21 junio 2008

El placer de comer en restaurantes...

Estábamos hablando K y yo de lo difícil que nos resulta ahora ir a un restaurante y pensar que la comida que comemos realmente es buena y de cuál es el motivo de ese cambio.

Antes cuando éramos más jóvenes y no teníamos ni experiencia ni conocimiento ir a un restaurante solía ser una experiencia agradable en la que casi siempre la comida sabía mejor que la que uno mismo era capaz de hacer. Ahora es rara la vez en la que de verdad algo nos gusta como para poder recomendarlo o querer repetirlo.

Cuando vivía en España no conocía apenas otras culturas culinarias. Por ejemplo, aquí las especias es como si no existieran. Y cuando te dicen que algo lleva especias, no tiene más que una gotita que de verdad hay que imaginarse el sabor. Por otra parte, aunque los ingredientes de la cocina española son de buena calidad en general, hay muchísimas cosas que aquí no se comen, o no se conocen, o no se sabe preparar... En consecuencia, al ir a un restaurante un poco exótico, con que te pusieran una pizza un poco mejor que las congeladas o un plato de arroz frito con algo de sabor a curry, pues ya te sabía delicioso.

Ahora, después de años de verdadero interés por la gastronomía y las culturas culinarias de otros sitios, además de práctica y pasión por la cocina, distinguir entre una paella cutrecilla y una paella en condiciones ya no es difícil.

Entonces, ahora cuando voy a un restaurante indio, por ejemplo, ya no me vale con que la comida sepa diferente a la española. Tiene que ser buena y tiene que estar cocinada de la forma adecuada, tener ingredientes de calidad y estar servida en su punto. O cuando voy a una pastelería, ya no me vale que tengan una tarta de chocolate con buen aspecto, también tiene que tener buenos ingredientes y estar hecha en condiciones.

Eso, en la práctica, significa que ese placer que sentíamos al ir a restaurantes antes ahora no es tan grande. Y lo veo en la gente con la que suelo ir. Por ejemplo en Dinamarca mi amiga F es más fácil de impresionar y a menudo se puede oír "¡Está buenísimo!". O aquí en Madrid sitios que antes me parecían buenos, ahora voy y la comida ya no me parece nada para dar saltos, aunque vea que los demás se están relamiendo.

Por ejemplo, antes íbamos a un japonés que me solía parecer muy bueno. Después de haber vivido en Japón unos meses, el sushi de ese restaurante aquí en Madrid ya no me parece igual. Sí, no está mal, pero no es nada especial.

En realidad es un poco frustrante no poder disfrutar como antes y ver que los demás siguen así. A veces el conocimiento mata parte del placer.

Eso sí, si tuviera dinero creo que sería posible para nosotros disfrutar de la comida y poder disfrutar de la capacidad de diferenciar un plato cutre de uno normal y de otro excelente. Teniendo los escasos medios económicos que tenemos ahora, la mayoría de los sitios a los que nos podemos permitir ir son mediocres y eso se aprecia en el sabor.

Aunque, eso sí, a veces los sitios más baratos tienen escondidas verdaderas joyas. Por eso seguimos probando, y acabamos con una lista de favoritos que son a los que siempre volvemos. Por ejemplo, en algunos restaurantes de aspecto cutre hechos por inmigrantes, la comida es excelente y el precio es mucho menor que en otros sitios más pijos hechos por españoles o daneses donde el aspecto es más bonito pero la calidad y el sabor distan mucho de ser buenos o auténticos.

Por cierto, y ya para acabar, el mejor restaurante en el que he estado esta vez en España se llama La cuina del racó. Es de comida catalana de buena calidad, bastante caro para nuestro bolsillo pero con una clara diferencia para el paladar.

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