A menudo uno se ve en una situación en la que quiere preguntar algo y no se atreve. Parece que la pregunta está fuera de lugar. O que la relación no es suficientemente íntima para hacer tal pregunta. O que la pregunta es demasiado fuerte para que la relación no se vea afectada. O que la persona que recibiría la pregunta lo va a considerar una estupidez o se va a molestar. O que las otras personas que escuchen la pregunta, no la que debe contestar, no deben escuchar o bien la pregunta o bien la respuesta. O... El caso es que a lo largo de la vida muchas cosas se quedan sin preguntar, cosas insignificantes, como qué lleva esta ensalada, y también cosas importantísimas, como por qué me abandonaste. Y en realidad si lo piensas es terrible. No solo por las estupideces, que por su parte pueden enriquecer tu vida o hacerla, desde luego, más sabia, sino especialmente por todas esas otras cosas que uno de verdad necesita saber para entender y que nunca llegan a recibir una respuesta.
Ojalá todos tuviéramos el hábito de preguntar espontáneamente lo que deseamos saber, y eso no fuera juzgado por los demás. Como siempre, abogo por la sinceridad. Es el único camino.
Qué quieres preguntarme?
ResponderEliminarUmmm... como los ni~os? Preguntando cada 3 minutos? :-p
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