Esas conversaciones que tenemos muy raramente son de lo más excitante y descolocante. Desde hace años solo suceden cuando no podemos vernos, cuando no podemos ni oírnos, pero suceden. Siguen volviendo. Cada vez con más claridad. Mi amiguita, yo que intento alejar mis pensamientos impuros cuando se trata de ti, no me lo pones muy fácil si me dices las cosas que me dices de vez en cuando. Por supuesto, ¡me encanta! Me encanta y me pone a cien mil. ¿Qué crees que sueño después de esas conversaciones en el chat? ¿Qué crees que quiero hacer al levantarme de esta silla y meterme en la cama? ¿Qué crees que no puedo dejar de imaginar la mañana siguiente con una sonrisa de oreja a oreja? De vez en cuando te transformas clarísimamente en el foco de mi deseo más claro y apasionado. ¿Nunca te pasa a ti conmigo? Pero entonces, aunque sea tan raramente, ¿por qué vuelves? ¿por qué insistes? ¿por qué juegas? ¿por qué flirteas?
A veces me pregunto por qué no tenemos nunca nada físico. Como amigas si quieres. Como amantes. Como prueba. Como juego. Como deseo hecho realidad. Como experimento. Como aprendizaje. Como acercamiento. Como búsqueda de placer. Como búsqueda de compañía. Como entrega. Como amor. Como aventura. Como forma de pasar la noche. Como contacto físico. Como atrevimiento. Como aceptación. Como oferta. Como satisfacción. Como curiosidad. Como teoría convertida en práctica. Como pasión. Como sexo. ¿Me das una respuesta? Sé que sabes que eres tú al leer esto :-)
A veces me pregunto por qué no tenemos nunca nada físico. Como amigas si quieres. Como amantes. Como prueba. Como juego. Como deseo hecho realidad. Como experimento. Como aprendizaje. Como acercamiento. Como búsqueda de placer. Como búsqueda de compañía. Como entrega. Como amor. Como aventura. Como forma de pasar la noche. Como contacto físico. Como atrevimiento. Como aceptación. Como oferta. Como satisfacción. Como curiosidad. Como teoría convertida en práctica. Como pasión. Como sexo. ¿Me das una respuesta? Sé que sabes que eres tú al leer esto :-)
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