Como decía aquí, al final después de todo un día consiguió ayuda de una recepcionista del hotel para ir a la comisaría y denunciar lo sucedido. Por supuesto, eso no fue sencillo.
Primero fueron hasta la joyería él y la recepcionista. Las dos dependientas de la joyería, las mismas de la noche anterior del robo, afirmaron no reconocer a mi amigo y no recordar nada raro. Claro, que aparentemente cada día entran muchas personas en esa joyería y sin mirar nada de nada compran por el valor máximo de todas las tarjetas que llevan encima. Además, por supuesto, esas personas son extranjeros blancos europeos y no son reconocibles ni llaman la atención cuando no hablan ni vietnamita ni dicen nada más que firmar los recibos de las tarjetas mientras tienen a alguien al lado hablando en vietnamita y arreglándolo todo.
Después de estar seguros de que esa era la joyería, y con la convicción de que esa joyería seguramente está implicada en ese tipo de robos, se fueron a la comisaría. Por supuesto, en las tres primeras comisarías no hubo nada que hacer. "Aquí no es, vete a esta otra", "aquí tampoco vete a esa". La policía, como decía en las otras entradas, en lugar de tomar la denuncia decía que no había nada que denunciar. Por fin en la cuarta y después de un buen rato de explicación consiguieron que el policía se sentara a escribir el asunto, aunque se negó a dar una copia del papel ni habiendo discutido a gritos con él. Es decir, que probablemente de allí se iría a la papelera. También consiguieron tras más pelea que el policía les acompañara hasta la joyería, pero las dos jetas esas por supuesto siguieron diciendo que no le reconocían y el policía se quedó contento con eso.
De allí, mi amigo se fue al aeropuerto y de vuelta a Europa. Y ahora a buscarse un trabajo con el que pagar la deuda. Pero lo importante es que está bien. En fin, ¡qué historia más horrible y frustrante!
Algún otro día tengo que contar yo también historias desagradables que me han pasado a mí misma con ladrones y con la policía en diversos países.
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