba el término FtQ, es decir, Female to Queer, pero aunque esto está un poco más cerca de lo que busco que FtM, tampoco me valía, ya que no creo que se pueda ser queer por mucho que se tenga un discurso queer. Por tanto, en algún momento de desesperación se me ocurrió poner una X a eso que no puedo identificar con el vocabulario tan limitado que tenemos. Después buscando he encontrado que hay alguna gente (no mucha pero existe) que también usa la X como descriptor de la identidad de género a la que están en transición. Es decir, que el término existe, aunque a mí me surgiera como opción desesperada.

De todos modos, sigo teniendo problemas con ese nuevo término. Porque X no es suficientemente específico. Pero sobre todo, porque F da a entender que originariamente tenía un cuerpo de mujer, y no estoy para nada segura de ello. O una identidad de mujer. Y de eso todavía estoy menos convencida. Sin embargo, me gusta que el término muestra que hay una transición, un paso de algo a algo, y no sencillamente una identidad. Porque siento que mucha gente genderqueer no vive una transición y yo sí, y por eso mismo para mí es muy importante definirme como persona transgénero, no solo genderqueer.

Ahora me voy a centrar en los dos problemas que tengo con las letras F y X.

Decir que el origen de mi transición era una F, es decir, una mujer, en el fondo para mí es un absurdo. Aunque es cierto que cuando nací, viendo mis genitales, los médicos decidieron que era una niña, no estoy para nada de acuerdo en que mi sexo biológico sea mujer. Sencillamente no entiendo que eso se pueda definir con mirar mi cuerpo. Se trata más bien de una interpretación de lo que se ve basándose en las ideas de la sociedad en cuanto a géneros. ¿Sabían los médicos si mis cromosomas eran XX o cualquier otra combinación? ¿Me analizaron mis hormonas para saber si los niveles se correspondían con lo que ellos llaman mujer? ¿Estudiaron la estructura de mi cerebro o me hicieron un estudio ginecológico para ver si todo seguía sus predicciones? Por supuesto que no, porque no se lo hacen a nadie. Miran tus genitales externos y deciden que tu sexo es mujer. Aunque biológicamente un gran porcentaje sea intersexual, las decisiones que ellos toman no lo reflejan. 

Pero es que además, ¿quién dice que mi género fuera mujer aunque mi cuerpo hubiera tenido todos los componentes de una mujer? Si decidimos que el género y el sexo son dos cosas diferentes (no estoy tan segura, y de esto tengo que hablar en otra entrada), mi género podría ser cualquier otro del gigantesco espectro. ¿Por qué entonces tengo que decir que parto de una F de mujer si no reconozco que ni mi género ni mi sexo hayan sido femeninos desde el inicio? 

Pues bien, lo hago por un motivo. La forma en la que he sido socializada me ha otorgado una identidad de mujer en diversos planos: el jurídico, el social, el biológico... Por eso, incluso no siendo mujer, mi vida infantil se ha desarrollado dentro del marco que se establece para una mujer. Mi nombre es femenino. He ido a una escuela durante los primeros años de mi educación donde solo había "niñas". Mi familia me ha educado dentro de unos roles de género femeninos. Mis papeles oficiales llevan todos escritos el marcador de género femenino. Mis parejas sexuales durante años me vieron como a una mujer, muy masculina, pero mujer al fin y al cabo. La gente se ha referido a mí a través del lenguaje utilizando pronombres y terminaciones femeninas. Mis médicos asocian algunas de mis enfermedades a mi supuesto sexo biológico. Y un largo etcétera. Es decir, he crecido como una mujer incluso sin sentirme nunca como tal. Y por tanto me veo en la obligación de desmontar todas estas construcciones de género que me han ido aprisionando dentro de la F de mujer.

Sin embargo, dada esta explicación, la forma más correcta para mí sería decir que soy XtFtX. Es decir, que nací como algo no identificado a lo que llamo X, me socializaron como mujer y ahora me estoy liberando y volviendo o mejor dicho tomando una identidad X que no es mujer.

En cuanto a la X, tampoco me termina de convencer por varios motivos. Para empezar, al poner una X parece que se está diciendo que hay 3 géneros: F, M y X. Es decir, mujer, hombre y X. Siendo la X entonces o bien un supuesto tercer género o un enorme conglomerado de todos los demás géneros. Yo por supuesto me lo tomo como lo último y en ese sentido lo utilizo. Como otro término paraguas o variable que se puede sustituir por todos los géneros existentes excepto mujer y hombre. 

Además sé que hay gente que ve la X como un lugar intermedio entre la F y M, y yo para nada lo veo así, porque no entiendo (aunque en algún momento lo haya hecho) los géneros como una línea con dos extremos que son mujer y hombre, sino más bien como una red multidimensional en la que hay multitud de géneros dispersos sin extremos ni opuestos.

Pero la razón más importante por la que no me gusta la X es porque parece sencillamente que es algo concreto a lo que estoy avanzando y no estoy de acuerdo. La X originaria del XtFtX era algo concreto, porque era el punto de partida de mi cuerpo y de mi género. Pero la X de después de la F no puede ser algo concreto, porque mi identidad de género va cambiando con los años y lo hará seguramente mil y una veces más. Entonces la identidad tendría que ser algo como XtFtAtBtCt... Es decir, una larga lista de variables que representen géneros diferentes por los que voy transicionando. Y el primero no puede ser el mismo que el género con el que nací, la dichosa X, porque no creo que se pueda volver a ese género/sexo originario. 

Resumiendo, en realidad lo que sería es XtFtAtBtCt... Sin embargo, por aproximación a la terminología trans he decidido simplificar y usar FtX, que básicamente significa que me socializaron como mujer pero que estoy en transición (perpetua) a una identidad de género que no va a ser hombre ni mujer ni algo intermedio ni algo tercero.