Nos hemos comprado las gafas y estamos los dos torturaditos con las nuevas monturas. Nos duele la nariz, las orejas, los ojos... Vamos, ¡qué rollo! Ya hemos ido a la óptica un par de veces y todavía no hemos encontrado la mejor posición. Y es que esto se te olvida de una vez a otra, si no, se nos pasarían las ganas de cambiar de gafas.
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