Por algún motivo que nunca he comprendido la mayoría de la gente se cree inmune a llegar a la situación de tener que vivir en la calle. Y sin embargo a nuestro alrededor podemos ver cada día que le sucede a otra gente. Socialmente nos anestesiamos pensando que esas personas que viven en la calle han hecho algo para de algún modo acabar así. Es decir, que no son iguales a nosotros sino inferiores, y por eso aparentemente no nos puede pasar a nosotros. Esos que viven allí fuera en el suelo duro son drogadictos, alcohólicos, perdedores, ladrones, enfermos mentales, vagos... Una lista de palabras que para la mayoría justifica que haya personas que malviven cobijándose en rincones y rebuscando comida entre nuestra basura... Como si esa lista justificase algo, como si hubiese motivos por los que alguien merezca vivir en la calle.
Estos argumentos que la gente usa para explicarlo y aceptarlo tienen tantos agujeros que hasta los más cerrados deben poder verlos. Pero el truco entonces claramente está en no pensar en ello. Mientras tú tienes una casa, mientras tu familia te apoya, mientras te crees en condiciones de encontrar trabajo o algún método para conseguir dinero, mientras conoces el sistema y sabes cómo conseguir ayuda, mientras... ¿para qué pensar en eso que no es agradable? Al fin y al cabo esa gente en la calle no tiene cara, no tiene historia, por no tener no tiene casi ni existencia para los demás, ya que la mayoría ni siquiera es capaz de mirar en su dirección.
Siempre me he amargado pensando en esto. Por eso, aunque sea una obviedad, tengo que escribir aquí algunos de los motivos por los que la gente acaba viviendo en la calle:
- En este mundo en crisis en el que encontrar un trabajo es difícil, no todos tienen suerte en su búsqueda. Aunque lo intenten sin parar. De hecho llega un punto en el que se vuelve imposible. Si no consigues trabajo durante tanto tiempo como para acabar sin vivienda, no podrás tampoco conseguir un trabajo, pues para ello necesitas un domicilio del que carecerás.
- Ser inmigrante en cualquier país es difícil. Si no conoces el sistema; si no hablas el idioma; si no tienes contactos; si no tienes a tu familia para apoyarte; si tienes el aspecto, la raza, la religión, la vestimenta, el acento, la cultura, etc. equivocados; si no tienes los papeles adecuados; si no tienes la economía suficiente para mantenerte, la situación se vuelve casi imposible. Vivir en la calle acaba siendo la única opción disponible y de ella es todavía más difícil salir que si eres una persona nacida en ese país.
- Si eres una persona LGBT+ con gran probabilidad las leyes no defenderán tus derechos, tu red de apoyo familiar se verá mermada, tus posibilidades de encontrar trabajo, vivienda, amigos, etc. se verán afectadas, tu movilidad a otros países en busca de mejorar tu situación también será menor y llegado un momento no es imposible que las circunstancias te obliguen a acabar en la calle.
- Si eres una persona con algún tipo de problema físico, psíquico o social, es decir, si tienes una enfermedad física crónica que te impida trabajar en las mismas condiciones que los demás, si tienes una minusvalía, si por algún motivo has llegado a una situación de dependencia o semejante, no es seguro que vayas a recibir el apoyo que necesitas de la sociedad. Muy al contrario, a menudo verás que tus posibilidades se reducen mucho más de lo que harían por sí mismas y ello se debe no solo al sistema del lugar en el que vives sino a la intolerancia de la gente. En tal situación, perder tu vivienda no es algo descabellado.
- Si no perteneces al grupo social adecuado, es decir, si no has tenido acceso a una educación, si por tu género te han puesto barreras, si tu raza ha dificultado que te acepten, si tu edad ha hecho que directamente te descarten... ¿cómo vas a conseguir el dinero para pagar el alquiler?
Y así puedo seguir un buen rato. ¿Exagero? OK. Os voy a contar algunos ejemplos reales sobre cada gran grupo.
- ¿Cuánta gente en el sector de la construcción en España creéis que todavía conserva el trabajo que tenía hace un par de años? Nada tiene que ver con ser vago el que las oportunidades de trabajo desaparezcan. De nada sirve buscar día y noche si no hay trabajo y sí millones de parados. ¿Cuánta gente vivía ya entonces al límite de sus posibilidades económicas? Y entonces, ahora mucha de esa gente, ¿cómo paga su vivienda?
- Un español que trabajaba en la construcción pierde su trabajo y al final en la desesperación se viene a vivir a Dinamarca en busca de trabajo. ¿Sabe inglés o danés? ¿Tiene estudios superiores? ¿Tiene contactos aquí? ¿Sabe cómo conseguir ayuda? Por supuesto que no. Después de semanas intentando conseguir lo que sea, sus escasos ahorros se acaban. ¿Qué sucede entonces? Que vive en la calle. ¿Cómo sale de la situación? El Estado danés no va a ayudar y tampoco a intervenir, porque como ciudadano europeo puede buscar trabajo aquí. Las demás personas que viven en la calle no van a poder ayudarle con consejos y trucos, porque no se pueden comunicar con él. ¿Sobrevivirá el invierno?
- Eres una persona transgénero y tienes la mala suerte de haber nacido en una familia ultra religiosa y conservadora. Tu familia te rechaza, por lo que te echan del apartamento en el que vives. Cuando intentas conseguir un trabajo, tu nombre, tus papeles y/o tu aspecto físico te delatan. No consigues el trabajo. Cuando intentas buscar ayuda en casa de tus amigos y conocidos, si no tienes la suerte de contar con gente que te apoye, tampoco encontrarás una reacción mejor que la que encontraste en tu familia. Al final, ¿de qué vives? ¿y dónde?
- Tienes VIH y estás enfermo de SIDA. Tus posibilidades de trabajar se ven muy mermadas. Tu red social desaparece. Tu familia no te apoya. Pierdes el apoyo de tus conocidos. Tu seguro médico no te cubre. Tu estado físico empeora. ¿Cómo pagas tu tratamiento? ¿Y la cama en la que acostarte?
- Eres hija de inmigrantes árabes. Tu piel es oscura. Tu aspecto despierta claramente recelo en este mundo islamófobo en el que vivimos. Tu nombre en el CV hace que nunca te llamen para hacer una entrevista. Tu género también te dificulta las cosas dentro de la comunidad en la que vives. Si tu apoyo familiar o social cae, ¿cómo te mantienes?
Y no sigo porque me puedo pasar horas nombrando motivos...
La vida es muy dura para mucha gente. Lo increíble es que los demás nos creamos inmunes a las desgracias que no nos son tan ajenas como pensamos.
Cuanta razon tienes, yo aveces lo pienso, que puedo verme de la misma forma y me da pánico, es un panorama desolador en el que nos encontramos ahora mismo. Es horroroso tener que ver a gente tirada por la calle cual si fueran perros, es penoso. Gracias por tu artículo, espero que la gente tome conciencia de todas estas penalidades.
ResponderEliminarGracias Lille, por escribir esto. En México, al igual que en muchas naciones latinoamericanas, las filas de personas en situación de calle se agrava día tras día, y esto no es sólo una frase. La crisis, este caballo de pesadilla bíblica que arrasa las endebles economías de países que ya estábamos mal, creo que no sólo se limita al terreno económico: la crisis también es humana, como bien lo describes.
ResponderEliminarAcá basta con ser indígena y emigrar a una gran ciudad para arriesgarte a vivir en la calle. conozco a una chica transgénero que vive con vih, vive de la mendicidad porque perdió acceso al trabajo sexual a través del estigma. Y vive con su anciana madre en la calle -a veces amparados en el tejabán donde vive otro conocido. Luego, pesa sobre sus espaldas, además de la presión de cuidar de su madre enferma, la falta de estudios, de la ausencia de un historial laboral reconocible, de referencias personales, documentos en regla, etc. etc., el factor edad. Este ser pronto llegará a los 40, y cargará con una etiqueta adicional que lejos de sacarle de la calle, le hunde más en ella.
Entre las múltiples realidades con las que convivimos, ojalá pudiéramos hacer muy nuestra esa reflexión a la que nos invitas: no estamos inmunes. Imaginemos -En un momento inesperado, una familia nos abandona. El que creíamos nuestro amigo nos falla y nos lanza, el sistema nos da muestras de su rechazo. Nadie más mueve un dedo por auxiliarnos. La calle entera, con todos sus días y madrugadas impersonales, se abre ancha y generosa como el hogar alternativo para quienes no encontramos cabida en otro sitio. Y si la sociedad insiste en hacernos culpables por tener que vivir así, entonces asumiremos seguramente nuestra culpa, al no tener recursos para replicar y justificar los porqué de esta terrible condición. Luego, lucharemos a brazo partido contra las legiones de callejeros -donde también hay clases, estigmas y reglas, y donde ganarse la vida es un arte. Además de los borrachos, los yonquis, los zapotecos, los avionados, veremos que la mayoría son los losers, herederos universales de la neurosis más selecta, y luego nos insertaremos en esa estafeta -los que fuimos los chiflados incorregibles, los jefes prepotentes de otros tiempos, los desempleados crónicos, los de mal carácter, los peores de cada familia, pues. Esos, los que nunca aprendimos a ser amigos, ni hermanos, ni un carajo, nos hemos reencontrado finalmente en los jardines públicos, en las alcantarillas y en los quicios donde no nos echan. Hemos descubierto los lugares comunes de todas y todos a los que nadie nos soportó allá en el otro mundo. Y no podremos quejarnos, porque advertiremos que podemos caminar, y no nos falta un pie, y recorreremos de prisa el trecho en el que abandonaremos nuestros remilgos y pincharemos nuestro orgullo para encontrar un bocado y sobrevivir este día. "Es temporal", pensaremos con optimismo, conteniendo la tristeza, aunque finalmente entenderemos que a veces no hay opciones para salir del inframundo del asfalto, e intentaremos convencernos de que nos hemos adaptado y la calle, como nuevo hogar, no es un lugar fácil, pero quizás no es tan malo: no se pagan impuestos, no se tiene que recibir a parientes incómodos, no hay que guardar tantas expectativas de la vida, y todas las cosas 'buenas' se les va reasignando nuevos valores: la navidad, el cumpleaños, todos los días dejan de ser especiales para uno, porque el dolor de sentirte humano y tener una identidad es un lujo por el que se paga un alto precio, y eso acá es impensable.
Allá, en el inofensivo fondo de los resentimientos, en el oscuro y mudo terreno del rencor contra la vida, el ser superior, el universo y todas las odiosas personas que cenan juntas y luego salen a bailar, las despensas llenas, los grifos con agua calientita, las camas con colchón y la tibieza de hogares lejanos e imposibles, allá siempre quedará la noción de que hay otros ahí afuera, millones como nosotros que apenas aspiramos a ser estadística, en Darfur o en Río, cantando de clandestinos en los pasillos del metro Chatelet, durmiendo en un oculto rincón de la Macroplaza, junto al Congreso. Siempre quedará la huella de que alguna vez fuimos queridos, como en un sueño: fuimos humanos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es terrible, y creo que no sólo los casos que señalas son proclives a terminar con el cielo como techo. Yo todavía tengo presente la imagen de uno de los mejores profesores que tuve en EGB, un tío estupendo, con su familia, una persona comprometida, luchador...le encontré 12 años después tirado en la calle, carcomido por el alcohol, pidiéndome una ayuda para comer (era para beber). Tengo esa imagen grabada a fuego. Nadie estamos libres de acabar, por el motivo que sea tirados en la calle.
ResponderEliminarSalu2
Muy duro, pero es bueno leer esto para ser más sensible con los demás y analizar nuestra propia situación.
ResponderEliminarEntradas como ésta me hacen recordar por qué sigo leyéndote.
ResponderEliminarSigue así.