Reunión con un grupo de poliamorosos en su mayoría daneses (menos dos), heterosexuales (menos dos, casualmente las mismas personas y yo soy una de ellas) y cisgénero (menos uno, yo). Vemos una película, "Diario de una ninfómana", y a continuación charlamos sobre lo que hemos visto. La conversación, por supuesto, en seguida se transforma una vez más en lo que veo que se transforman todas estas conversaciones en grupos de este estilo (es decir, grupos de gente muy igual y con una determinada identidad): todos los que participan lo hacen para darse la razón entre ellos, para reafirmar su identidad, para sentirse parte de la norma que ese grupo en concreto ha establecido. En este caso, todos son hipersexuales, algunos de ellos considerándolo una adicción. Todos están no obstante de acuerdo en lo maravilloso de vivir la sexualidad plenamente, en la intensidad de la vida cuando incluye mucho sexo, en la ignorancia de la sociedad por rechazar el sexo o tener que esconderlo en amor y monogamia y, sobre todo, en lo excelentes que son por ser poco normales comparados con la mayoría y en lo mucho que sienten que se les discrimina o se les considera algo negativo por ser tan libres con su vida sexual.
Leído así, en principio casi podría estar de acuerdo con muchas de estas afirmaciones. Y sin embargo veo algo patético y trágico en un grupo tan monocultural, monoracial, monosocial (pertenecían todos a lo que se considera clase media), monogénero, monosexual, mononormativo declarando su falta de normalidad. Lo único que hacía diferente a esas personas en ese momento para mí es que decían abiertamente que les gusta el sexo, mucho y con muchos, y ni siquiera en ello eran diferentes, porque estoy segura de que no todos los poliamorosos son hipersexuales, ni tampoco todos los presentes. Tener varias relaciones al mismo tiempo ni siquiera tiene que incluir sexo para todo el mundo... Lo que sucedió es que la primera persona que abrió la boca tras la película habló sobre su "adicción al sexo" y todos los demás siguieron el hilo. Aparentemente una vez más nadie se quería sentir excluido, nadie quería no ser normal dentro de ese grupo.
Por supuesto, escuchando con una mínima atención también se oían las contradicciones en semejante apego grupal a la falta de normalidad. Todos estaban de acuerdo con la enorme mayoría de las normas sociales, cosas como la necesidad de un padre o figura paterna en la educación de un menor o la dificultad de las mujeres en vivir su sexualidad (de lo que se deduce que aparentemente los hombres viven su sexualidad plenamente).
Así que me fui con una sensación de haber visto otra vez lo mismo: gente muy igual que se cree muy cool por ser diferente.
hola, escribo desde lleida, en españa.
ResponderEliminarhace ya un tiempo que encontré tu blog y lo retengo en bookmarks pues tu forma de pensar es muy abierta y aprendo cantidad contigo. Gracias por seguir aquí se agradece mucho.
Respecto al post, decirte que lo que cuentas es inherente a la especie humana. Es decir que lo cuentas podria identificarse con el sentido de supervivencia. El hecho de que todos quieran sentirse parte del grupo y no desviarse del mismo. Como dicen los cristianos: somos un rebaño. Y eso está dentro del subconsciente. Hay estudios que lo demuestran.
De nuevo gracias por tu visión de la sociedad danesa. Nos muestras un estrato de la sociedad del que no tendríamos referencia alguna sin ser por ti.
Hola Pau, muchas gracias a ti por leerme :-)
ResponderEliminarEs cierto que todos tenemos esa tendencia a querer pertenecer al grupo. Lo que me fascinaba en este caso es que es gente que de forma consciente cree hacer lo contrario y no se da cuenta de lo paradójico de su comportamiento.