No pensaba escribir pero esto me está dando vueltas en la cabeza y no puedo dejarlo, así que tengo que sacarlo y dejarlo en algún sitio. ¿Lo verás aquí? No lo sé, pero yo al menos tengo que decirlo.
La otra noche en tu casa me dijiste que igual que la superficialidad de él te hacía sentir mal, mi intensidad te había agobiado. Yo desde entonces no dejo de buscar dónde está esa intensidad de la que hablas que yo no he visto. O, mejor dicho, no en mi lado. En ti sin embargo sí que la he visto. Fuiste tú quien empezaste, quien continuaste y quien aparentemente le ha puesto fin a todo lo que hay en ti y lo que hay entre nosotras. Fuiste tú quien dijo, quien hizo, quien jugó, quien mandó ese sms, quien vino llorando, quien estuvo vacilando con lo que hacer, sentir y desear, quien sintió que no tenía nada, quien perdió los papeles y afirmó no querer algo que habías buscado y que yo no había afirmado querer dar, quien se sintió mal, agobiada, asustada, confusa, perdida, vacía, sola, etc., pero también atractiva, querida, deseada, protegida, bien..., quien intentó nuevamente obtener eso que ya habías negado querer, quien mintió, quien cambió de explicación y de motivo cien veces a lo largo de una semana y de actitud trescientas a lo largo de las semanas siguientes, quien tuvo ataques de ansiedad, pánico y crisis de identidad, quien se fue corriendo y afirmó barbaridades que no quiero ni repetir. Fuiste tú y solo tú quien en todo ese juego no supo hacer las cosas de forma calmada, quien no supo afrontar sus propias decisiones ni sus propios sentimientos, quien no supo mantener la compostura ni las explicaciones que empezaste dando, quien reaccionó con una intensidad para mí sorprendente y desconcertante. Fuiste tú quien se asustó, quien se siente quemada, quien dice sentirse mal y quien no sabe cómo controlar ese fuego que tú has encendido en ti.
Yo, sin embargo, creo que lo único que hice fue responder a tus proposiciones, negarme a hacer las cosas cuando no me parecieron oportunas, hacer lo que sentí y deseé en cada momento sin escandalizarme por lo que pasaba, por lo que sentía o por tus doscientos cambios de dirección en una semana. Llevé las cosas con calma, que no es lo mismo que intensamente, mientras tú dabas palos en todas las direcciones posibles. Respondí a tus preguntas, puse mis condiciones y te expliqué con claridad qué quería y qué no quería. Eso no es intensidad. Es sinceridad, algo a lo que aparentemente no estás acostumbrada.
Así pues creo sinceramente que te equivocas cuando dices que soy yo la que ha transformado lo que tú creías que iban a ser unos simples polvos en algo intenso y complicado.
Yo para empezar no le veo la complicación ni siquiera ahora. Sexo es sexo y en eso no hay ni complicación ni intensidad a no ser que uno se la quiera dar. Yo no quería darle ninguna de las dos cosas ni creo haberlo hecho. Lo que quería darle desde el principio es el sentimiento adecuado. No solo pruebas, no homofobia disfrazada de coolness, no yo por ser la opción fácil, no conmigo por calentarle a él o elevarte a ti el ego por ser capaz de ligarte a la lesbiana. El sentimientos adecuado como los que tú despertaste en mí: atracción, deseo, pasión, calentón, curiosidad, cercanía, intimidad, amistad... y quizás amor.
Y para seguir solo veo que los espasmos de dolor los has estado dando tú hasta que te has asustado tanto que has decidido pararlo todo sin darme ese motivo y sin querer tú misma pensar en ello para poder archivar la historia en tu mente como que yo he sido la mala y tú solo has empezado algo que luego no te ha apetecido continuar.
Pues olvídate de esa visión, porque para no variar te estás vendiendo a ti misma la historia reinterpretada para apagar tu conciencia y con ello no transformas la realidad, solo te transformas tú en una sombra de lo que podrías ser y tener con tu vida. Tú y la intensidad de tus sentimientos varios son lo que te ha agobiado. Tu propia intensidad, no la mía.
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