En el trabajo que realicé sobre VIH/SIDA en mayo conocí a una mujer que me dejó completamente impresionada. Se llama Vicky Bam, es una mujer de 36 años de Namibia. Como muchas namibianas, se contagió por ignorancia, pensando que el VIH era una cosa que afectaba solo a las personas promiscuas, homosexuales, drogadictas o prostitutas. Como ella no era ninguna de esas cosas, estaba casada y tenía una relación buena con su marido, no creyó estar en riesgo. Así se contagió y lo descubrió cuando estaba embarazada de su tercer hijo. Aunque tomó el tratamiento para evitar que su bebé se contagiara en su tripa o en el nacimiento, desgraciadamente no funcionó y su bebé nació con el virus y en poco tiempo desarrolló la enfermedad y murió. Su marido que también portaba el virus, eligió en palabras de Vicky "la solución fácil" y se suicidó cuando ella estaba embarazada. Así que enferma y con tres hijos, siendo pobre se vio en la necesidad de salir adelante para cuidar a su familia. Desde hace varios años trabaja para la ONG en la que la conocí. Primero empezó como voluntaria contando su historia para ayudar a otras mujeres a comprender que hay que protegerse y que el VIH puede afectar a todos. Después como formadora en talleres para enfermos, para que aprendan a convivir con su enfermedad.
Bien, pues esta mujer increíble, con todas esas historias horribles que ha vivido, tiene una fuerza que me deja atónita. Sonríe, bromea, ve la vida positivamente. Conocerla, aunque fuera solo durante tres días, me ha marcado profundamente. Ver como de la miseria más absoluta y de las desgracias más terribles se puede salir adelante y seguir creyendo en el futuro me parece digno de todo mi respeto y toda mi admiración.
Por cierto que en esos días conocí también a otras personas con historias igualmente duras, con pasados dolorosísimos y futuros inciertos, y con esperanza. Esa esperanza, que es la que les hace seguir adelante con alegría, es lo que yo quiero ayudar a crear en la gente por medio de mi trabajo.
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