04 octubre 2011

¿Por qué es aceptable robar un beso y no un polvo?

A propósito de esta entrada que escribí el otro día y los comentarios que han surgido en Facebook como consecuencia de ella, me veo en la necesidad de complementar lo que escribí. 

Aparentemente hay mucha gente en desacuerdo con preguntar y pedir permiso para besar. Muchas personas lo ven como falta de espontaneidad, falta de pasión, pérdida del romanticismo, incapacidad de comprender el lenguaje corporal de la otra persona, un cortarrollos. Y yo sin embargo no entiendo muy bien estos argumentos, aunque los escuche, porque si bien es cierto que no siempre es necesario preguntar a alguien, porque la situación está muy clara (por ejemplo, si besar es la forma habitual que tenéis de saludaros o si acabáis de tener sexo) y es fácil entender que la posibilidad de besarse existe, en muchísimos otros contextos no lo es tanto y para mí la pregunta no solo es adecuada sino que muchas veces incluso es necesaria.

Lo que peor entiendo de todo es esa idea que parece que es tan generalmente aceptada que dice que robar un beso no es algo malo ni nada grave. Pero, ¿por qué es aceptable robar un beso y no un polvo? Es decir, parece que no se puede montar ningún drama porque alguien te bese sin tu consentimiento. Parece que es un mal menor que la gente está dispuesta a aceptar e incluso a infligir a otros. Si a mí me apetece besarte, según esta lógica, debe ser motivo suficiente para que lo intente y te plante mis labios y, si puedo, mi lengua en tu boca. Que a ti no te apetece, no problem, ya me disculpo después, pero entiéndeme... tenía que intentarlo. Y lo que me resulta más sorprendente es que esta idea está igual de extendida entre los hombres como entre las mujeres y personas de otros géneros. Sin embargo, ¿a cuántas personas les parecería razonable usar el mismo argumento sobre robar un polvo? ¿o una caricia? Porque yo intuyo que a muchas menos, y especialmente a las personas que no son hombres cisgénero. Y entonces todavía entiendo menos la diferencia entre las reglas de lo que es aceptable y no aceptable. ¿Quién me dice a mí que tocar una teta es más sexual que meter mi lengua en una boca? ¿A qué se debe que la gente crea que penetrar un ano con un pene es más íntimo que penetrar una boca con una lengua? De verdad que no lo entiendo. Mi ano es tan parte de mi cuerpo como mi boca, y creo que en ambas debo poder decidir qué sucede y con quién. Por otra parte no me veo capaz de defender la legitimidad de imponerle a alguien mis deseos físicos y justificarlo después con mi ataque de pasión, mi malinterpretación del lenguaje corporal o la falta de negación por parte de la persona objeto de mis avances. Ni sobre un beso ni sobre un polvo.

Dar por sentando que para otra persona un beso no significa tanto o más como ser objeto de cualquier otra agresión sexual (porque para mí los besos también son sexuales y si no son deseados, son impuestos, también son una agresión) es un problema grave en mi opinión. Por eso, yo funciono más con la búsqueda de consenso explícito y no implícito y no doy por sentado ni que todo el mundo es sexual ni que todo el mundo quiere serlo conmigo ni que los besos son algo menos sexual que cualquier otro acto físico.

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