25 agosto 2011

Mis gilipolleces las pago yo

Como digo aquí, no quiero jugar a ver quién muestra más o menos interés en una relación. Y sin embargo en una ocasión últimamente he caído en algo que visto desde fuera lo parece y en consecuencia he pagado el mismo precio. 

Estaba tan harta de llamarte yo cada vez, de ver que mostrando mi interés el tuyo deja de ser visible aunque exista, de hacer acuerdos que luego tú cambias en el último momento para mostrar que eres tú y no yo la que toma las decisiones porque eres tú y no yo la que lucha por el poder, que llegó una tarde en la que aunque teníamos un plan que para mí era muy importante, decidí no llamarte. No para mostrar indiferencia, porque ya había dejado claro que no sentía indiferencia ante ese plan que yo misma había sugerido. Sino para dejarte claro que si sigues jugando al final me canso del juego y de ti. 

Llegó la hora en la que nos teníamos que ver y no había oído nada de ti. Así que en mi cabreo tomé la decisión de mandarte a la mierda y alejarme. Dejar de hablarte. Si esa era la forma de detener tu ansia de estar por encima, lo prefería a tener que aguantar más desdenes. 

Y ¿qué sucedió? Que mi decisión estúpida, que vista desde fuera me hace ver que tú creías que yo también estaba jugando a mostrar indiferencia, me vino y me mordió a mí. Mis gilipolleces por tanto las pago yo misma y en realidad es lo mejor, porque eso me enseña a ser más consecuente con lo que digo y pienso y la próxima vez no hacer lo mismo.

Al rato llamaste preguntando dónde estaba. En realidad no estabas jugando a mostrar indiferencia. Solo fue un malentendido. Tú creías que habíamos quedado ya allí, que estaba claro, y yo no lo tenía claro. Y en lugar de llamarte y aclararlo, di por sentado que tú jugabas y reaccioné de forma inadecuada, no llamando. Así llegué tarde a nuestra cita y me perdí una gran parte de eso que tanta ilusión me hacía. Pagué el precio de la estupidez.

Así que ahora ya lo sé. No solo no tengo que jugar, sino que tampoco tengo que hacer cosas que vistas desde fuera o vistas por ti puedan parecer juego. Porque al final en la práctica es como si lo fueran, y las consecuencias, como con el juego de verdad, las pago yo misma y no son agradables.

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