En mi uso de los distintos idiomas, me estoy dando cuenta en estos días de un hecho curioso y en el que no había reparado hasta ahora.
No soy trilingüe ni de lejos, aunque hablo mucho mejor idiomas de los que no soy nativa que muchos de los que se consideran bilingües. Pero como digo, nativa solo soy de un idioma, el español con el que me crié. Sin embargo, después de más de un tercio de mi vida en Dinamarca, la mayor parte del tiempo cuando pienso me doy cuenta de que formulo mi discurso interno en danés. Los conceptos, las estructuras, los pensamientos, las conversaciones imaginadas, todo suele ser en danés. Incluso cuando intento hacerlo en español suelo acabar cambiando al danés sin darme cuenta. Y mi español interno se ve afectado por la gramática, los vocablos y la forma de pensar en danés. De ello soy todavía más consciente aprendiendo otro idioma como japonés. Para mí las palabras japonesas tienen equivalentes en danés antes que en español, y cuando tengo que traducir un texto, aunque intente hacerlo al español, lo primero que me sale es en danés. Cada vez.
No obstante, a la hora de leer información, una novela, un blog, libros académicos, etc., me resulta más fácil, más lógico y más agradable hacerlo en inglés. Para mí el lenguaje de la información se ha convertido en el inglés. No solo en la lectura. También el lenguaje de la televisión. Y el lenguaje en el que yo busco información. De hecho, si tengo que buscar un libro traducido de un idioma que no domino, prefiero leerlo en inglés que en español o en danés. Y es curioso porque a pesar de pensar y vivir en danés, creo que mi vocabulario sigue siendo mayor en inglés... incluso mayor que en español. Tal vez también porque el inglés contiene más palabras y es por lo general más preciso.
Lo que me resulta más ilógico dentro de este contexto es que de cualquier modo el idioma en el que me siento más competente a la hora de hablar y escribir es en español, aunque me resulte casi imposible hacerlo de forma natural sin mezclar términos, expresiones y estructuras danesas e inglesas. Pero sé que en español soy capaz de encontrar los errores gramaticales. Sé que si me esfuerzo soy capaz de producir un lenguaje correcto. Sé que cuando hablo no tengo acento. Y ese 100% de seguridad me hace más competente en mi idioma nativo. Aunque mis pensamientos sigan siendo en danés y aunque la mayor parte de la nueva información que recibo sea en inglés o en danés y por tanto también del nuevo vocabulario que adquiero.
El cerebro humano es sorprendente. Antes de pensarlo y vivirlo yo misma nunca hubiera creído que alguien que afirmara que piensa mejor en un idioma, lee mejor en otro y habla mejor en un tercero estuviera diciendo algo posible.
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