Este fin de semana se nos ocurrió la brillante idea de ir a comer a un restaurante parte de una cadena que se llama Forsters Hollywood. Se trata de un sitio de estilo americano en el que se supone que uno se puede comer una hamburguesa mejor que la de un McDonald's or Burger King. Pero... ¡pues va a ser que no!
Resulta que al pedir la comida te preguntan si quieres la carne poco hecha, muy hecha o en su punto. Los que estábamos pedimos la carne en su punto. Cuando llegaron nuestras hamburguesas, la mía por dentro era roja, rojísima, sangrante vamos, y las otras no. Así que después de dos (y digo 2, sí) bocados y de descubrir que era solo la mía, pedí que me la cambiaran. Bueno, pues cuál es mi sorpresa cuando lo que me llega de vuelta a la mesa es la misma hamburguesa negra por fuera (aparentemente había cometido el grave error de echar ketchup sin comprobar primero que la carne era comestible) y todavía roja por dentro. Es decir, que lo que habían hecho era quemar el ketchup y dejar la hamburguesa todavía sin hacer. Y claro, en el primer bocado ya me sabía a rayos, así que me viene el camarero y al quejarme y pedirle que me traiga otra diferente, se va enfadado con mi hamburguesa. El recolmo es que al volver me trae la hamburguesa de tamaño pequeño y me dice que es porque ya había comido una parte de la anterior. Además me mete un discurso sobre que la carne en su punto es roja y al enseñarle las otras hamburguesas dicen que esas son un error.
Bien, ¿qué hace una en esta situación? Pues me como la hamburguesa pequeña y cuando me llega la cuenta me cobran una grande, claro. Así que pido que me cambien el ticket a la camarera (diferente) que me lo había traído y le explico por qué tengo que pagar una hamburguesa pequeña. ¿Y qué creéis que sucedió entonces? Nada más y nada menos que me llega el camarero retrasado este y se me pone a pedir explicaciones. Le digo que ya he dado las explicaciones y que ahora me traiga también una hoja de reclamaciones porque ya estoy cansada. Dejo un billete de 50 euros en la bandeja con el ticket en el que se supone que tengo que pagar 19,50 euros, precio que incluye una hamburguesa pequeña. ¿Imagináis ya la vuelta que me llegó? Pues sí, la vuelta de una hamburguesa grande, ¡me habían cobrado 24 euros! Y sin hoja de reclamaciones, ¡faltaría más! Me levanto ya con bastante mala leche y busco al camarerito este que me dice que vaya a hablar con su encargado. Y claro, el encargado, igual de retrasado el pobre, me dice que si he comido una parte de la hamburguesa anterior que tengo que pagar por una hamburguesa grande. Le exijo que me devuelva mis vueltas porque no voy a pagar por una hamburguesa que sabía mal y que encima no me he comido, y tiene que levantarse mi marido para que el tipo me dé los 4,50 euros y la hoja de reclamaciones. ¿Y sabéis qué es lo mejor? Que el hombrecito de turno escribe en su zona de alegaciones de la hoja de reclamaciones que nos han tratado con respeto y devuelto el dinero ¡y nosotros a ellos no!
Conclusión, ¿qué puede uno aprender de esta experiencia? Pues que a los restaurantes cutres de estilo Fosters Hollywood en los que te dan comida de mierda y luego hacen que pagues más de lo que debes no hay que volver. Sencillamente.
Consejo hamburguesero. Una hamburguesa medianamente decente, con variedad, y sobre todo con un mínimo de limpieza: Friday´s. Y si tienes coche, mejor en el de Getafe en Nassica que en el archiconocido del estadio del Real Madrid, que no está saturado y no te tratan como parte del rebaño.
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