El saber de los padres

En el zoo de Copenhague, como en cualquier otro zoo, se puede comprobar que los padres son una fuente de saber... o más bien que eso quisieran ser y que desgraciadamente eso piensan sus hijos. Así los adultos van de lugar en lugar explicando a sus hijos las cosas que ven y que supuestamente conocen. Y los hijos van detrás de ellos preguntando y aprendiendo. ¿El problema? Que los padres por lo general son unos ignorantes y responden verdaderas barbaridades a las preguntas de sus hijos. Lo peor es que además no muestran ni la menor inseguridad a la hora de contestar y los hijos así se quedan completamente convencidos.

Por ejemplo hoy he podido escuchar esta conversación:

     Niño: Mira, ¿es peligroso?

     Madre: No, no lo es. Es como un gato.

Y uno piensa, estupendo. Hasta que mira y ve que de lo que están hablando es un leopardo. Por suerte el niño probablemente no vaya a tener nunca la desafortunada situación de tener que poner su vida en peligro por culpa de haber escuchado las tonterías de su madre ya que los leopardos no abundan por Dinamarca. Pero, igual que esa ignorante le ha metido en la cabeza esa información errónea, le meterá otras cien mil cosas que no tendrán ningún fundamento. Crecer para el niño en parte será un proceso de revisión de todo lo que ha aprendido de esas falsas autoridades que son los padres. Sin embargo, desgraciadamente pocos son los que de verdad llegan a someter a un análisis racional todos los conocimientos que han adquirido de semejantes fuentes. Y por tanto, muchos de esos fundamentos en los que basarán sus vidas serán completos sin sentidos. Exactamente como sucede con todas las ideas racistas, xenófobas, homófobas, clasistas, machistas... que se nos inculcan desde pequeños.