20 enero 2012

El otro lado de la puerta

Al invitarme a que sea tu acompañante en momentos menos fáciles me haces sentir que me quieres en tu vida, que me estás haciendo un hueco real en ella, con lo que por lo tanto también me quieres a mí, y que no solo comprendes sino que también valoras y disfrutas que tu sentimiento es correspondido por el mío. Me haces creer que lo que tenemos juntas se basa en algo más que en los minutos compartidos en cafés y sobre tu colchón. Me haces sentir que me abres una puerta a gestos y vivencias que yo he soñado con anhelo pero que he encontrado cerrada tanto tiempo. Esta puerta que me has abierto en las últimas horas me produce una sensación tan profunda que siento que de verdad algo ha cambiado. 

Todavía tengo grabada la primera imagen que vi de ti al llegar a recogerte. No esperaba que me produjera tal conmoción. Lo que encontré fue la imagen de lo que hasta ahora se escondía detrás de esa puerta cerrada. Intimidad. Cotidianidad. Ver tu dolor. Tener que superar mis miedos plasmados en tu sangre dentro de unos límites que siento que nos respetan a ambas, y salir con la sensación de ser más fuerte y de por ello amar agudamente. Descubrir que tu dolor no es solo físico sino también mental debido a sus abandonos, y notar que en momentos así puedo ser esa boya que te dé soporte. Convertirme en un elemento más de tu paisaje habitual y entrar a formar parte del fluir diario. Escuchar tu pesada respiración y obtener esa paz interior que me permite dormir apaciblemente al percibir tu cercanía. Ser actor, aunque sea con un papel diminuto, y no solo espectador de tus pequeñas escenas familiares. Cuidarte.

De repente me siento parte de tu vida. Siento que aprecias que estoy en ella. Siento que en ocasiones buscas no solo mi compañía o mi extravagancia sino también mi amor, mis cuidados, mi ayuda práctica, mi calor... a mí como persona no como esto o lo otro. Veo que mi presencia te da seguridad, confort, calma. Y me siento útil y con ello feliz por hacerte sentir mejor. Por poder ayudarte con cualquier detalle por nimio que sea. Por compartir cosas cotidianas contigo como hacerte un huevo frito o abrazarte y darte sosiego cuando te sientes débil o te duele.

Hay muchas formas de mostrar amor. Y hay muchas formas de sentir amor. Aquella vez hace ya casi un par de años la primera tarde que te vi desarmada sin máscara me dejó temblando y fue el camino directo a mi corazón y a descubrir mi enamoramiento por ti. Esta vez entrar al otro lado de la puerta me ha dejado con un atontamiento embriagador que me llega muy hondo descubriéndome la profundidad más absolutamente real de mi amor por ti.

Aunque ya he dicho que no era necesario, no has dejado de repetir tu agradecimiento. Pero no tienes nada que agradecerme por lo sucedido. Desde luego no más que yo a ti por permitirme ser partícipe de todo ello. Ojalá que esta puerta abierta no se cierre nunca.

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