Allí estuvimos, viendo la flor más grande del mundo, Amorphophallus Titanum, que se niega a mostrarse más de una vez cada década. Nosotres y toda la masa de copenhaguenses que se habían enterado por las noticias. En la noche más corta del año. Justo antes del anochecer. Después volvimos a ese rincón del suelo de tu casa a beber un par de cervezas a la luz de las velas y ese cielo azul marino. Nos emborrachamos. Con una cantidad mínima de alcohol. Y al día siguiente teníamos resaca. ¿Puede ser el efecto del aroma fétido de la planta? ¿Su combinación con el alcohol? ¿O fue la deliciosa embriaguez que produce sentirse tan cerca? Para mí la respuesta está casi clara...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tienes problemas para dejar tu comentario, vuelve a pulsar en "Publicar". Casi siempre con insistir un par de veces funciona. Si no también puedes enviármelo a mi email en lilleskvat(a)gmail.com