Hace un par de años estaba con dos amigas en Madrid quejándome de cómo todas las mujeres heterosexuales parecen destinadas a tener hijos. A mí me parecía una cosa extrañísima eso de tener que pensar que por tener un novio y la posibilidad de producir hijos ya significaba que tuvieras que crearlos. Me frustraba especialmente ver que entre las parejas que yo conocía y tenían hijos, son las mujeres siempre las que acaban cargado con toda la responsabilidad y el trabajo extra que supone un hijo. Me molestaba también ver como esas mujeres cambiaban y de repente todo se transformaba en sus hijos. No parecían ser las mismas, todo giraba en torno a cuando Pedrito o Rosita se tienen que levantar, lavar, comer... y cuando habían dicho "gu" y habían hecho "¡tachán!". De repente ya no querían quedar, ya no podían centrarse en una conversación tres minutos sin volver el tema de un modo u otro a sus hijos, ya no entendías tú cómo era su vida y lo ocupadísimas que estaban, ya no tenían sueños en cuanto a sus carreras o viajes u ocio o estudios... Vamos, en una palabra, se convertían en la super mamá y dejaban de ser personas.
Por otra parte, yo siempre he pensado que no quería tener hijos, si acaso adoptarlos, pero no tenerlos yo misma. No me veía en esa función de parirlos ni tampoco mucho en esa otra de educarlos y ser una buena madre. Me daba miedo cometer errores y hacer al niño o niña desgraciado. Además, con todos los niños sin padres que hay en el mundo, pensaba que producir yo uno era casi un delito, por eso mejor adoptarlo. Pero además, pensaba que tener hijos suponía una carga, un problema que te impedía poder hacer otras cosas que tú quieres, especialmente mi pasión, viajar, pero también ser libre y poder vivir en condiciones menos estables.
Pero es que además, siendo como soy bisexual y teniendo como tenía antes parejas de mi propio sexo la opción de tener un hijo sonaba tan imposible y tan lejos de la vida que podía tener que ni siquiera era una opción. Adoptar no estaba permitido entonces y tenerlo por medios naturales pues, como no fuera buscando a un maromo con el que tener unas cuantas noches apasionadas fuera de la relación, tampoco parecía muy posible.
Pues bien, cualquiera que me conocía sabía que pensaba así y también sabían de mi homosexualidad. Hace unos años de repente empecé a estar con un hombre, para sorpresa de muchos y muchas. Todavía más sorpresa fue cuando de repente nos casamos. Ahora ya he empezado a contarles que desde hace un tiempo llevamos pensado en tener hijos para finalmente llegar a la conclusión de que sí que nos gustaría. Y como voy sacándome poco a poco de las casillas en las que me he ido metiendo, pues yo creo que ya poca gente se sorprende de verdad. Sí que les resulta extraño, desde luego, pero en seguida se acostumbran a la nueva idea. Eso sí, a mí me ha costado mucho tiempo poder decir estas cosas en alto.
¿Y por qué tener hijos? Pues la verdad es que no hay una razón. Es simplemente algo que deseo y que K parece desear también. Un hijo o hija, me da igual que no sea de nuestra sangre, pero una personita a la que educar y ayudar a crecer, una personita a la que entregar nuestro amor y tener esa maravillosa experiencia en conjunto. ¿Y qué pasa entonces con todo eso que escribía arriba? Pues que los niños ya no me parecen una carga y mi vida ya no me parece que perdería por tener que cuidar a alguien. Yo soy la persona que soy, cambiaría con hijo, igual que cambio sin él, pero seguiría con mis sueños y mis aficiones, porque así soy. Tendría que tener más responsabilidad, pero eso no me parece algo malo, y tener que cuidar a alguien a quien amas ahora en lugar de una tarea pesada me parece un placer. Cuando estoy con K en ocasiones también tengo que dejar otras cosas, siempre hay que elegir y adaptarse, pero yo no lo cambiaría por nada. Es maravilloso poder compartir la vida con él y pienso que seguramente el sentimiento sería igual con un hijo que pudiéramos tener entre los dos. Creo, finalmente, que la clave está en que he encontrado la esencia de lo que es querer a alguien y a la persona, maravillosísima, con quien compartir experiencias de ese estilo. Y creo que no todo giraría en torno al hijo haciendo mi vida más pobre como pensaba antes, sino que, como ahora con K, mi vida se enriquecería con esa nueva persona.
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