
Durante unos días me estoy tomando una mini pausa con el blog, porque no tengo tiempo para escribir y no había dejado programado...

Una forma de luchar contra esa exclusión es crear tus propios grupos, en cierto modo tu nueva norma. Esto es lo que han hecho muchas de las subculturas del ambiente homosexual, especialmente el masculino. Un ejemplo claro son los osos o bears, que para mí ahora forman un parte integral clarísima del ambiente pero que en realidad han surgido como grupo un poco en reacción a esa excluyente cishomonorma en la que cualquier chico gay tiene que tener pluma, ser delgado, guapísimo, seguir la moda, tener todo el cuerpo depilado, ser joven, etc. Así, estos otros gays y bisexuales que se interesan por hombres peludos de cualquier edad, calvos, gordos, grandes, masculinos, con trabajos como obrero o camionero, con la cerveza en la mano y las posaderas en un sofá, se han unido y han formado sus clubs y sus asociaciones donde no se sienten discriminados por la mayoría.
Os cuento ahora un ejemplo que me pasó este fin de semana y que ilustra lo que estoy diciendo. En una reunión de activismo llega el momento en el que hay que votar por una propuesta que se ha discutido durante un buen rato. El voto es a mano alzada y todos los presentes, excepto yo, levantan la mano votando a favor de la propuesta. Se hace el silencio y me miran desconcertados. Varias personas me dicen "¿Tú no votas?" o "Despierta, que es ahora cuando hay que votar". Aparentemente dejar el brazo abajo para ellos era no votar, no participar en las reglas del grupo. Contesto: "Estoy votando". Y se crea un revuelo donde muchas bocas me preguntan "Ah, ¡¿¿pero que no estás de acuerdo??!". Yo sinceramente me pregunto para qué votamos si el único voto válido es el que se da en la dirección que quiere el grupo. Así más bien parece que votar es una forma de reafirmar la pertenencia a ese grupo.
Estoy contándole a una amiga con la que no había hablado en unos meses mis aventuras y desventuras en la última época y cuando termino el resumen me dice: "Hablas en singular... ¿Dónde está K?". Mi amiga, psicóloga ella de profesión, no puede a veces controlar sus tendencias, pero en este caso la pregunta me resulta ridícula e irritante. "K está en el salón leyendo a Murakami y hablo en singular porque te estoy contando mis cosas". A lo que además podría haber añadido "Y porque mis otras personalidades todavía no han tomado el control de mi lenguaje".
Otro año más, pero esta vez no voy a enviar el sms. ¿Para qué? Desde que metí la pata, ya hace muchos años de eso, nunca has querido volver a verme, por mucho que me hayas dicho que aceptabas mis disculpas, por mucho que me hayas escrito, me hayas llamado por teléfono, hayas estado entre mis contactos en Messenger o Facebook o lo que sea. O bien solo quieres recordarme que si la situación es así fui yo la responsable, o bien me tienes tanto miedo que no eres capaz de acercarte de nuevo ni para tomar un café o contestar a un email o sms. Así, desde entonces varias veces sin la menor explicación de repente has dejado de hablarme, o me has eliminado de tus contactos, o no has contestado a mis mensajes. Pero recuerda que también tú misma varias veces me has contactado, me has llamado, escrito o incluso sugerido vernos, aunque luego hayas desaparecido sin ningún motivo aparente... afirmando cada vez después que el motivo existía pero que no me lo ibas a dar.
Lo que sucede después me irrita. La discusión sigue. Y en ella todos los presentes, excepto 2 personas, siguen repitiendo que en nuestro grupo NO hay ningún trans y nombrando mujeres transexuales (es decir, personas que ellos pueden identificar como trans) fuera del grupo que podrían haberse unido si no fuera porque había otra gente más cualificada para tal o cual trabajo.
Muchas personas han tenido hijos en su vida antes de la transición al género con el que se sienten identificadas. Esos hijos, cuando la persona realiza su transición, por lo general comprenden el asunto y respetan la decisión de su progenitor transgénero. Por ello, utilizan los pronombres adecuados y hablan conforme al género con el que su padre o madre se identifica. Sin embargo, muchos de ellos deciden seguir llamando a la persona "papá" si es su padre biológico aunque sea mujer y "mamá" si es su madre biológica aunque sea hombre. Esto provoca muchas discusiones. Alguna gente lo ve completamente inaceptable, como una falta de respeto. Otra sin embargo piensa que el hijo o hija tiene un padre biológico y una madre biológica y que llamar al padre biológico "madre" hace que se confunda con la madre biológica.