Otra saeta clavada en el costado atravesando mi pulmón, dejándome sin aire. Pero claro, en realidad, ¿qué se podía esperar? El error es mío por dejarme engañar por mis propios sentimientos y deseos y tapar mis miedos y las huellas que veo del pasado con falsas esperanzas construidas solo de aire y tus palabras huecas. El error es mío por querer creer que cuando insistes tanto se debe a un sentimiento que amargamente reconozco que jamás has tenido y que nunca vas a tener por mí. Pero duele. Ahora ya te he mostrado mi interés. Otra vez, con ello me aparcas en la cuneta. Ya no despierta tu interés ni tus ganas de seguir buscándome, ya me he vuelto fácil. Si no hubiera contestado, seguirías comentando cada paso que doy, cada cosa que digo en público, cada posibilidad de hacerte notar. Aunque eso temía, contesté. Y ello ha resultado, cómo no, en la manera más eficaz de hacerte parar. Tú no me quieres a mí. Nunca me has querido. Solo necesitas sentirte amada porque estás sola. Y eso duele.