En la vida hay que esperar en muchas ocasiones. Algunas esperas son para cosas buenas, pero incluso esas son duras, o al menos para mí, que soy impaciente. Luego están esas esperas, que son la mayoría, en las que no sabes qué tienes que esperar: el desconcierto, la inseguridad, el miedo a lo qué pueda suceder, el agobio por si deberías hacer tal en lugar de cual... ¡Y ya ni qué decir tiene cuando estás esperando a algo que sabes que es malo!
El caso es que esperando el tiempo se alarga de una forma que no es normal, y lo que normalmente son minutos se transforman en horas, las horas en días, los días en años... ¡Qué agobio! Y lo peor es que normalmente no se puede hacer nada más que esperar y seguir esperando.
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