Íbamos en el autocar de Madrid a Valencia y había un par de asiáticos que no hablaban casi español. En determinado momento, la chica necesitaba ir al baño y en ese autocar no lo había, así que el chico se levantó y le pidió al conductor parar en algún sitio. El conductor, por supuesto, no hizo ni caso. A los 10 minutos preguntó por el altavoz si era muy urgente, en español. Como no hubo respuesta, porque no creo que lo entendieran, pues el hombre siguió su marcha hasta llegar a Atalaya, el lugar donde hacen su parada.
Allí en Atalaya el conductor nos informó, también en español, de que la parada era de 30 minutos y que se avisaría por megafonía. Media hora después estábamos todos en el bus menos estos dos asiáticos, que sin entender español, no lo sabían. Aparecieron un par de minutos después. Bueno, ¿pues qué pasó entonces? Que el conductor se acercó a ellos y empezó a gritarles en español en el autobús porque llegaban tarde. Todo el autobús girado mirando cómo le echaban la bronca a los pobres. Y como no entendían lo que pasaba, tenían una cara de desconcierto enorme. Vuelve el conductor a su sitio y lo peor son los comentarios de algunos: es que los extranjeros son tontos, ¡no entienden nada!
¡Me hierve la sangre con esas cosas!
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