Una cosa que me molesta es ver cómo gran parte de la gente que trabaja con sangre le pierde el respeto. Y con ello quiero decir que no toman las mínimas precauciones necesarias para protegerse a sí mismos ni para proteger a los demás. Lo malo es que esa gente normalmente son médicos, enfermeras, etc., gente que tiene que estar en contacto con sangre de muchos y con varios pacientes al cabo del día.
Así, por ejemplo, hoy he podido ver como entra un obrero sangrando a chorro por la cara porque se había dado un golpe con una madera y la enfermera de recepción tan tranquila coge el kleenex del tío, le limpia un poco la sangre y le pone una gasa y unas tiritas. Todo sin guantes, faltaría más. Pero es que luego se gira y sigue haciendo su trabajo, cogiendo mi tarjeta de la seguridad social, dándome un numerito y no sé cuántas cosas. ¿Y lavarse las manos? Pues no, ¿para qué? Y de estos ejemplos tengo muchísimos.
El caso es que una cosa es no tener miedo y otra cosa es ser un descerebrado. La sangre fresca no se toca con las manos descubiertas. Y si no queda más remedio, uno se limpia bien después. Y desde luego lo que no se hace es después tocar todo lo que tienes a tu alrededor. Luego se sorprenden de ver las cifras de contagios entre el personal sanitario. Por supuesto que tienen riesgo y a veces les suceden cosas, como pincharse con una aguja contaminada, que ellos no han podido evitar. Eso sin duda. Pero también existe mucho descuidado que se arriesga sin necesidad.
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