Cuando te apetece mucho hacer algo pero aun así no lo haces a menudo se tienen razones y motivos varios. Para empezar, siempre están las excusas, normalmente malas, que uno le da a los demás. Esas, como suelen ser completamente falsas para que sean aceptables y contables, ni siquiera entran en juego a la hora de valorar por qué no haces ese algo. Luego están las excusas que uno se da a sí mismo. Esas normalmente lo que hacen es intentar explicar un deseo y transformarlo en algo más bonito, más aceptable para tu propia conciencia, más decente. Por último están las razones verdaderas que te impiden hacer lo que deseas. Esas razones suelen ser incontables y desde luego nada de lo que uno se siente orgulloso, por eso busca otras explicaciones. ¿Por ejemplo? Pues el miedo, la vergüenza, el orgullo, los celos, la inseguridad...
Cuando estamos hablando de algo que no está bien visto según las reglas generales de la sociedad en la que vives entonces además de luchar contra tus propios prejuicios tienes que luchar contra toda esa moral que te inculcan los demás. Y eso como es muy difícil, acaba llevándote a no realizar los sueños y deseos que tienes aunque en el fondo es lo que tú de verdad buscas. ¡Y es una pena!
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