Ayer fuimos a ver a los padres de K, que viven en un chalet con un jardín bastante grande. Como el tiempo que hacía era muy veraniego para ser este país, estuvimos toda la tarde en el jardín, cenando, charlando, paseando, jugando al fútbol, etc.
El caso es que últimamente tienen una hamaca puesta en un lado del jardín y estuve allí tumbada descansando y lo cierto es que da envidia eso de tener un jardín donde uno se puede tumbar fuera a contemplar las plantas, escuchar los pajaritos y ver las nubes pasar. O a leer o escuchar música. O a cenar... Si no fuera porque por la noche eso de vivir en un chalet a mí me da muy muy mal rollo (no podría saber si alguien me va a entrar por una de las ventanas y el estrés me amargaría), me plantearía mudarme porque por el día estaría genial. Dan ganas de cambiarse a un sitio menos céntrico de la ciudad para poder vivir en uno de esos jardines. Además, si tuviéramos hijos también estaría mejor para ellos poder crecer en un sitio así con espacio para jugar fuera. Y a mí me encantaría poder tener un jardín en el que plantar especias, frutas, verduras y florecitas...
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